“DIONE: Combinado de Coche”. Con ese rampante nombre se anuncia en Bayamo, capital histórica de los coches, la empresa estatal cuya misión es velar porque los centenarios carruajes tirados por caballos sigan rodando por la ciudad.
Esa es la misión en teoría. En la práctica, cualquier cosa menos facilitar la vida a los cocheros y sus coches. Desde reparar sillas hasta construir mesas para dirigentes, todo menos ser de utilidad para los carruajes que concretamente resuelven el transporte para miles de personas cada mes.
“Como si no hubiera una fábrica. Para nosotros no existe”, dice Miguel Rosales, un cochero con más de 10 años trabajando en las calles de Bayamo. “Nunca tienen materiales, ni soluciones. Ellos solo ponen la mano de obra, te cobran carísimo, y se demoran seis meses o un año, lo que ellos quieran”.
Lo peor de todo es que durante ese período de reparación estatal, el propio Estado les cobra el mismo monto de impuestos aunque los cocheros tengan su medio de trabajo en un taller, sin producir.
“Por eso siempre nos vamos con los particulares”, dice Orlando Huerta, otro veterano cochero de la ciudad. “Los recursos que le dan a la Fábrica de Coches los desvían los propios funcionarios para hacer escobas, colchones, sillas, y venderlas a otras empresas del estado o para los jefes. Y luego se llenan la boca de decir que los cocheros tenemos respaldo”.
Los coches solventan en muchas ciudades de Cuba una crisis de transporte que no encuentra remedio en la ineficacia estatal. En Bayamo, donde nacieron los coches como tradición y terminaron como medio de transporte local, los que trabajan en esta área dicen que no reciben apoyo de ningún tipo: el Estado no les vende miel para los caballos, ni pasto, ni materiales para reparar herraduras o ruedas o asientos.
Incluso existe una Asociación de Cocheros que supuestamente vela por los intereses y derechos de los cocheros.
“Eso es por gusto, no hacen nada. Lo único que les interesa es cobrar la mensualidad”.
Y peor aún: la Asociación funciona como un mecanismo de control del Estado. A través de sus dirigentes, el gobierno provincial les anuncia de las prohibiciones y regulaciones, dónde no pueden recoger pasajeros, dónde afean el ornato público, y cuánto tienen que pagar cada vez que les suben los impuestos.
Durante la ya célebre huelga de cocheros del año 2009, cuando todos los trabajadores de este sector privado en Bayamo se rebelaron contra el aumento del 150% en sus patentes mensuales, la Asociación de Cocheros sirvió como mecanismo de presión contra sus propios afiliados.
“Desde entonces yo me di de baja, y nunca más”, resume Armando Isla desde su asiento elevado en la parte frontal del coche. “De todos modos nosotros sabemos que estamos solos en esto”.
(Foto/ La Demajagua)
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