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Los diccionarios definen "tángana" como un griterío, alboroto o escándalo acompañado de desorden y confusión. En Cuba, el término se hizo famoso durante los años 30 del siglo pasado, con las protestas estudiantiles contra la dictadura de Gerardo Machado. No se entiende muy bien por qué, de pronto, la propaganda del régimen cubano ha usado esa palabra para nombrar la concentración oficialista convocada ayer en el Parque Trillo.
Presentada como respuesta espontánea de la juventud cubana (la verdadera, la "auténticamente revolucionaria", no los casi 400 artistas e intelectuales que días antes se plantaron a las puertas del Ministerio de Cultura para apoyar al Movimiento San Isidro y demostrar, de paso, que la unanimidad oficial suena a hueco), el evento contó con la "sorpresiva" aparición del presidente Miguel Díaz-Canel, envuelto en un conjunto de pullóver alegórico a la bandera y gorra a juego, que deben haberle recomendado los asesores del MININT, siempre tan jodedores.
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Merece destacarse que, de manera sumamente "espontánea", de pronto las medidas epidemiológicas contra el COVID-19, en nombre de las cuales se mantienen retenidos en sus casas a los activistas de San Isidro y simpatizantes de su causa, dejaron de existir, como si una "inmunidad de rebaño", nunca mejor dicho, hubiera conquistado el Parque Trillo. Las máscaras, ya se sabe, son importantes aliados contra el virus, y allí, incluso quien no llevaba nasobuco estaba enmascarado.
Pero aunque la prensa oficialista repita una y otra vez la palabra "espontánea", aunque Cubadebate invite en las redes a "no perderse este momento cuando el presidente Miguel Díaz Canel sorprendió a los jóvenes", hay suficientes evidencias de que la concentración en el Parque Trillo fue una acción concertada y, como recordaba algún tuitero, pagada con el presupuesto oficial.
Detalles organizativos: sobran las evidencias de movilización preparada, de la "milagrosa" aparición de equipos de audio, carpas, banderas y pancartas, y del acarreo de gente-bulto (el diario independiente 14 y medio consiguió buenas fotos in situ de los autobuses).
Sobre la promoción, ni hablar: todos los medios oficialistas no hablaron de otra cosa durante horas. Griterío, confusión y mentiras, lo que mejor se les da. En la tribuna y debajo, mucho militante vestido con las remesas de Miami.
No parece que el urgente informativo de la TV cubana ni la repentina manifestación de ayer hayan conseguido convencer -ni asustar- a todos aquellos que reclamaron, y siguen reclamando, un diálogo sin cortapisas con las autoridades, y a quienes vieron en la represión contra San Isidro una señal de que sus propias libertades estaban en peligro. Al respecto, me limito a citar este elocuente comentario del periodista y editor Jorge Fernández Era:
El tuitero Sánchez, asqueado por la manipulación del término, reclamó "memoria histórica". Pero en este mundo paralelo de la propaganda díaz-canelista, donde ya ni las Matemáticas son lo que uno pensaba que eran, las palabras han perdido cualquier relación con su sentido original. A los compañeros que mandan, "tángana" les sonó combativo y, al mismo tiempo, medio informal. Gritar, sí que gritaron, pero sólo las consignas que les habían orientado (la rima de "Canel" con "Fidel" se ha convertido, por lo visto, en recurso polivalente, pero Fidel, déspota narcisista, al menos solía hablar frente a frente con quienes no pensaban igual que él).
En realidad, la verdadera "tángana", al menos en su sentido original e histórico de protesta sonora contra un régimen cada vez más sordo, que sólo sabe actuar como un "asno con garras", es la que dieron los activistas del Movimiento San Isidro encerrados en una casa de La Habana Vieja.
Y, por supuesto, la protesta ante las puertas del MINCULT, donde se reclamaron libertades casi olvidadas, tiene más relación con la gran tángana estudiantil del 30 de septiembre, donde la gente se jugaba la vida, que una concentración domesticada por los Comités de Base de la UJC y el Partido Comunista.
Y hasta esa hermosa muchacha, que ayer dió una tángana en el Capitolio antes de que unos policías la metieran en una patrulla, tiene más idea de lo que es la libertad y dónde están sus enemigos que todo ese frenético vocerío organizado que pudo verse, horas después, en Cayo Hueso.
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