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Las nuevas revelaciones sobre el Síndrome de La Habana publicadas en prestigiosos medios de prensa tras un año de investigaciones coordinadas, han hecho saltar nuevamente las alarmas en Washington, donde el congresista Carlos Giménez pidió que se investigue la cooperación entre Rusia y Cuba, y se tomen acciones contundentes al respecto.
“El régimen asesino en Cuba debe enfrentar las más altas consecuencias por atacar a oficiales de Estados Unidos y colaborar con Rusia para socavar a nuestro país”, declaró el representante cubanoamericano en sus redes sociales, dando por hecho que los funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en La Habana que padecen incidentes de salud anómalos (AHI, por sus siglas en inglés) fueron blanco de un ataque de “armas de energía dirigida”.
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Conocidos como Síndrome de La Habana por la revelación de padecimientos de diplomáticos estadounidenses destinados a la capital cubana, dichos síntomas (dolores de cabeza crónicos, vértigo, tinnitus, insomnio, náuseas, deterioro psicofisiológico duradero y, en algunos casos, ceguera, o pérdida de audición) podrían tener su origen en el uso de “armas de energía dirigida” empuñadas por miembros de la Unidad 29155 de los servicios de inteligencia militar de Rusia (GRU).
Entre los principales hallazgos de la investigación se encuentra el hecho de que los miembros de alto rango de la unidad recibieron premios y ascensos políticos por trabajos relacionados con el desarrollo de "armas acústicas no letales", un término utilizado en la literatura científica militar rusa.
“Nunca subestimes la despreciable dictadura en La Habana y su voluntad de socavar activamente a Estados Unidos. La Cuba comunista colaboró con Rusia para atacar a funcionarios de inteligencia estadounidenses. El régimen debe afrontar las consecuencias de sus acciones”, aseveró Giménez en otra publicación.
Según reveló el extenso y detallado trabajo periodístico, miembros del escuadrón de sabotaje de inteligencia militar del Kremlin han sido localizados en los lugares de los presuntos ataques contra personal del gobierno estadounidense en el extranjero y sus familiares.
Las revelaciones ponen el foco en las declaraciones y decisiones de Washington relacionadas con los AHI, una amalgama confusa de investigaciones y explicaciones de las diferentes agencias de inteligencia involucradas, que no acierta a señalar una causa y un responsable de los problemas de salud de sus funcionarios.
Además, las pruebas recabadas por los periodistas de investigación inducen a reforzar las dudas de las víctimas acerca de lo que sabe Washington sobre los orígenes del síndrome de La Habana, además de plantear interrogantes sobre qué respuesta apropiada podría implicar un ataque de estas características para los países occidentales.
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