Por más que Díaz Canel y su orfeón de pusilánimes se empeñen en decir que lo peor de la coyuntura ha quedado atrás, y que al pueblo solo le toca —ahora, y otra vez— apretarse los pantalones como antes sugiriera Raúl, lo cierto es que “el horno no está para galleticas”.
Las paradas siguen abarrotadas, cientos de empresas y centros laborales continúan funcionando a media máquina y con la consiguiente afectación salarial a sus empleados, las tiendas se muestran desabastecidas (con la excepción del aceite, las salchichas y los picadillos, gracias al escarmiento sufrido en el primer semestre), los productos de aseo del comercio interior siguen jugando a las escondidas… Cuando todo en el país pareciera encapotarse, solo la basura crece.
Alguien dijo no hace mucho que cada montaña de basura era en sí misma un digno monumento a la inoperancia del gobierno: “No son las excrecencias del sistema, son sus frutos”. Esa es una verdad corroborable en el Condado santaclareño, el barrio más extenso y marginal de toda la ciudad.
Aquí el porcentaje de nacimientos es mayor, y los padres se hacen más temprano que en cualquier otro consejo popular de la capital provincial. Estas calles si acaso conocieron un día el asfalto, pero han visto diez veces más niños corretear. Ambos, los niños y la basura, son dos de los rasgos distintivos de esa larga franja de pueblo que abarca el suroeste de la ciudad.
“Desde que yo nací esa loma de basura siempre ha estado ahí. Mi mamá me regañaba, porque, como muchachos al fin, a veces salíamos de la escuela y nos metíamos allí, lo mismo encontrábamos una sombrilla destartalada, que un arete, o flores plásticas, o una muñeca vieja… cosas que utilizábamos después para jugar a las casitas”, recuerda Yailén, una joven estomatóloga que hoy sigue viviendo en la misma calle que nació, pero “cinco casas más abajo”.
El escaso acceso al agua potable, la casi inexistente iluminación y el mal estado de las calles y pasajes, se cuentan entre las situaciones más preocupantes que distinguen al Condado. “Como te podrás imaginar, aquí les cuesta trabajo entrar hasta a las patrullas, así que requetemucho menos entra un dirigente con su carro a ver cómo se vive o, mejor dicho, cómo se malvive. Los carros de basura también se tardan demasiado para pasar”, reconoce.
Mucho antes de que el presidente de la República decretara el inicio de la coyuntura, ya Santa Clara se ahogaba en la basura. El 31 de agosto pasado, luego que la radio local catalogara de “deplorable” la higiene comunal, el director de la Empresa Provincial de Servicios Comunales justificaba la situación con la escasa disponibilidad de combustible, y explicaba que sería necesario alargar aún más los ciclos de recogida de basura.
Quince días después fue que llegó “la coyuntura”, y, como era de esperar, la situación se complejizó todavía más, de manera que el propio directivo en otra de sus comparecencias explicó que se tendría que recurrir a medios tracción animal (carretones tirados por caballos).
Según estimados de la dirección provincial de servicios comunales se necesitan unos 600 litros de combustible diariamente para recolectar los más de 1 300 metros cúbicos de desechos sólidos que la ciudad genera. Como quiera que los consejos populares Condado Norte y Condado Sur son de los barrios más densamente poblados, aquí se generan volúmenes demasiado altos de basura, la cual se amontona por semanas y hasta meses en cualquier rincón. En la ciudad solo se dispone de una treintena de “camas ampirol”, una especie de recolectores metálicos de gran volumen.
Siendo así, ni siquiera se contempla en los cálculos matemáticos de Comunales la recogida diaria de desechos en ciertas manzanas de estos y otros barrios de difícil acceso. De plantearse esa posibilidad, se necesitarían muchos más litros de combustible que los estimados actualmente por los directivos.
“Es verdad que con todo esto de la coyuntura la cosa se ha puesto más mala, pero aquí siempre fue lo mismo, a nosotros siempre nos trataron a punta de pie, siempre hemos vivido entre los escombros y los desperdicios. La suciedad de nuestros barrios nunca fue coyuntural”, sostiene Yailén.
“Que traigan los reyes a Barcelona”
La calle Barcelona también en el Condado santaclareño es una de las más concurridas de la ciudad. El mercadeo es el sustento de no pocos vecinos como Serafín, que viven al día vendiendo lo mismo refrescos instantáneos importados desde Panamá, que huevos, un termómetro o una resistencia eléctrica.
Según él, no hay lugar más sucio en toda la ciudad de Santa Clara que ese, ubicado a unos metros de su casa, y señala con su índice el “bajío” donde se interceptan la calle y el río Bélico. Justo en las inmediaciones de un puente desbordado por aguas pútridas, se acumulan grandes volúmenes de desperdicios de todo tipo.
“Y eso que estamos a sólo unos metros del hospital Oncólogico y el Cardiocentro, pero nada. Desde hace años lo hemos estado planteando y no se ocupan de solucionar el asunto. El gobierno no nos presta atención en absoluto, están muy ocupados en otras cosas”, explica.
“Dicen que ahora vienen los reyes de España a Cuba, y aquí la gente jaranea diciendo que ahora sí van a arreglar ese salidero, y recoger toda esa pudrición. Ojalá que traigan los reyes a Barcelona, para que vean como está la cosa aquí”, bromea Serafín.
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