Luego de años y años de viejos reclamos desesperanzados y engavetados, en los que Santiago de Cuba vio cómo la desidia se apoderaba de las paredes, techos, ventanas y puertas de una de las clínicas veterinarias más importantes de la ciudad, ahora una nueva inversión dotará a la urbe de un local para aquellos de buscan bienestar y salud para sus animales afectivos.
Este nuevo espacio, se advierte en una información publicada en un medio local, tiene las condiciones que se requieren para lugares de este tipo, como son mesetas enchapadas y varias áreas para la atención de los animales. Está ubicado en San Francisco, entre Calvario y Reloj, muy cerca de la antigua clínica, y para ello se han remodelado antiguas oficinas, con la colocación de un techo de tejas de cinc, nuevas divisiones y se acondicionaron varios espacios para el tratamiento de las mascotas.
“Qué bueno, existirá un nuevo lugar para las mascotas, pero nunca debimos llegar a este punto de deterioro de la clínica estatal más conocida, aunque tampoco es que sea una sorpresa. Solo espero que no sea solo local nuevo, sino que tenga mejor equipamiento y sobre todos, medicinas, que al final es hasta más importante”, comenta una clienta.
El detalle está en que, en medio de un desierto casi estéril de opciones estatales para la venta de comida, medicinas y objetos relacionados con las mascotas, es doloroso que los únicos locales que justamente dependen por completo del gobierno, estén en pésimas condiciones y tengan por lema, además, casi siempre el “no hay” ante quienes acuden en busca de auxilio para un animal enfermo o accidentado.
“Hay quienes consideran el tema de las mascotas como algo superficial, banal y sin importancia, y no entienden que el amor que siente uno por un perro o por un gato, quizás no sea igual que el que se tiene por un hijo, pero sí es comparable al de otro familiar, un primo, un tío, y hasta que no se entiende eso, no se logra percibir cuán doloroso puede ser para uno que no haya medicamentos, material esterilizado y cosas así, es como ir a un hospital y que a tu familiar no le hagan un procedimiento pues no hay, te digo yo que se siente casi igual”, comenta Alfredo.
Cuando uno llega a la antigua clínica de la calle San Francisco sorprende el casi total estado de abandono. Frente otra que aún muestra signos de que no se ha concluido.
En la primera me recibieron dos veterinarias que conversando me hablaban de los precios: “son esos que están allí, pero ni te molestes en verlos, pues todo eso va a cambiar. Cuando estemos en el nuevo local tendremos que ser autofinanciado, eso dicen, así que no sé cómo serán los precios pero van a subir”, y a la par de la incertidumbre de sus palabras están otras menos halagüeñas “tiene que ser así para ver si tenemos medicamentos, imagínate en estos momentos solo tenemos un antiparasitario, el que ponemos con jeringuillas que nos regalan o compramos nosotros mismos, esperemos que todo eso cambie".
"Y ni me hables de operaciones, tenemos el salón lleno de materiales de la construcción y los casos se los pasamos a una persona que trabajó aquí y ahora es cuentapropista. Vamos a ver si la cosa para el año que viene mejora, porque por lo menos las medicinas dicen que estará peor, y con todo y eso, el mes pasado facturamos más de 8 mil pesos”, agrega.
Además de la nueva clínica veterinaria que asumirá las funciones de la más antigua, ambas ubicadas en el Centro Histórico, existen otros servicios similares en el antiguo Zoológico, hoy Parque de los Sueños, y en diferentes distritos de la urbe, “pero no son pocas las veces que llegas y te dicen que no hay esto o no hay lo otro, hace un tiempo atrás desparasitar a mi perro era un verdadero problema pues simplemente no había, y entonces tenías que morir en manos de los veterinarios particulares".
"Gracias a Dios esa situación ha mejorado, pero de buena tinta me han dicho que ha mejorado porque los veterinarios les están comprando los medicamentos a las mulas que viajan o a los estudiantes de medicina de Haití o República Dominicana que están en la ciudad cursando sus carreras”, añade.
Cuando el camino a las opciones estatales está agotado, solo resta transitar hacia dos direcciones: la Casa de las Mascotas y un complejo de venta en la parte más baja de Enramada. En ambos casos, los precios son de “recoge y vete”.
“¿12 CUC por un alicate para cortar las uñas a los perros, 15 por un collar y 50 CUP por una pastilla antiparasitaria? No definitivamente los precios ahí están por las nubes. Yo sé que el problema es que el Estado a ellos no les abastece y bueno tienen que comprar con las mulas cubanas, y eso encarece todo”, explica una clienta.
Ambos lugares, donde venden los cuentapropistas, están bien surtidos de implementos necesarios para criar a los animales afectivos, pero solo Dios sabe el esfuerzo que han hecho porque a estas personas trabajadoras se les prometió un mercado donde podrían comprar de forma lícita esos insumos, a buenos precios y con comprobantes que demostraran su legalidad ante inspecciones, sitio que jamás llegó y no parece que suceda en el futuro inmediato.
Sin embargo, para el bolsillo promedio, ambas opciones están lejos. Más cuando de manera general está la creencia de que un perro, por ejemplo, es ostentación, y cuando más, solo un animal. Solo algunos lo ven como algo más, e incluso estos, no pueden gastarse lo mínimo indispensable, pues solo lo básico ya es un lujo en esta realidad, que se hace más dura para las mascotas.
En medio de este mar de precios altos y de “no hay”, que existan personas que, no obstante, intenten mejorar la calidad de vida de las mascotas, es un hecho loable cuando menos. Ese es el caso de SALBA (Santiagueros por el Bienestar Animal), creado en mayo por un grupo de seis jóvenes interesados en la protección animal.
Se les ve de forma habitual los sábados, a las 5:00 p.m., en el parque Abel Santamaría, pues no tienen sede ya que no han sido oficializados de ninguna forma, a pesar de que están realizando las gestiones para ello. Aunque no tienen un carácter legal, el grupo rescata animales abandonados, dan talleres en las escuelas para crear conciencia y tiene presencia habitual en los medios de comunicación locales. No cobran por sus servicios, aunque sí gastan recursos propios.
No tienen acceso a los medicamentos, no pueden promover campañas de esterilización, carecen de un lugar que sirva como refugio donde tener a los animales hasta que sean curados y dados en adopción, y a veces se enfrentan a las agresiones verbales de personas insensibles e incomprensibles con la labor que realizan.
Y a pesar de todo, tienen un sentido muy alto de compromiso con las mascotas y sobre todo, con la importancia que tienen en la sociedad. Por eso siguen adelante, a pesar de todas las adversidades, que realmente son muchas.
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