El psicológo cubano Manuel Calviño ha escrito una estremecedora carta a sus colegas de profesión, tras el paso del devastador tornado por La Habana.
El especialista, visiblemente afectado por la situación de las personas, ha hecho un llamado a los piscológos a que vayan a los lugares a apoyar a quienes lo perdieron todo.
"TENEMOS QUE ESTAR ALLÍ… no hacen falta convocatorias oficiales, hace falta abrir el corazón y hacer valer el sentido mismo de nuestra profesión", escribió.
En la carta, originalmente publicada por Cubadebate, el conductor del popular programa televisivo Vale la Pena, cuenta desgarradoras escenas de la situación en los lugares por donde pasó el tornado.
"La sola presencia es sanadora, el compartir, el estar allí, es un acto de reedificación del bienestar, ese del que tanto hablamos", agregó.
Las personas aún en shock, sufriendo, nos narraban que la muerte los pasó a buscar, que las familias se abrazaban “para irnos juntos”, que los niños lloraban y gritaban desconsolados y los adultos no podían hacer nada, no sabían que hacer".
A continuación reproducimos íntegramente el contenido de la misiva:
Carta abierta a mis compañeras y compañeros de la Psicología
Compañeras y compañeros psicólogos y psicólogas,
Hoy, luego de haber construido la posibilidad de salir al aire en Vale la Pena, esta misma noche de miércoles, con un mensaje humano, de solidaridad con quienes son hoy los más necesitados, en compañía de otros colegas, nos fuimos a las zonas del desastre.
Nadie nos lo pidió, tampoco pedimos autorización, porque la solidaridad humana y profesional, no se puede burocratizar.
Sencillamente, como personas, como ciudadanos de este país, y claro como psicólogos que somos, nos fuimos allí a dar apoyo, contención, acompañamiento a las personas que están sufriendo los efectos del paso del Tornado.
Estuvimos en 10 de Octubre, en Luyanó, zona tremendamente afectada, y en Regla.
Un deber humano, ciudadano, y profesional nos movió hasta allí.
Nada de lo que hayan visto en fotos, ni las fuertes imágenes de la televisión, es comparable con lo que vimos allí.
¡Una catástrofe!
Pero nuestra sensibilidad profesional nos hizo entender y sentir el drama humano que allí se vive.
Las personas aún en shock, sufriendo, nos narraban que la muerte los pasó a buscar, que las familias se abrazaban “para irnos juntos”, que los niños lloraban y gritaban desconsolados y los adultos no podían hacer nada, no sabían que hacer.
Las narraciones nos dolieron, nos atemorizaron. Las imágenes asociadas a lo vivido por esas personas van cargadas de emociones fuertes.
Pero allí estuvimos convencidos de que la esencia de nuestra profesión es el bienestar humano, no solo el que investigamos y teorizamos, sino sobre todo el que las personas tienen o no, cultivan o padecen por su ausencia, el que pierden irremediablemente en situaciones como las que vivieron los pobladores de estas zonas, la incertidumbre de futuro…. ¡Tantas cosas!
Y podemos, profesionalmente, hacer mucho. Lo hemos hecho, lo hacemos, muchas veces, lo vamos a hacer siempre. Dominamos técnicas, procedimientos, sistemas de actuación psicosocial, en fin somos científicos y luchadores profesionales por el bienestar y la felicidad de los seres humanos. Fue movilizador ver a una estudiante nuestra, por solo poner un ejemplo, sacar de su bolso unos títeres, y allí, con los niños, improvisar un momento de alegría, de felicidad, y al mismo tiempo de manejo de tensiones.
Así han de ser nuestros estudiantes, así debemos educarlos… Ese es el verdadero trabajo educativo.
Pero cuando estábamos allí, lo que nos pedían sobre todo era afecto, nos pedían un abrazo, nos daban las gracias por el mero hecho de estar allí, junto a ellos, escuchándolos, compartiendo.
La gente sobre todo pedía afecto humano, solidaridad humana, cercanía humana.
Caminamos mucho, zigzagueando entre los escombros, subimos y bajamos empinadas alturas en Regla.
No sé cómo mis rodillas aguantaron… o quizás ellas no aguantaron, las hice aguantar bajo el peso de mi convicción profesional, personal, humana de que teníamos que estar allí.
TENEMOS QUE ESTAR ALLÍ… no hacen falta convocatorias oficiales, hace falta abrir el corazón y hacer valer el sentido mismo de nuestra profesión.
La sola presencia es sanadora, el compartir, el estar allí, es un acto de reedificación del bienestar, ese del que tanto hablamos.
Volveremos, y lo que más quisiera es encontrarme con muchos psicólogos y psicólogas extendiendo su mano, abriendo su corazón.
Sé que podemos, que queremos, que vamos a hacerlo.
Un abrazo grande,
Calviño.
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