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Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
La jornada
Al minuto 19, Harry Kane recogió una pelota en la frontal del área y soltó una derecha que pasó cerca del poste. Al 30, el otro Harry (Maguire), se empinó rumbo al cielo cuan largo y corpulento es para acertar un golpe de cabeza que terminó en el fondo de las redes del sobrio Robin Olsen. Al 44, Raheem Sterling no alcanzó a consumar una jugada con todas las papeletas para el gol.
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En esos pasajes se resume el primer tiempo del partido entre Inglaterra y Suecia, donde el afán de ambas escuadras por el control del medio campo devoró casi toda posibilidad de entretenimiento y emociones. El balón vivió y durmió cerca del círculo central, agobiado por los botines de la densidad, y después de tres cuartos de hora apenas se habían producido cuatro disparos a puerta, un trío de ellos por fuera de las metas.
Lo que ocurre es que Suecia juega a contagiar al adversario y normalmente lo consigue. Se aferra a defenderse con el cuchillo entre los dientes a la espera de alguna oportunidad de contrataque, ahogando la dinámica en el pasto y el entusiasmo en las tribunas. Eso mismo hizo hoy en el Cosmos Arena de Samara, donde tanto británicos como escandinavos se enfrascaron en lograr el usualmente esquivo pasaporte semifinalista.
(Un boleto que a la postre consiguieron los padres del fútbol, ausentes de dicha instancia durante 28 dilatados años. Un boleto que siguió rehuyendo a los suecos, que no intervienen en el choque previo a la final desde Estados Unidos 1994).
Todo sea dicho: la mitad complementaria fue mejor. Apremiados por la desventaja en el score, los peninsulares decidieron ser más agresivos y en más de una ocasión pusieron en apuros al guardameta Pickford. Sin embargo, un nuevo testarazo de los hombres de rojo –éste con la rúbrica del talentoso Dele Alli- mató definitivamente la ilusión de los suecos laboriosos.
De modo que Ibrahimovic perdió su apuesta pública con Beckham. En Twitter, el ahora jugador del LA Galaxy se había comprometido a invitar a comer al ex galáctico en “el lugar del mundo que prefiera” si Inglaterra pasaba sobre Suecia, exigiendo que en caso de producirse el resultado contrario, aquel debería comprarle “lo que quiera” en la firma de muebles Ikea para su nueva mansión de Los Ángeles.
Sospecho que esa cena le va a costar bien cara a Zlatan.
El gol
El de Maguire, inapelable.
El equipo
La “nueva Inglaterra” de Southgate.
La individualidad
El joven Jordan Pickford fue una pared bajo el arco de los Tres Leones.
El fiasco
Nada que señalar, como no sea la monotonía malsana del período inicial.
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