Luka Modric fue galardonado el domingo con el Balón de Oro al mejor jugador del Mundial de Rusia 2018; su cara escenificaba el carácter ganador del croata, que pocos minutos antes se había quedado sin el verdadero premio: la Copa del Mundo.
El internacional se convirtió durante todo el torneo en el motor de la selección balcánica, que consiguió en territorio ruso un histórico subcampeonato y un larga colección de buen fútbol, incluso, por encima de la pegada de Francia.
Detrás de su rostro serio -no esbozó ni una pequeña sonrisa cuando recibió el premio individual- se esconde no solo una derrota en la final, sino un carácter ganador esculpido a base de superar obstáculos.
Modric desarrolló su carrera de futbolista en medio de las bombas y granadas que caían a causa de la Guerra de los Balcanes en la década de los 90. Su nacimiento se produjo el 9 de septiembre de 1985 y sus padres recorrieron los 60 kilómetros que separaban Modrici, pueblo situado en la localidad de Zaton Obrovacki, de la clínica de Zadar.
Modric se convirtió en un refugiado de guerra en los años 90.
El estallido del conflicto le llevó a convertirse en un refugiado de guerra, junto con sus padres y su abuelo, al que mataron cuando los rebeldes serbios tomaron los aledaños de la ciudad de Zadar. Esto obligó a la familia a trasladarse hasta una habitación del Hotel Kolovare, que fue habilitado como un centro de refugiados.
Granadas en los campos de entrenamiento
En el exterior del recinto se pasaba el día golpeando un balón de fútbol, lo que llamó la atención del NK Zadar. Pero en los campos de entrenamiento, además de la falta de agua, caían todos los días granadas que obligaban a desplazarse hasta un refugio.
La falta de altura le llevó a plantearse dejar el fútbol.
Pero nada detuvo la pasión de Modric por el deporte rey e, incluso, realizó una prueba para ingresar en el Hajduk, un club histórico en el fútbol croata. Pero sus características físicas hicieron que fuera rechazado por los responsables técnicos del equipo. La decepción le hizo tambalearse, pero todo cambió a los 16 años cuando fichó por el Dinamo Zagreb, el club más importante del país.
Su cesión a la liga bosnia ayudó a forjar el carácter que le define en la actualidad. Tras varias cesiones por diferentes categorías del fútbol croata, su club optó por recuperarle con 19 años.
Su carrera ya no se detendría tras conquistar la liga nacional y dio el salto a la Premier League para vestir la camiseta del Tottenham.
Aquel traspaso fue la antesala de su llegada al Real Madrid, club con el que acumula un palmarés de impresión. Desde su control en el centro del campo ya suma cuatro Champions, tres Supercopas de Europa, tres Mundiales de Clubes, una Liga de España, una Copa del Rey y dos Supercopas de España.
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