El lema Quien mucho abarca, poco aprieta presidió la "Mesa Redonda" celebrada ayer con las ministra de Finanzas y Precios y la presidenta del Banco Central de Cuba, para explicar las acciones que deberán impulsar ambos organismos como parte de la “estrategia” del Gobierno de Díaz-Canel.
A pesar de que los dirigentes castristas no hacen más que hablar de su “estrategia”, justificar sus bondades, afirmar que cuenta con el máximo apoyo popular y que demandan un cambio “en la manera de pensar y de actuar”, lo cierto es que las propuestas en la Mesa Redonda de este martes no son adecuadas para mejorar el funcionamiento de la economía cubana. Sino, todo lo contrario.
Para empezar, ese empeño en dar consistencia a aquello que no es eficaz, carece de sentido. La “estrategia”, como ya se ha expuesto en varias ocasiones, supone un aumento de la centralización e intervención de la política en la economía, un camino que se ha transitado durante 61 años y que ha dado los resultados de todos conocidos.
Pensar que los elementos de planificación centralizada, autarquía económica, “regulación” del mercado, complementariedad de los agentes económicos (cuando existen diferencias muy importantes entre ellos), dar mayor autonomía al sector empresarial estatal, o ese incentivo a la competitividad que no se acaba de definir del todo, puedan mejorar el funcionamiento de la economía cubana es querer abarcar mucho, sin apretar lo necesario.
Por eso, cuando la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños proclamó la necesidad de un “presupuesto flexible”, para lo que anunció 30 medidas, de ellas once en el sistema presupuestario, hay que echarse a temblar.
La razón es obvia: El presupuesto estatal cubano representa más del 75% del PIB, es decir, la economía nacional en su conjunto depende del estado. No hay márgenes para la política fiscal, y así y todo, anunciar 30 medidas nuevas. ¿Para qué? No se les ocurre otra cosa para mantener bajo control la actividad económica e impedir que florezca. Justo lo contrario que dicen.
La ministra dijo que busca “mecanismos que prioricen la sostenibilidad fiscal en la concepción y diseño de los ingresos y egresos del Presupuesto del Estado”. Y lo tiene fácil. Bajar los impuestos sobre los pequeños emprendedores, eliminar la fiscalidad no tributaria que recae en las empresas y por la misma razón, suprimir los subsidios a todos los productos y servicios, aproximando su valor al mercado.
Decisiones de este calibre, acompañadas de la mejora salarial correspondiente a los trabajadores, deben servir para proporcionar más ingresos al estado y, sobre todo, sostenibles. Lo que están haciendo ahora es ahogar la economía.
Por ejemplo, se puede valorar positivamente la propuesta relativa a que no solo se van a “financiar los gastos sociales sino impulsar el desarrollo económico”. Esta es una cuestión que no admite discusión. Lo que destina el gobierno comunista cubano a inversiones en términos de PIB, alrededor de un 10% en los últimos años, es menos de la mitad de lo que hacen los países de América Latina. Solo se pueden garantizar lo que llaman “logros sociales” de la revolución, invirtiendo más en infraestructuras y desarrollo. A ver si es verdad.
Entrando en harina, la ministra reconoció que la COVID-19 ha exigido manipulaciones del presupuesto de 2020, sin indicar cifras y ha hablado de la necesidad de “más racionalidad en los gastos y buscar más prioridades”, al tiempo que ha defendido los gastos asociados con la pandemia, que alcanzaron un importe de mil millones de pesos, utilizados en garantizar no solo la atención a los enfermos, sino también a los sospechosos y al personal médico, así como la producción de medicamentos. La cifra parece corta.
Es posible que el gasto haya sido superior, y que el desajuste del presupuesto, aunque no se ofreció información, se haya ido a un déficit en términos de PIB cercano al 20%. Habrá que esperar los datos oficiales del ejercicio.
También habló del “programa de fortalecimiento de la contabilidad en el país, para lograr disciplina contable-financiera”, de “la apuesta por el desarrollo local” que ha sido uno de los ejes del discurso de Díaz-Canel desde hace unos días, incluyendo la “posibilidad de acceder a mecanismos adicionales de financiamiento a corto plazo, mediante créditos bancarios o Letras del Tesoro” para que los municipios tengan la capacidad de endeudarse.
Endeudarse, ¿para qué? Si los municipios tienen superávit y no déficit como el Gobierno central. Aviso a los dirigentes municipales. Vienen por su dinero.
La ministra dijo que “se permitirá disponer para determinados proyectos que se diseñen con criterio de rentabilidad, un régimen de reintegro de los recursos asignados desde estos fondos”. ¿Es que no se hace actualmente? ¿Qué criterios se utilizan para priorizar los proyectos si no están asociados a la rentabilidad, económica o social?
Si no se obtiene rentabilidad de los proyectos, y por tanto, se logra ese “régimen de reintegro” del que habla la ministra, ¿qué sentido tiene invertir? Tampoco explicó mucho de este asunto controvertido.
Después llegó el turno de hacer referencia a los incentivos fiscales destinados a los actores que produzcan bienes o presten servicios exportables. En concreto, expuso, al aplicar la bonificación en el Impuesto sobre Utilidades:
- Entre 10% - 40%: Empresas estatales, sociedades mercantiles cubanas productoras de bienes y prestadoras de servicios con destino a la exportación y la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
- Entre 10% - 30%: Empresas mixtas y contratos de asociación económica internacional.
- Entre 5% - 20%: Cooperativas que producen bienes exportables o con destino a la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
Y una bonificación al aplicar el Impuesto sobre los Ingresos Personales.
- Entre 5% - 15%: Trabajadores por cuenta propia y otras personas autorizadas.
Por otra parte, la ministra señaló que está en vigor la resolución que dispone incentivos fiscales a las empresas de alta tecnología, con la siguiente escala:
- Aplicar un tipo impositivo del 15% para el pago del Impuesto sobre las utilidades.
- Eximir del pago del Impuesto sobre Ventas cuando corresponda.
- Eximir del pago de aranceles por concepto de importación de equipamiento y tecnologías.
También destacó la importancia de “diseñar estímulos fiscales que contribuyan al desarrollo y empleo de las plataformas digitales de pago y al comercio electrónico, incluidos los aportes al Presupuesto del Estado", más incentivos fiscales a la minindustrias de alimentos, e incluso habló de mecanismos “para penalizar la improductividad”, con iniciativas como “generalizar para el próximo año el impuesto por la ociosidad de la tierra e incrementar las cuantías de pago existentes”.
Observando estos incentivos, se puede comprobar que el sector estatal sale claramente beneficiado de los mismos, mientras que el no estatal queda en situación de agravio, olvidado. Tal vez se debería revisar el contenido y la escala de los incentivos, si bien conviene tener en cuenta que, en términos absolutos, no representan más que “calderilla” en momentos como el actual.
En cuanto al sistema de crédito público, la ministra se refirió a la instrumentación del mercado de deuda pública, autorizando la participación de las empresas en la adquisición de bonos soberanos de la República de Cuba, así como la incorporación paulatina de personas naturales “para diversificar la participación de los actores económico en la financiación de los déficit presupuestarios y contribuir a la sostenibilidad fiscal”.
Es evidente que el Estado cubano necesita financieros de debajo de las piedras para su gigante déficit. Exigir a las empresas la compra de estos bonos, e incluso a personas naturales, presenta un afán recaudatorio que habrá que analizar con detalle cuando se publiquen estadísticas oficiales.
En materia de política de precios, volvió a decir lo mismo de siempre, que su ministerio, probablemente el único de todos los países del mundo con competencias en la formación de precios, quiere conseguir una “gradual política de precios única, inclusiva y en igualdad de condiciones para todos los sujetos de la economía, tanto del sector estatal como no estatal”.
Y para ello “se busca flexibilizar gradualmente los actuales niveles de descentralización de aprobaciones de precios, aunque el Estado seguirá regulando aquellos precios de productos muy sensibles para la población”, pese a que ello puede suponer desajustes en oferta y demanda. Una de cal y otra de arena.
Pero Bolaños dejó un claro aviso a navegantes: Los mecanismos de control e inspección de precios serán potenciados, e incluso se refirió a un “control popular” de los precios para hacer frente a “las violaciones, en especial los precios abusivos y especulativos, derivados en no pocos casos de actividades económicas ilícitas”.
Una advertencia que tiene poco que ver con esa mayor flexibilidad y descentralización de la que hablan todos los ministros. Los mecanismos de control “popular” de precios son de las trabas más importantes que se tienen que eliminar.
La ministra habló de potenciar productos del seguro destinados al sector no estatal, que brinden protección a sus activos, labor productiva y a sus trabajadores. El seguro está prácticamente sin desarrollar en Cuba, y parece que su consideración ahora tiene que ver con las pensiones.
En concreto, Bolaños explicó que se trabaja para reducir la “participación relativa del estado en el financiamiento de la seguridad social, a partir de identificar nuevas fuentes para su financiamiento como el seguro de vida” y dijo que la contribución, alrededor de siete mil millones de pesos para pensiones y jubilaciones, “ha sido mucho más elevada que la contribución de las personas”.
Es fácil comprobar que la ministra nada contracorriente de otros sistemas que, precisamente, han descubierto que las tendencias demográficas al envejecimiento en los mercados laborales, impiden consolidar sistemas de financiación basados en el reparto entre trabajadores.
Tras la ministra, intervino, con mucho menos tiempo, la presidenta del Banco Central de Cuba, Marta Wilson, para explicar algunas de las estrategias a seguir por su institución.
Para la directiva del Banco Central de Cuba lo único importante es “cumplir los lineamientos de la política económica y social”. En este punto se podría haber apagado la emisión del programa, pero interesaba obtener información de lo que van a hacer con relación al ordenamiento monetario, el cumplimiento de la política crediticia, la creación y desarrollo del mercado de deuda pública, el impulso a la bancarización y los medios electrónicos de pago.
Temas que el Banco Central tiene como competencias porque, en Cuba, la política monetaria recae en el gobierno.
Respecto a la política monetaria, no explicó qué sentido tiene autorizar tiendas que venden en moneda libremente convertible y los efectos que ello tendrá sobre los valores de las monedas, en concreto CUP y CUC frente al dólar.
De la política cambiaria no aclaró si ya se tiene una idea del cambio del CUP con el CUC en el proceso de unificación, y de este solo dijo que “se avanza en la unificación monetaria y cambiaria, para lo cual existe una estrategia que ya tiene identificados los retos de alta complejidad”, pero esto ya se está haciendo desde 2011, y no parece que en las condiciones actuales sea propicia la unificación.
Al comentar la quita del gravamen del 10% al dólar norteamericano, Wilson y Randy Alonso coincidieron en destacar que ha tenido "una gran aceptación popular". ¿Cuán equivocado estaba Fidel Castro?
Wilson dijo que el Banco Central de Cuba trabaja en “perfeccionar la programación monetaria y las herramientas estadísticas para lograr análisis y estimaciones más precisos sobre las variables que inciden en el equilibrio monetario del país para lograr un mejor conocimiento de las necesidades de liquidez en la economía nacional”; algo así como el mapa de recursos de Malmierca.
Igualmente habló de “continuar perfeccionando el mercado interbancario, de manera tal que permita gestionar con mayor eficiencia los desequilibrios temporales de liquidez”. Habría que ver si este tipo de afirmaciones tiene sentido, ya que no se entiende bien cómo los bancos estatales cubanos, con una financiación procedente del mismo origen, se van a prestar dinero entre ellos a tipos competitivos para paliar puntas de tesorería que seguramente los afectarán a todos.
Un interbancario en Cuba es una majadería comunista, tal y como están las cosas.
Habló de medidas como la implementación del mercado de deuda pública, así como el diseño de un mercado cambiario en la medida en que el peso cubano alcance un mayor nivel de convertibilidad. Incluso hizo referencia a la creación de un fondo de reservas internacionales que permita respaldar el esquema cambiario establecido en cada momento.
Empezar la casa por el tejado, poco responsable cuando se trata de cuestiones monetarias y financieras.
También se refirió a la entrega de créditos al sector agrícola, con la propuesta de una vieja idea que podría funcionar, la creación o especialización de un banco en este sector, de manera que garantice los financiamientos para que los préstamos vayan directamente al productor.
Una sorpresa, la presidenta del Banco Central reconoció que el sistema bancario cubano tiene “créditos de mala calidad registrados en los bancos” y que se está trabajando en fórmulas para su eliminación, como el “fortalecimiento del sistema de garantías para los bancos e implementar en ellos un programa de capitalización para que puedan responder mejor a los retos actuales”.
Por último, anunció que otro propósito esencial está en consolidar el comercio electrónico, sobre el cual dijo que la plataformaTransfermóvil ya registra más de 800 mil clientes y mantiene sus bonificaciones entre un 4% y un 10% en sus transacciones.
Me quedé hasta el final esperando que alguien dijera algo de cuándo y cómo se va a pagar la deuda del Club de París. El asunto, ni se mencionó. Estas mesas redondas abarcan demasiado, pero aprietan poco; aunque al menos nos hemos enterado que van a intentar fabricar cajeros, su software y repuestos en la industria nacional.
Una noticia que podría ser alentadora, siempre que no ocurra con el plástico de las tarjetas bancarias para comprar alimentos y otros artículos de primera necesidad en las flamantes tiendas MLC.
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