La Ministra de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, María Elena Feitó Cabrera, ha acertado en las formas al disculparse públicamente porque un campesino cubano falleció sin poder cobrar su jubilación por las trabas de la poderosa burocracia comunista, que actúa con insensibilidad ante lo pobres y con diligencia ante poderosos y untadores.
El caso del campesino Santiago Ruiz Beltrán llegó hasta la leída sección "Acuse de Recibo", de José Alejandro Rodríguez, que ha hecho uno de los más crudos retratos del desamparo de los cubanos ante el poder y la burocracia criada a sus pechos; contra la que parece reaccionar la nueva titular de Trabajo con un comentario a pie de columna, donde pide disculpas públicas.
Feitó Cabrera alude en su respuesta a un llamado del presidente Miguel Díaz-Canel para no olvidar que, "como servidores públicos, nuestro mayor objetivo es el bienestar del pueblo".
Las formas ministeriales son irreprochables, aunque falla en el contenido porque bajo su responsabilidad se cometió el atropello contra un campesino enfermo de cáncer y la ministra no aclara si ha sancionado o sancionará, proporcionalmente, a los responsables del desaguisado que afectó severamente al jubilado sin poder cobrar su pensión porque, además, debió asumir con sus ahorros el coste de los desplazamientos para tratarse la enfermedad que acabó matándolo.
Ya sabemos que el castrismo dispone de abundante palabrería para justificar el desastre cotidiano que amarga la vida los cubanos y solo conoceremos si las palabras de la ministra son otro remiendo a lo inexplicable, o si realmente va a trabajar a favor de los cubanos y en contra de la burocracia comunista que -en los últimos años. se ha enriquecido cobrando a los ciudadanos por trámites que son su obligación.
Doña María Elena, felicidades por su ágil respuesta formal a una desgracia conocida a través de "Juventud Rebelde"; cuando pase el tiempo, podremos saber si usted va en serio contra los burócratas o acabará almondándose al estilo útil de gobierno que propugna la casta verde oliva, que-entre otras fruslerías- consiste en hacer perder el tiempo a los ciudadanos para que se les vaya la vida en buscar comida y hacer engorrosos trámites.
Santiago Ruiz Beltrán murió sin pensión, aunque ya su viuda disfruta la correspondiente a su dolorosa y reciente condición; mientras la burocracia respaldada por el gobierno y el partido comunista sigan amargando la vida de los cubanos, de nada valdrán disculpas a destiempo que -admiten formalmente- un error, sin profundizar en la raíz de los atropellos contra los ciudadanos.
Quizá la mejor manera de servir al pueblo sea librarlo de la pesada carga económica que implica mantener esa burocracia elefantiásica, parasitaria, fingidora y vive bien, que cobra por facilitar un modelo o planilla que, previamente, ha escondido convenientemente, y critica a Trump por todo, incluida su propia incapacidad e indolencia.
Y ya lanzada en las nuevas formas que reclama Díaz-Canel, la ministra podría analizar la conveniencia de suscribir el Convenio Iberoamericano de Seguridad Social, al que Cuba siempre se ha negado, y que facilitaría a cubanos residentes en España y otras naciones sumar a su pensión en el extranjero la correspondiente a sus años de trabajo en Cuba.
Los emigrados -señora ministra- son también pueblo; sobre todo ahora que el compañero Ernesto Soberón está organizando el enjuague de abril en La Habana.
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