El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, acaba de cerrar los 100 días de gracia que se conceden a los políticos para evaluar su gestión.
Sus primeros tres meses de gobierno están marcados por el accidente de avión de Cubana de Aviación con 112 muertos, del que todavía se desconocen las causas, las inundaciones de la tormenta subtropical Alberto, sus viajes a Venezuela y Jamaica y de provincia en provincia; su asistencia a los conciertos de Gente de Zona y Armando Manzanero, su Consejo de Ministros, primero heredado y luego copiado del de Raúl Castro; el encarcelamiento y liberación del biólogo cubano Ariel Ruiz Urquiola y la mano dura con las Damas de Blanco.
Los historiadores relacionan la tregua de los 100 días que se le concede a los políticos en todo el mundo, con Napoléon Bonaparte. Fue justo este tiempo el que transcurrió desde que huyó de su exilio en la Isla de Elba, armó a su Ejército y recuperó el gobierno.
En 100 días Franklin Roosvelt, que fue el que creó la tradición de los 100 días de gracia, aprobó la mayoría de las leyes con las que hizo frente a la Gran Depresión.
Incluso a la prensa oficialista cubana le cuesta hacer un balance de los 100 días del presidente cubano. Así lo resume Juventud Rebelde: "Su aún corta pero intensa gestión se encuentra marcada por recorridos por el país, conversaciones con la población, reuniones de trabajo para abordar los principales desafíos de la mayor de las Antillas, congresos de organizaciones de la sociedad civil, eventos internacionales y su primera visita oficial al extranjero, realizada en mayo a Venezuela", poco después de la reelección de Nicolás Maduro.
Díaz-Canel prometió continuidad y ha cumplido con su palabra. Lo único que ha cambiado han sido las formas. Ahora tenemos una Primera Dama en Cuba, con la que el presidente asiste a viajes internacionales, aumentando el gasto en un país al que él mismo ha animado a recortar de donde se pueda recortar.
También ha visitado a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, se le ha visto jugar al baloncesto y aupado al grito de comandante por cienfuegueros que desconocen que él es un ingeniero de 58 años sin grados militares.
Se dice que está trabajando en el programa por el 500 aniversario de la fundación de La Habana, pero en la capital cubana no se han notado sus esfuerzos. Su obsesión por solucionar el problema de la recogida de la basura no se ha visto traducida en hechos concretos.
Bajo su mandato continúan las detenciones arbitrarias, el hostigamiento a opositores, artistas y activistas. Las Damas de Blanco reclaman ayuda internacional porque las están encerrando a todas. Berta Soler, su líder, ha llegado a pedir auxilio para evitar la liquidación de su organización.
El caso más sonado ha sido el arresto del biólogo Ariel Ruiz Urquiola, el primer preso político achacable al Gobierno de Díaz-Canel, al que se le concedió una licencia extrapenal, gracias a la presión de los cubanos de dentro y fuera de la Isla.
Se han aprobado cambios en Cuba en estos tres meses, como las nuevas medidas tributarias que afectan a los cuentapropistas y que limitan las licencias a una por persona o el proyecto de reforma de la Constitución. Pero ambos llevan el sello de Raúl Castro, que en la celebración del 26 de julio esta semana en Santiago de Cuba dejó a Díaz-Canel en un segundo plano del que apenas pudo rescatarlo un tiro de cámara de la Televisión Cubana.
El nuevo equipo de Gobierno de Díaz-Canel tiene 25 ministros, de los que sólo 9 han sido nombrados por el nuevo presidente. El resto los ha heredado de Raúl Castro. A diferencia de su predecesor, el joven relevo ha recortado la presencia de mujeres en su equipo: ahora hay ocho, frente a la 9 de la legislatura anterior.
De aprobarse la modificación de la Constitución, Díaz-Canel tendrá que gobernar un país que renuncia al comunismo y da por finiquitado el todo gratis en la salud.
Falta por ver qué papel le reserva Raúl Castro cuando se apruebe la figura del primer ministro.
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