El Consejo Editorial de La Joven Cuba (LJC), promovió una carta abierta al presidente norteamericano, apoyada por 302 firmantes, que es una afrenta a la Cuba que padece la agonía del tardocastrismo y, al mismo tiempo, pretende tender una trampa a Biden, que sigue cauto en la agenda bilateral.
Además de una felonía contra la mayoría de los cubanos hambreados y reprimidos, constituye un precioso inventario de lacayos, oportunistas y despistados, que contribuyen a presionar a Biden, ofreciéndole un argumento que, de inmediato, será avivado por el ala izquierda globalista del Partido Demócrata.
Básicamente, la pretensión de LJC y los más de trescientos firmantes es que Biden retorne al estatus Obama con Cuba, desconociendo las sonoras bofetadas que Raúl Castro Ruz y sus subordinados propinaron al entonces presidente, nada más acabar su histórico discurso en La Habana.
Toda publicación y persona tiene el derecho de promover aquello que estime conveniente, pero cuando se trata de la suerte de una nación con millones de ciudadanos empobrecidos, más de 120 presos políticos, y una constante represión contra opositores, activistas y periodistas independientes, cualquier acción debe ser meditada y evitar cualquier tentación de congraciarse con posibles benefactores parcializados y que siempre actuarán de espaldas al pueblo de Cuba.
Sorprende que alguien que se autoproclama Joven Cuba cometa la incoherencia de promover un documento absolutamentamente parcializado, que parece copiado al dictado de La Habana, hasta el extremo de no atreverse a pedir a Díaz-Canel que cese la represión contra el movimiento San Isidro y el 27N, por ejemplo.
Para La Joven Cuba, que con ese panfleto se ha envejecido irremediablemente, todos los pasos debe darlos incondicionalmente un presidente elegido democráticamente, pero no se atreve a pedir siquiera un mínimo gesto a la dictadura comunista que expulsó a varios de sus gestores y periodistas del paraíso castrista, pese a que ahora disfrutan de las enormes ventajas y bondades de una democracia como la norteamericana.
Nada extraño en ese ancho mundo del gusañero que -una vez probadas las mieles de la democracia más antigua de América- se disfraza de progresista para que nadie vaya a pensar que ha mutado su pensamiento, solo ha cambiado de latitud geográfica para mantenerse a salvo de la OFICODA, dolarización forzada, escasez de medicamentos y apagones, pero sin condenar a los verdaderos culpables de la calamidad de Cuba.
La pretensión de ocultar el conflicto real entre dictadura castrista y pueblo cubano, sigue la pauta del Palacio de la Revolución que sigue machacando en el absurdo de que los males de Cuba son ocasionados por la Casa Blanca; una mentira indecente que pretende despreciar e insultar a la mayoría de los cubanos.
La libertad no es más que la angustia de elegir, pero los adultos deben saber que sus acciones tienen consecuencias e inclinarse ante una dictadura mediocre y acobardada implica a traicionar a la mayoría de los cubanos, incluidos esos que aún creen que el castrismo es reformable y que la culpa de todos sus males anidan en la Casa Blanca.
Como toda felonía, la carta no es más que otro esfuerzo baldío y que -lejos de ayudar a Biden- pretende ponerlo en una encrucijada difícil, creyendo que lamiendo las botas de la casta verde oliva y enguayaberada se llegará antes a la democracia en Cuba.
Joe Biden y su equipo serán los únicos responsables de sus acciones frente a la dictadura más antigua del hemisferio occidental; pero pretender que 302 cubanos y un Consejo Editorial representan a los cubanos es infantil, aunque siempre habrá que agradecer la torpeza con que han descubierto sus cartas.
La precipitación de La Joven Cuba responde a las ansias de La Habana en tener una señal clara de Biden porque Cuba está al borde del colapso, de ahí que jueguen a diseñar una oposición crítica tolerada, lobbystas disfrazados de académicos (innoble oficio), exiliar a opositores y a intentar silenciar al resto de cubanos porque no comulgan con las mentiras y maniobras del régimen y sus sirvientes.
Segundo acto fallido en una semana; el primero fue la argucia colombiana que también les ha salido mal porque el caimán se fue para Barranquilla hace tantos años, que los colombianos adoran a Orlando Contreras y repudian al castrismo, juez y parte en las negociaciones para la paz en Colombia.
Querer la libertad de Cuba no implica alineamiento alguno con la política de Donald Trump; como pretenden hacer ver estos oportunistas que -en su pecado necio- llevan la penitencia de haber traicionado públicamente a un pueblo noble, instruido y empobrecido, a cambio de migajas y congraciarse con los mancilladores de la patria.
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