Cuatro científicas cubanas velan por los resultados de las pruebas de coronavirus que se aplican en el occidente de Cuba. Su laboratorio de virología radica en el Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” (IPK) de La Habana.
La labor de médicos y enfermeras estaría incompleta y sería insostenible si no existieran otros profesionales en los servicios de salud como los laboratoristas. Entre ellos se han destacado en Cuba, en esta crisis por coronavirus, Celeste, Claudia, Melisa y Esther.
Existen en la isla tres laboratorios que realizan los diagnósticos de SARS-CoV-19. Hay uno en Villa Clara, otro en Santiago de Cuba y el del IPK, donde fueron diagnosticados los primeros casos positivos por coronavirus en Cuba.
Las doctoras María Guadalupe Guzmán Tirado y Sonia Resik fueron las portadoras de la noticia de los primeros casos al director del IPK. El laboratorio de virología les confirmaban el diagnóstico positivo en COVID-19 de tres turistas italianos, el pasado 11 de marzo.
El gobierno cubano emitió un comunicado en la edición estelar del Noticiero Nacional de Televisión (NTV) e informó que los pacientes contagiados con coronavirus habían llegado a Cuba el 9 de marzo, se habían hospedado en Trinidad y ya estaban ingresados en el IPK.
La noticia estremeció al país y a los cubanos en el exterior, por sus implicaciones para la vida en Cuba, su posible efecto en el sistema de salud pública y su connotación social pues la población no posee los recursos para hacer frente a una cuarentena sin precedentes.
La vida profesional y privada de Celeste, Claudia, Melisa y Esther cambió radicalmente. Su laboratorio de virología se convertía en un puesto de mando que hasta hoy no se detiene. Los turnos de trabajo de estas científicas son de 24 horas y se alternan para poder descansar.
Tienen una alta exposición al virus, por lo que deben cumplir estrictos protocolos de seguridad para preservar su salud y para no contaminar ni confundir las muestras. A estas mujeres en el IPK solo se les puede ver a través de un cristal.
En su trabajo necesitan una alta concentración pues analizan cada día centenares de muestras. El virus pasa por sus manos una y otra vez, por lo que cualquier error puede tener consecuencias para ellas y para los pacientes.
Detectar cada caso, contabilizarlo, estudiar las muestras, comparar los estudios entre naciones es un trabajo duro, que no se hace de un día para otro. Lleva tiempo, dedicación y muchos recursos.
Los laboratoristas de todo el mundo trabajan con mucha tensión. En primer lugar, porque es muy importante no confundir un paciente con otro, pues se trastocaría el diagnóstico y puede provocar la reacción en cadena de otros contagios.
En segundo lugar, porque trabajan con el virus activo y corren un alto riesgo de contagios a pesar de las medidas de seguridad. En tercer lugar, en el más silencioso secreto, porque temen enfermar a sus familiares si se contagian ellos.
Cuba trabaja para mantener la capacidad de diagnosticar 1000 muestras diarias. El ministro de salud cubano ha informado en conferencia de prensa que nuevos laboratorios podrían incorporarse a la detección de casos de coronavirus en la isla, si fuera necesario.
El trabajo de laboratoristas y científicos, cubanos y del mundo, es arriesgado. Lo hacen cada día en tiempos de coronavirus y en tiempos de paz, porque encontrar respuestas a lo que nos ataca hoy no es solo la solución del presente, puede ser también la salida a futuras epidemias.
El coronavirus se extiende por Cuba y estas mujeres lo saben desde el primer día. Hallarlo en su laboratorio por primera vez debió ser un momento difícil, de esos en que te tomas un minuto para callar, mientras piensas “está aquí, en mis manos y es terrible”.
Pero la ciencia no descansa y eso también lo saben Celeste, Claudia, Melisa y Esther. Así que se levantan, informan y vuelven a sus puestos para encontrar el virus una y mil veces, hasta que un día, por fin, de esta pandemia solo les quede poner la última nota en un texto científico o en un informe burocrático que nunca verá la prensa.
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