Durante muchos años la masonería estuvo estigmatizada en Cuba, según recoge el testimonio de varios miembros de esa fraternidad en la Isla entrevistados por la agencia AFP.
Lázaro Cuesta, un hombre de 72 años de edad que lleva medio siglo dedicado a la masonería dijo que desde 1959 hasta 1990, ser masón en Cuba era mal visto. "Superamos una crisis a principio de las décadas de años 60 y 70 (...) una gran cantidad de hermanos masones decidieron dejar el país por una razón u otra, y la masonería quedó deprimida".
Juan Antonio Vélez, otro de los entrevistados explicó que "muchos hermanos tuvieron que dejar la masonería, se les aflojaron las patas, porque si estabas en la masonería no podías trabajar".
Ello trajo como consecuencia que de 34.000 miembros, la Gran Logia quedara en 19.500. Sin embargo, la situación cambió en 1991, cuando el Partido Comunista (PCC) se abrió a los creyentes de diversos tipos de fe y miembros de fraternidades.
"Fue liberada la fe”, afirma Cuesta. A partir de ese momento, masones, católicos, protestantes y cultos africanos vieron crecer sus filas, incluso con militares y miembros del PCC.
Sin embargo, consideran que ese renacimiento no trajo aparejados nuevos recursos económicos. "Somos una masonería pobre", afirmaron.
Militan por un "reconocimiento social", ético, moral, y practican la solidaridad. "Yo me enfermo y siempre hay un masón al lado mío", precisa uno de los entrevistados.
En Cuba las primeras logias fueron fundadas por colonos franceses llegados desde Haití a finales del siglo XVIII. En siglo XIX tuvieron una intensa actividad a favor de la independencia frente a la corona española y alcanzaron su esplendor en la primera mitad del XX.
Aunque es una institución estrictamente masculina, admite como paramasónica la femenina institución "Hijas de la Acacia", fundada en 1936.
El historiador Eduardo Torres-Cuevas, Director de la Biblioteca Nacional, afirma que Cuba fue el único país socialista "donde continuaron funcionando y trabajando los talleres masónicos". No obstante, lo cierto es que si bien ser masón no era un delito, constituía un estigma que limitaba el acceso a puestos del Estado.
En los últimos años una gran cantidad de jóvenes se interesaron en ingresar a la masonería, hasta llegar a los 27.800 actuales, integrados en 321 logias, según datos aportados por los entrevistados en este reportaje.
Lázaro Cuesta destaca que con el Gobierno mantienen "relaciones respetuosas", aunque añade que "pudiera existir una posibilidad mucho más amplia" y confía en que la masonería cubana seguirá su remontada.
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