El vicepresidente Salvador Valdés Mesa cree que Cuba vivirá de lo que produzca y que la condición de "país agrícola" deberá ser suficiente para autosustentarse.
Durante un recorrido por la central provincia de Villa Clara, el vicepresidente insistió en que la situación actual impide que se compre en el mercado internacional el alimento necesario y que los campesinos deben hacer producir la tierra. Se comerá lo que se produzca, insistió el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC),
Una vez más el paternalismo, atribuido a las canas y arrugas del PCC, les permite humillar a los que están por debajo de la cadena de mando. Como si fueran visitantes de otra galaxia que vienen solo para observar, recomendar y marcharse, los altos funcionarios de guayabera y camisas de cuadros parece que hablan de una hambruna lejana.
Los burócratas exponen ante las cámaras los planes de producción de arroz y otros cereales, de viandas y hortalizas como si los números llenaran los platos vacíos de los ciudadanos y mencionan hectáreas, caballerías y otras unidades de medida con la naturalidad que requiere el alto mando del país, para hacer creer que "la batalla está vencida".
La fórmula oral de Valdés Mesa es muy fácil: Capital humano y científico formado por la revolución, buenas tierras, agua, experiencias y voluntad política. "Saldremos victoriosos", dijo y todos los que le rodeaban asentaron con la cabeza.
Si hacer producir la tierra fuera tan fácil hoy la isla no tuviera que comprar en el mercado internacional cada grano de arroz que el cubano se lleva a la boca, ni suspirara con añoranza cuando recuerda tubérculos como la papa y se conformara vagamente con el plátano como acompañante de las comidas, eso sí, cuando aparece.
Cuba atraviesa una crisis alimentaria muy similar a la que vivió en la década del 90, y miles de bocas exigen comida en mercados y tiendas, precios acorde a los deprimidos salarios, soluciones eficaces por parte de las autoridades y menos asedio al sector privado, que es capaz de solucionar gran parte de la situación si el gobierno dejara de jugar a los policías y ladrones.
Desde que Raúl Castro reconoció en julio de 2007 que los campos de Cuba solo tenían marabú y que la tierra debe producir, muchas lunas han pasado. Sin embargo, allí siguen incapaces de responder a la demanda mientras las madres cubanas se lleven las manos a la cabeza cada día para pensar qué dar de alimentar a sus hijos.
Según el discurso oficialista, "la limonada es la base de todo", pero un gobierno que no es capaz ni de producir los limones necesarios ¿a qué aspira?
La retórica comunista no llena los estómagos y la burocracia solo entorpece el camino hacia la posibilidad de que los cubanos tengan la vida digna que tanto añoran, pero que no exigen por el riesgo que implica salir de esa "zona de confort" virtual que el sistema le hace creer a muchos.
En Moa, Holguín, una representación de la sociedad decidió romper con el miedo y salir a exigir sus derechos porque hay falta de alimentos. No es el inicio de una Primavera Árabe caribeña, pero quizás es un pequeño vestigio de que las mentes van cambiando y que el ciudadano común, ese que cada mañana se levanta a sobrevivir, dejó de tener fe ciega en un gobierno que no cumple sus promesas.
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