La leyenda cuenta que en las tardes se pasea por los antiguos corredores de la Casa de Diego Velázquez una mujer con velo blanco, que en las escaleras del lugar un negrito travieso empuja a las personas y las hace caer, y que en no pocas ocasiones un intenso olor a cigarro inunda el actual Museo de Ambiente Histórico Cubano, y a veces, sólo a veces, se ha podido avistar al señor que produce tan desagradable aroma.
En varias centurias de existencia, la antigua Casa de Diego Velázquez atesora historias, algunas felices otras de horror y espanto, como esa que cuenta que los esclavos al ser castigados eran lanzados a los viejos hornos de fundición de oro cuando estos ya no se usaban ya con tal propósito.
Tales hechos de sufrimiento, a decir de los especialistas del Museo de Ambiente Histórico Cubano, podrían ser unas de las causas de la existencia de fantasmas en la más antigua de las casas del país caribeño, pues donde hubo dolor quedan los remanentes de aquellos que padecieron en carne propia el horror.
Las historias de apariciones, travesuras, intensos olores, de abrir y cerrar de ventanas y sonidos de origen desconocido no es cuento de uno, dos o tres personas sin mucho que hacer. Al contrario, no pocos dan fe de la veracidad de los avistamientos.
Por un tiempo no era más que anécdotas que se comentaban internamente entre los trabajadores y hoy son uno de los mayores atractivos del sitio, ubicado en el mismo corazón de la ciudad de Santiago de Cuba: el Parque Céspedes.
Para custodios, trabajadores, turistas, músicos…, no son sólo historias atractivas. Son acontecimientos que han hecho correr a unos cuantos, incluso provocó que varios trabajadores renunciaran a permanecer laborando en el Museo de Ambiente Histórico Cubano.
Se cuenta la historia de una secretaria que salió despavorida luego de ver una de estas apariciones, dirigirse a la oficina y recoger sus pertenencias, luego jurar que nunca más pisaría el lugar..., lo que cumplió cabalmente hasta el día de hoy.
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Quizás la historia más famosa en la antigua Casa de Diego Velázquez sea la del negrito esclavo, un hombre de baja estatura, que aterroriza a las personas que bajan las escaleras del sitio pues les empuja y les hace caer.
Hay anécdotas de personas que han sentido su presencia tanto en la casona del siglo XVI que forma parte del museo, como en la escalera que conecta esta parte con la edificación correspondiente al siglo XIX que también integra la institución.
Igual de notoria e importante son las apariciones de una muchacha que en reiteradas ocasiones se le ha visto paseando por las galería y pasillos de la casona del siglo XVI, cuyo frente da para el Parque Céspedes.
Se dice que es una mujer muy joven, que siempre está llorando, desanda con el rostro cubierto por un velo blanco y que a pesar de ello, se le nota en extremo afligida…
Por último, también están las anécdotas del fumador cuyo hedor, según refieren los trabajadores del museo, puede ser en extremo intenso, llegándose a sentir en varias áreas de la instalación.
Se dice que el olor inunda el patio y aunque no siempre se deja ver el hombre que fuma, se ha avistado en la casona del siglo XIX, sentado en una de las sillas que forma parte de la colección o en una escalera de la edificación que da acceso a oficinas.
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Aunque hay historias que se repiten, como las tres antes mencionadas, también hay otras que reportan varias personas, y en su conjunto atraen hoy la mirada de nacionales y foráneos que preguntan por los fantasmas de la Casa de Diego Velázquez.
Los trabajadores del sitio, como gancho curioso, también explican que en reiteradas ocasiones entre las 11 am y las 11:30 am, en la casona del siglo XVI, en una de las salas de exponentes museables, algo cae en el falso techo de manera estrepitosa y provocando un gran ruido.
Se ha buscado animales, nidos de aves o murciélagos, incluso por la intensidad del ruido se ha llegado a suponer que hay algo roto o huellas de algo que impacte, y hasta la fecha jamás se ha podido encontrar ninguna evidencia.
Aparte, son bastante habituales los porrazos de ventanas que se abren y se cierran estrepitosamente, a pesar de que están cerradas con todos los pestillos. A este último hecho, además de los ruidos que se sienten en ambas casonas, más en la correspondiente al siglo XVI, se dice que puede ser provocado por la gran cantidad de madera presente en el lugar.
Este es el único intento de raciocinio por encontrar respuestas lógicas donde la cordura parece haberse perdido. Las demás anécdotas, no tienen ni eso.
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En el imaginario que se entreteje alrededor de las historias de fantasmas en la casa más antigua de Cuba –o de Latinoamérica según algunos estudiosos del patrimonio, como el Arq. Omar López, Conservador de la Ciudad– está la anécdota de una trabajadora que avistó una mujer de pelo corto observando flores en el patio, hecho imposible más cuando desde hacía un tiempo nadie entraba a la institución, como atestiguaron personal de protección del lugar y otros especialistas.
Otra anécdota relata a un hombre que corriendo por los pasillos de la antigua vivienda de Diego Velázquez, se pensó era un ladrón que había hurtado una pieza, lo cual causó dudas pues jamás se pudo encontrar al señor y tampoco faltaba nada en las salas.
En una ocasión un turista se negaba a entrar a una de las salas y refería ver a un señor fumando, y no dudaba de sus palabras a pesar de que era el único del grupo que lo veía…
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El famoso bloguero de viajes Alan por el Mundo, en 2018, fue el primero en llevar las historias de fantasmas de la Casa de Diego Velázquez a los medios de comunicación y sociales. Sin saberlo, agregaría un nuevo atractivo a la vivienda más antigua de Cuba.
Hasta el mismo corazón de la ciudad, el Parque Céspedes, llegan personas buscando el Museo de Ambiente Histórico Cubano y quedan fascinados con la inmensa y valiosa colección que se atesora. Sin embargo, cada día más las historias de fantasmas ganan protagónico entre los visitantes y así lo han percibido los guías.
Los trabajadores de la instalación aseveran que son los turistas nacionales los que más curiosidad sienten por tales anécdotas.
Por esa razón ya no son solo las fastuosas colecciones de muebles de maderas preciosas, los detalles visuales de una instalación de estilo morisca, o las invaluables obras de arte, las únicas que atraen las miradas curiosas.
La planta que ofrece una pucha de flores rojas en la edificación del siglo XIX se hizo famosa, los pasillos de la vivienda del siglo XVI o las escaleras también ganaron protagonismo. Todo ello ocurrió cuando se develaron las fascinantes historias de fantasmas de la vivienda más antigua de Cuba: la santiaguera Casa de Diego Velázquez.
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