A José Miguel Fernández le pueden achacar que le falta raw power, que es lento y carece de posición en el diamante. Todo eso es verdad, por más que en Cuba cierta prensa llegara a calificarlo de slugger y aun se pretendiera convertirlo en torpedero. Sin embargo, lo que nadie le puede negar es que batea.
Después de un breve paso por la MLB con los Angelinos de 2018 (36 partidos y promedio de .267), el zurdo decidió recalar en la liga sudcoreana y allá se vistió de Julio César (por aquello de “veni, vidi, vici”) con la camiseta de los Doosan Bears.
Su rendimiento fue impactante. Acabó segundo en average con .344, lideró en imparables con 197 (récord para extranjeros en la KBO), e igualmente quedó entre los primeros de la fila en porcentaje de embasado (.409) y OPS (.892).
El equipo -¡faltaba más!- optó por renovarlo, y he aquí que el cubano apunta nuevamente en grande, tal como se desprende de sus ocho hits en solo 13 turnos en el recién iniciado campeonato asiático (por cierto, su compatriota Odrisamer Despaigne lanza actualmente allí con el KT Wiz).
La excitante combinación de disciplina y contacto de Fernández, que antes lo llevó a vestir el uniforme del team Cuba, ha conseguido mantenerlo a flote en el béisbol profesional una vez rebasada la barrera de los 30 años. Véalo en cifras: en Cuba negoció 263 boletos y se ponchó en 113 ocasiones; más de un lustro después, en Sudcorea acumula 61 bases y 54 strike outs.
Los Bears son uno de los tres equipos de Seúl que participan en la KBO. No ganaban desde 2016, pero tras agenciarse la temporada previa ahora sueñan con retener el banderín. Un cubano gravita en el centro de sus ambiciones.
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