El prestigioso historiador Terry Bouton estuvo en Washington el pasado 6 de enero para registrar los acontecimientos de la manifestación anunciada por los partidarios de Donald Trump, pero de súbito se vio envuelto en un huracán de violencia rumbo al Capitolio. Este texto es una sumatoria de sus mensajes enviados por Twitter, que Bouton ha autorizado a CiberCuba reunir y traducir al español para beneficio de nuestros lectores. Este es un testimonio de primera mano que sirve para arrojar luz sobre la tragedia ocurrida y sus potenciales consecuencias para el futuro del país.
Mi esposa y yo asistimos a la insurrección “Stop the Steal” favorable a Donald Trump, el miércoles 6 de enero. Como observadores, NO como participantes. Y hay cinco cuestiones esenciales de lo que presenciamos y escuchamos fuera del Capitolio que me gustaría compartir.
Esta insurrección no fue solo de supremacistas blancos y chiflados de QAnon. Los participantes apoyaron o aplaudieron la violencia entre las diferentes facciones del Partido Republicano y esas facciones trabajaron al unísono.
Republicanos de aspecto elegante, conservadores sociales acicalados y evangélicos blancos con gorras de Jesús estaban hombro con hombro con los fanáticos de QAnon, comandos con uniformes alusivos a la Segunda Enmienda, y nacionalistas blancos duros y pastosos.
Escuchamos subrepticiamente las conversaciones durante horas y nadie expresó la más mínima preocupación por el gran número de supremacistas blancos y paramilitares que escupían retórica violenta. Incluso el hombre de la camiseta con la mención al Campo de Concentración de Auschwitz no estaba más allá de los límites. Todos eran “patriotas”.
Estoy seguro de que había republicanos allí que estaban horrorizados por lo que estaba pasando. Pero las emociones más comunes de las que fuimos testigos fueron el júbilo por la toma del poder y la ira contra los demócratas, Mike Pence, los republicanos que no apoyaban a Trump y la Policía del Capitolio.
No hay duda de que el Capitolio se quedó sin personal en lo que respecta a la aplicación del orden, y no hubo ningún esfuerzo federal para proporcionarle apoyo, incluso cuando las cosas se pusieron muy oscuras. Esto contrasta fuertemente con todas las otras protestas masivas a las que hemos asistido.
Se ha hecho un gran contraste con la abrumadora presencia policial en las protestas de Black Lives Matter durante el otoño, y esto es absolutamente cierto. Pero también hubo MUCHA más presencia policial federal en cada una de las protestas anteriores a las que hemos asistido en Washington DC.
La mayoría de estas protestas involucraron a decenas de miles de personas, en su mayoría blancas, de mediana edad (lo que significa que la raza no fue la única razón de la disparidad en la presencia policial). Incluso la Marcha por la Ciencia tuvo mucha más policía para un evento no partidista como “Bill Nye the Science Guy”.
Por el contrario, hubo una pequeña presencia policial federal en “Stop the Steal” a pesar de las semanas de promesas de violencia difundidas en las redes sociales por conocidos radicales de extrema derecha, muchos de los cuales tenían largo historial de incitación a la violencia.
Cuando llegamos, las únicas fuerzas presentes era la claramente abrumada Policía del Capitolio. Los únicos refuerzos que llegaron fueron otros policías del Capitolio. Había un puñado de policías de la Policía Metropolitana de Washington DC, pero estaban allí acompañando a las ambulancias para llevarse a los heridos.
La única otra presencia de la policía federal fue un equipo SWAT del FBI, integrado por unos ocho oficiales que llegaron para dar cobertura a los bomberos del Capitolio y a los paramédicos cuando tuvieron que sacar del lugar a Ashli Babbitt, la militante radical de QAnon que recibió un disparo mortal dentro del edificio del Capitolio.
Una vez que el equipo del FBI sacó a Babbitt, se fueron y no llegaron otros oficiales federales en las dos horas siguientes. La pequeña fuerza policial del Capitolio se quedó sola para lidiar con el caos.
Los revoltosos partidarios de Trump solo apoyaron a las fuerzas del orden siempre y cuando creyeran que las fuerzas del orden los apoyaban a ellos. Los asaltantes, muchos con banderas de la Línea Azul, parecían convencidos de que la Policía del Capitolio se volvería contra el gobierno y se uniría a ellos.
Numerosos insurgentes le gritaron a la policía, diciendo algo como “Te cubrimos la espalda, ahora necesitamos cubrir la nuestra”. Todos los oficiales del Capitolio que vimos -negros, blancos, latinos, hombres y mujeres- parecían alarmados por lo que estaba pasando y continuaron intentando hacer su trabajo fielmente.
Y la multitud los injurió por ello. Abuchearon a la policía y al equipo SWAT del FBI, llamándolos traidores y asesinos. Un hombre plantado en las escaleras del Capitolio arrancó una bandera de la Thin Blue Line (símbolo que identifica la policía como la fuerza que se interpone entre los delincuentes y la sociedad), y las tiras rasgadas quedaron revoloteando sobre una multitud que gritaba “Que se joda la policía”.
Tampoco había reglas claras impuestas para la manifestación de “Stop the Steal” como las hubo para todas las otras protestas a las que hemos asistido. Todas las protestas “liberales” de los últimos cuatro años tenían una larga lista de cosas que no se podían llevar y que se hacían cumplir en el Capitolio.
En estas protestas, no podía portarse postes o palos, ni mochilas, ni armas o chalecos antibalas, etc. A veces había puntos de control de seguridad, los que había que atravesar para entrar al National Mall o en los terrenos del Capitolio.
Ninguna de estas reglas estándar se aplicaron para ”Stop the Steal”. Había palos y banderas y mochilas y chalecos antibalas en todas partes. No vimos ninguna pistola o cuchillo. Pero ciertamente había gente blandiendo palos de bandera como si fueran armas.
Estas personas son peligrosas y van a seguir intensificando la violencia hasta que no sean detenidos por la fuerza de la ley. Había mucha, mucha gente allí que estaba emocionada por la violencia, y orgullosa y entusiasmada por la perspectiva de más violencia.
Y no fueron solo los nacionalistas blancos, los radicales de la Segunda Enmienda y los estúpidos de QAnon. No puedo describir apropiadamente la sed de sangre que oímos por todas partes mientras caminábamos por los terrenos del Capitolio, incluso de gente con aspecto amable.
Para mí la parte más alarmante fue la forma práctica y causal en que la gente de todas las clases sociales hablaba de la violencia e incluso de la ejecución de “traidores”; en conversaciones privadas, como si fuera algo normal que sucediera todos los días.
Estoy convencido de que si el Congreso no actúa rápidamente para hacer algo al respecto, esta gente va a seguir adelante y los disturbios y la violencia se extenderán y serán más incontrolables. Esto es una crisis. Es real. Está sucediendo. Debe ser tomada en serio.
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