Juana Bacallao, que nació con nombre de vikinga habanera: Neris Amelia Martínez Salazar es la vedette insoslayable de Cuba porque reúne, en su cuerpo menudo y lengua rimbombante, ese ballet eterno del Negrito y y el Gallego; pero sin desafinar una nota y sin dar un mal paso porque ella se enamoró una sola vez de un solo hombre; como aquellas heroínas de radionovelas que pintaba Félix B. Caignet con colores de mangos bizcochuelos y dictum de arabesca indiana.
Juana de Cuba, 95 años, lo aguanta todo, incluidos aquellos tec a tec en el legendario cabaret Tropicana con los mandatarios de Argentina, Raúl Alfonsín, y de Granada, el asesinado Maurice Bishop.
En el primer caso, Fidel Castro tenía el dato que Alfonsín -médico de profesión- era un hombre de hábitos saludables y que se acostaba temprano; asi que Protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores negoció el programa con el gobierno argentino, sin prácticamente actividad nocturna. Pero el visitante rompió el esquema pidiéndole al anfitrión conocer Tropicana.
La comitiva se improvisó en pocos minutos y un cuarto de hora más tarde, llegaban Castro y Alfonsín al centro nocturno donde Juana Bacallao cantó y bailó como ella sabe hacerlo y, al terminar su actuación, el animador del show tuvo la ocurrencia de preguntar: ¿Juana, cómo te sientes en esta noche tan especial para los trabajadores de Tropicana?
Yo, encantada de actuar para nuestro primer ministro -dictador del universo- y todos sus secuaces... Fidel Castro reaccionó como un resorte, casi corrió al escenario y besó y abrazó a Juana de Cuba.
Con Bishop la secuencia fue diferente, solo le dijeron que estaba -entre el público- el entonces Primer Ministro de Granada y ella se deslizó entre las mesas, se plantó ante el mulato barbado y cantó: Granada, tierra soñada por mí; mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti...
Obviamente, Bishop no entendía la letra y comenzó a palmear y contonearse suavemente, como buen Caribe. Juana Bacallao cortó la canción y le dijo: Óigame señor, cuando a uno le tocan el himno de su país, tiene que ponerse serio y en atención, como todo el mundo...
Pero Juana Bacallao es -junto a Beatriz Márquez- la cantante cubana que jamás desafina; el Tosco que la ha acompañado varias veces, cuenta cómo es capaz de parar en medio de una canción, ponerse a descargar con el público y volver al número justo en el tono que la dejó.Y esa cualidad es innata porque nunca estudió música; como pasaba con Benny Moré y Oswaldo Farrés, por ejemplo.
Quizá el personaje habanero y deslenguado que encarna impida conocer al gran público que es una dama sentimental hasta la médula y que toca -con igual acople- el piano y la tumbadora, donde sus manos pequeñas florean y golpean ritmicamente en ese contrapunteo cubano del azúcar y el tabaco que ella simboliza, como figura del teatro bufo.
Juana Bacallao vence todo: Su orfandad de padres a muy temprana edad, su internamiento en un colegio de monjas que le dieron modales y una manera de mirar que ella descubre cuando se relaja; el realismo socialista, el cierre de los cabaret cubanos, la escasez de maquillaje y pelucas.
Y hasta los problemas de sonido que tanto angustiaban a Tito Gómez o al maestro Obdulio Morales Ríos con quien Cuba está en deuda por haber descubierto, cantando mientras baldeaba unas escaleras de La Habana, a una señora capaz de arremangarse el vestido hasta la cintura y exigir al público del segundo show Salón Rojo del Capri: ¡A ver; mírenme bien! ¿Qué tiene Sarita Montiel que no tenga yo?
Y Juana tiene, tiene ritmo, tiene gracia, tiene afinación,tiene dulzura e ingenio; quizá por eso, una noche remota en el cabaret Las Vegas, rodeada de toda la farándula y canalla que abrevaba allí, tras ir acabando los shows en diferentes centros nocturnos de La Habana, se confesó: Ahora andan con el lío ese de Juana de Cuba, todos somos de Cuba, y yo lo que soy es una ceiba que se quedó chiquitica...
¿Qué opinas?
VER COMENTARIOS (3)Archivado en: