¿Crece el número de deambulantes en Cuba?

“Cuando era una niña en la escuela nos decían que una de las cosas que hacía grande a Cuba con respecto a otros países era el hecho de que aquí no teníamos mendigos ni gente durmiendo en las aceras. Lo recuerdo bien. Ahora, a los niños ¿qué les dirán?”, se pregunta una joven.

"Deambulante· en Santa Clara © CiberCuba
"Deambulante· en Santa Clara Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 6 años

Es medianoche, y en cada uno de los bancos que rodea la terminal intermunicipal de ómnibus de Santa Clara duerme una persona. No son viajeros que pernoctan porque se les hizo imposible regresar a sus destinos. Estos hombres y mujeres, fundamentalmente de la tercera edad, hace mucho que viven sin destino.

Tres años atrás, luego de una reparación capital en la estación, se decidió cerrarla por las noches. Unos 20 vagabundos se quedaban a dormir en el mismo sitio que durante el día les servía de techo, mientras pedían limosna a los pasajeros que ingresaban al lugar.


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Las autoridades del gobierno convinieron en que aquella situación afeaba la obra recién inaugurada, y dieron orientaciones precisas a la administración para que pasara cerrojo al concluir las transportaciones del día.

Nada ha cambiado desde entonces. Nada, salvo el hecho de que ahora son más los vagabundos. Mientras el interior de la terminal está vacío, sus alrededores reciben a un número creciente de personas sin hogar.

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“Están los mismos de antes, los que prácticamente ya viven aquí, y otros nuevos que durante el día se mueven por otras zonas de la ciudad, pero que vienen a dormir también para acá”, explica Nora, una de las trabajadoras que abre la estación a las seis de la mañana.

Entre esos que allí duermen hay un cuarentón con discapacidad intelectual, y a quien nuestra entrevistada le da un trato especial: “Lo llamo para un lado y le doy un pomito con café, o le traigo en una jabita la comida que me quedó de la noche anterior. Ese muchacho ha pasado mucho trabajo, tiene familia, pero no lo quieren en la casa”, asegura la mujer.

En un reciente recorrido nocturno de las autoridades políticas por diferentes instituciones y establecimientos de la cabecera provincial, se detectó como una “deficiencia” que en la estación de ómnibus pernoctaran deambulantes. Sin embargo, esa lista de deficiencias podría haberse incrementado significativamente si la comitiva hubiera visitado otros puntos de la ciudad.

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En Santa Clara casi ningún espacio citadino está libre ya de esa inquietante situación. Hospitales, comercios, parques y farmacias son los lugares escogidos por muchos vagabundos para dormitar.

“Casi siempre se trata de mendigos, alcohólicos o sencillamente ancianos o discapacitados que fueron descartados de las dinámicas familiares. Cada caso debe entenderse de manera puntual”, explica Leiza, una licenciada en psicología que hoy se encuentra vinculada al trabajo no estatal, pero que anteriormente integraba el grupo provincial de enfrentamiento, como se le denomina a la comisión multisectorial creada para abordar esta y otras problemáticas, según nos dice.

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“Para muchos la solución más factible sería recogerlos a todos e internarlos en una institución hospitalaria, pero como te dije cada caso tiene sus particularidades. Incluso si esa fuera la solución, tampoco el gobierno dispone de la infraestructura necesaria para asumir un fenómeno que va en aumento” reconoce.

A cualquier hora del día, y en espacios tan céntricos como el boulevard, o el parque Vidal, —núcleo urbano de la ciudad— es posible encontrarse imágenes realmente sobrecogedoras.

Abuelas que entran a los negocios estatales y luego de saludar educadamente solicitan una ayuda, enfermos que desde las aceras hacen guiños quejumbrosos, o personas tendidas en los portales, víctimas del abandono o la embriaguez. Incluso niños, a los que no les falta un techo, pero que reproducen los comportamientos de sus padres o familiares, y hoy persiguen a turistas en establecimientos gastronómicos en divisa.

“Es una realidad conocida, en los últimos 10 años se ha disparado el número de deambulantes en Cuba. La crisis económica estructural que desde hace años vive el país tiene un reflejo en las economías domésticas, sobre todo en aquellas familias de más bajos recursos, donde no siempre se priorizan los miembros más vulnerables, y estos se ven precisados a irse a la calle.

“Cuando era una niña en la escuela nos decían que una de las cosas que hacía grande a Cuba con respecto a otros países era el hecho de que aquí no teníamos mendigos ni gente durmiendo en las aceras. Lo recuerdo bien. Ahora, a los niños ¿qué les dirán?”, se pregunta la joven.

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