El gobierno cubano ha aprovechado la Semana Santa para imponer un toque de queda gradual, con el cese de las actividades diarias y reclusión de los ciudadanos en sus casas, a partir de las seis de la tarde; con las excepciones de gasolineras, tiendas virtuales, remesas de divisas y la venta de comida a domicilio y para recoger en hoteles, restaurantes y cafeterías, que cerrarán a las ocho de la noche.
Los artículos de primera necesidad se empezarán a vender en tiendas de barrios y pueblos, como viene ocurriendo en los últimos días, racionados a dos por persona, aunque se paguen en CUC o divisas extranjeras, decisión que ha provocado largas colas para comprar pollo y la intervención policial para impedir que una misma persona marque dos veces en la fila y "acapare".
Mientras dure la epidemia, aunque el gobierno y la prensa que paga insiste en eufemismos como "transmisión autóctona limitada", "fase pre epidémica" o "nueva fase epidemiológica" -entre otras ñoñerías habituales-, los cubanos no podrán comprarse ropas y zapatos porque las tiendas solo venderán alimentos y artículos de aseo, incluidos combos de ambos géneros, de los que no ha se conoce productos ni precios.
Las autoridades no han explicado cómo han regulado los velorios, entierros y ceremonias religiosas que deban celebrarse en ambos eventos luctuosos, teniendo en cuenta que implican concentración de un grupo de personas en espacios confinados de funerarias y áreas delimitadas en los cementerios.
En los hospitales se han habilitado cafeterías y restaurantes con platos, bebidas no alcohólicas y sandwiches de calidad y se ha vendido una primera jaba con alimentos y artículos de aseo al coste de 500 pesos cubanos, precisó una fuente del MINSAP.
La ministra de Comercio Interior Betsy Díaz Velázquez explicó en la Mesa Redonda del 9 de abril, que cerrarían los grandes centros comerciales de La Habana, como Cuatro Caminos, Carlos III o La Puntilla e informó que su ministerio está evaluando aplicar idéntica medida en el resto de la isla, pero recordó que el 94% de las ventas cubanas se realizan de modo presencial y que Cuba solo posee trece tiendas virtuales de alimentos, aseo y vestuario.
Las gasolineras permanecerán abiertas las 24 horas, medida inexplicable en las actuales circunstancias de cese del transporte estatal y privado; y cuando manteniendo abiertas un pequeño número por provincia y en Isla de la Juventud, bastarían para abastecer a los vehículos autorizados a circular, incluidos los de los altos cargos del partido comunista, militares y el gobierno.
Los cubanos no podrán tomarse ni un trago de ron en bares, pero si podrán comprar cervezas y licores en tiendas físicas y virtuales y quizá eso explique la apertura de gasolineras las 24 horas, pues en muchas de ellas se venden pequeños envases de cartón con ron Planchao, la droga menos cara al alcance de la mayoría empobrecida.
Las cafeterías estatales y privadas que prestaban servicio todo el día, tendrán que reducir su jornada a 12 horas diarias, que seré en horario diurno, pues la gastronomía cierra a las ocho de la noche.
Las tiendas Panamericanas cerrarán a las cinco de la tarde, excepto las ubicadas en los servicentros Oro Negro, que lo harán una hora después, pero los ponches de ruedas solo podrán ser reparados entre las nueve de la mañana y las tres de la tarde.
El comercio electrónico, incluidas las 80 tiendas de cobros con tarjetas de crédito y débito, abiertas en el segundo semestre del año pasado, se mantienen en funcionamiento, pero sin precisar sus horarios, plazos y coste del servicio de entrega; mientras que las tiendas Photoservice cerrarán, tras permanecer abiertas en medio del azote de la epidemia de coronavirus.
El envío de remesas monetarias a través de Wester Union, transferencias bancarias y giros postales permanecerán abiertos, para facilitar el envío de dinero desde la emigración cubana a sus familiares y amigos en la isla, que también podrán seguir recibiendo las recargas telefónicas vía ETECSA y sus corresponsales en el extranjero.
De momento, solo se salvan peluquerías y barberías, que podrán decidir su cierre o mantener abiertas sus puertas, pero respetando las medidas sanitarias y de protección implantadas por las autoridades frente al coronavirus, dispensa que no deja de ser un guiño a la belleza en medio de tanta incertidumbre y fealdad.
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