Tristemente nos ha llegado la noticia del fallecimiento en Miami de la vedette de Cuba, Rosita Fornés. Me impacté. La había visto en el homenaje que se le rindiera al maestro Memé Solís por sus 60 años de vida artística, la vi cuando le nació su último bisnieto; siempre afable, siempre sonriente…¡siempre artista!
Porque eso era Rosita, una inconmensurable artista.
Desde pequeñita fue mi paradigma y, aunque no lo logré ni remotamente, yo quería ser como ella. En la recién nacida Televisión Cubana, mi mamá, su fan número uno, no se perdía sus programas, entre ellos Desfile de la Alegría, Su Noche Favorita y la Comedia del Domingo.
La admiré cantando coplas o cuplés, boleros o canciones, guarachas o tangos. Su versatilidad era tal que, a la par, se adueñó del género lírico.
Hizo suyas las zarzuelas, operetas y comedias musicales, tanto fue así que Las Leandras parecía haber sido compuesta para ella; su Hello Dolly no tenía nada que envidiarles a los mejores espectáculos de Broadway, era una encantadora Ana de Glavarys en la Viuda Alegre o la mejor Duquesa Carolina en Luisa Fernanda.
Mi primera entrevista con ella fue en el Teatro Nacional al retirarse, precisamente, de este género que tantas emociones le brindó: “hay que saber irse a tiempo antes de quedar mal ante un público que siempre me ha respetado y al cual me debo. Todavía puedo interpretar canciones, actuar, pero ya el género chico quedó detrás. Es una etapa inolvidable, pero soy una mujer consecuente”.
Aunque esa fue mi primera entrevista, yo había conocido a Rosita hacía años cuando le expresé a Chiquitina, Rosa María Medel, su única hija (aunque ella también consideraba como tal a la de Armando Bianchi, su gran amor y compañero en la vida) toda la admiración que yo sentía y cuánto daría por poder llevarla a una actividad que había en el círculo infantil de mis hijos, pues como yo era periodista, la directora me había solicitado llevar a alguien famoso.
¡Cuál no sería mi sorpresa cuando Chiquitina me dice: "toma el teléfono y llámala. Ella estará muy feliz de ir!" Yo la miré incrédula y no perdí tiempo. Les confieso que cuando la escuché me sentí avergonzada ¿Cómo la vedette de Cuba iba a querer ir a un modesto círculo infantil?
Pues no solo fue, sino que cantó, actuó, cargó a los bebés, se retrató con todas las seños y del ramo de flores que le obsequiaron, me regaló la rosa más hermosa para que se la pusiera a mi mamá.
A partir de ahí, Rosita Fornés entró en mi vida de otra forma: era la amiga, la madre. Por ella conocí anécdotas de grandes, inmensas figuras del arte universal.
Una vez, en una de nuestras tertulias a propósito de su cumpleaños 80 y tantos, no preciso cuál, le pregunto sobre lo que se habla del carácter de otra que nunca morirá, la Única, Rita Montaner.
Rosita Fornés, con aquellos juguetones ojazos claros, movió sus manos y me dice: “yo sé por dónde tú vienes. Mira mi cielo, cada persona es un mundo, cada persona tiene su carácter, nadie es totalmente bueno ni malo. Yo guardo los mejores recuerdos de Rita, incluso, yo participé en su homenaje y ella, sin apenas poder, me abrazó y me dio estímulo para seguir adelante. Lo que diga la gente échalo en el saco del olvido”.
Yo conocía muchas anécdotas de boca de testigos presenciales de hechos, de encuentros, pero asimilé sus palabras y seguí con otra pregunta. Y es que jamás Rosita Fornés habló mal de sus colegas, quienes, por cierto, siempre han reciprocado a la vedette. Fui testigo de largas charlas entre ella y su amiga del alma, la inolvidable Celia Cruz, su hermana como ella misma decía, pues nunca le importó quién estaba allá o acá: “todos somos iguales, estemos donde estemos, somos hijos de Dios y somos cubanos”.
Sus papeles protagónicos en aquellos Teatro ICR despertaban la mayor de las teleaudiencias; tantos y tan variados roles que, imposible sería, enumerarlos.
En su larga existencia de casi un siglo compartió amistad y trabajó con grandes figuras de la cultura cubana: el Bola, Luis Carbonell, Celia Cruz, Olga Navarro, María de los Ángeles Santana, Germán Pinelli, el Benny, Esther Borja, los maestros Rodrigo Prats, Ernesto Lecuona, Adolfo Guzmán.
¡Indiscutiblemente, nuestra Rosita jugó todo el tiempo en las Grandes Ligas de lo más excelso de nuestro arte!
Sería imposible como dije, enumerar detalladamente su trayectoria, por lo que cierro con la última entrevista que le hice a raíz del homenaje que por sus 80 años de vida artística recibió en el Gran Teatro Alicia Alonso, en marzo del pasado año.
“¡El cariño que me ha dado mi pueblo a través de los años: eso me sostiene; solo les he devuelto una pequeña parte de lo mucho que me han dado!... Llevar por el mundo con orgullo mi cubanía es una de mis mayores satisfacciones. Estoy feliz, agradezco esta noche, donde las ovaciones superaban mi voz. Agradezco a los artistas, a todo el elenco, que me han hecho recordar muchas de mis interpretaciones; a Raúl de la Rosa, director que siempre me ha acompañado. No puedo salir a escena, no puedo. Ha sido demasiado para mí, muchas emociones, muchas”, me dijo en esa ocasión.
Murió donde nació, en Estados Unidos, pero la que se fue físicamente es la más cubana de las cubanas que he conocido. Así lo quiso, así fue. Descansa en paz Rosita Fornés, la eterna vedette de Cuba, amada y respetada por todo un pueblo, de aquí y de allá, y como ella cantaba en su muy particular interpretación de Hello Dolly…¡Rosa no se irá jamás de aquí!
¿Qué opinas?
VER COMENTARIOS (1)Archivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.