Corralito financiero confirma quiebra de Cuba

Los comunistas cubanos acaban de alcanzar uno de los sueños más anhelados por la dictadura del proletariado: la quiebra de la banca, esa institución egoísta del vetusto mercado, que simboliza a la oligarquía financiera contra la que no pudo siquiera Ernesto Guevara, aunque sentó las bases de su aniquilamiento.

Cola en Banco Metropolitano en La Habana © CiberCuba
Cola en Banco Metropolitano en La Habana Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 4 años

El tardocastrismo ha conseguido, ¡por fin!, quebrar a Cuba y ha decretado un corralito financiero para los ahorros en dólares de los ciudadanos, a los que darán un certificado, un nuevo CUC en formato Vale de la tienda mixta de Birán, que estaba más surtida que las tiendas dolarizadas a la fuerza.

El dinero es lo más cobarde que hay y huye de tempestades, voluntarismo y caprichos de malos gobernantes y los cubanos más afortunados llevan años expatriando capital a Estados Unidos y Europa porque saben que el Banco Central y los ministerios de Economía y Planificación, Finanzas y Precios, Comercio Exterior e Inversión Extranjera son unidades militares subordinadas a la casta verde oliva, que ya no sabe que chiva ordeñar para arramblar con cuanto dólar norteamericano circula en Cuba.


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El corralito financiero llega en medio de una grave carencia de alimentos, medicinas y otros artículos de primera necesidad y en vísperas de un paquete económico neoliberal que empobrecerá aún más a los cubanos con una espiral inflacionaria insoportable, confirmando el apuro gubernamental ante una banca quebrada que, ni aun convirtiendo todos sus activos de los en dinero en efectivo, incluidos los depósitos de los ahorradores, tendría dinero para pagar toda la deuda de Cuba.

Como si los cubanos no tuvieran ya bastante con soportar pobreza, desigualdad, represión y mentiras, ahora están atemorizados porque el Estado, una vez más, ha decidido limitar el uso de sus legítimos ahorros; y no se trata de una excepcionalidad como pretenden hacer ver mandantes y corifeos; la arbitrariedad es moneda común en la prédica y práctica gubernamentales, como demostró Díaz-Canel en su reciente recorrido por La Habana, donde ordenó entregar más tierras estatales a un joven campesino; y todavía algunos creen que la tierra y GAESA son propiedad del pueblo.

Rusia acaba de hacerle un conteo de protección a La Habana, recordándole que hay proyectos bilaterales paralizados por "falta de interés" del Gobierno cubano, que tampoco ha podido hacer frente a las deudas con el Club de París, pese a que la mayor parte fue condonada al influjo del embullo Obama, y con otros acreedores como España, al que adeudan dos mil millones de euros.

Analistas financieros sostienen que es "muy habitual que se produzca un corralito en casos en los que existen graves problemas en la economía de un país que atemorizan a la población. Fundamentalmente, la población está atemorizada porque el Estado puede tomar, o puede verse obligado a tomar, decisiones que afecten a sus ahorros".

Cuando Argentina, a la que Cuba debe 2.700 millones de dólares desde 1976, implantó un corralito financiero, Fidel Castro, sus principales subordinados y los aliados del castrismo en Buenos Aires armaron un escándalo contra la decisión neoliberal del Gobierno de Fernando de la Rúa, elegido democráticamente.

El 2 de diciembre de 2001, el entonces Gobierno argentino decretó un corralito, que terminó provocando un estallido social generalizado, con manifestaciones, bloqueos de rutas y calles, ataques a bancos y saqueos a supermercados en las principales ciudades Argentina.

El 19 de diciembre, De la Rúa implantó el Estado de sitio pero solo consiguió que miles de argentinos salieran a las calles gritando: ¡Que se vayan todos!, manifestaciones populares que fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad con un saldo de treinta y nueve muertos, que provocó la renuncia de De la Rúa a la presidencia.

Como ya es habitual en la estrategia castrista, lo que es malo para los argentinos es bueno para los cubanos, que seguirán sometidos al fuego mediático del Gobierno y sus empleados de la prensa anticubana que paga el Partido Comunista, coherente en su empeño de suplantar realidad con consignas y coros de suicidas como la Asamblea Nacional.

Pero no todo está perdido, los comunistas cubanos acaban de alcanzar uno de los sueños más anhelados por la dictadura del proletariado: la quiebra de la banca, esa institución egoísta del vetusto mercado, que simboliza a la oligarquía financiera contra la que no pudo siquiera Ernesto Guevara, aunque sentó las bases de su aniquilamiento.

Los cubanos deberían pedir a Babalú Ayé, que materialice la parábola de aquel Lázaro lleno de llagas y pobre que, tras morir postrado a los pies del rico Epulón, fue llevado al seno de Abraham, mientras que el ricachón, vestido de púrpura y lino fino y que se daba un banquete cada día, acabó sufriendo tormentos en el Hades, luego de ser sepultado.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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