Un raro sortilegio provoca una y otra vez que Estados Unidos subestime al castrismo, como acaba de hacer la directora de Inteligencia nacional, Avril Haines, asegurando que es "muy improbable" que un adversario extranjero haya causado las lesiones neurológicas conocidas como Síndrome de La Habana.
El castrismo ha sido como una Lolita para muchos funcionarios estadounidenses, ideologizados hasta el extremo de coquetear con tesis y agentes de La Habana, desde la Sierra Maestra.
Una cosa es que la administración Biden, agentes de influencia y gusañeros quieran conceder bajo perfil al espinoso tema para sacar a Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo y otra muy distinta es intentar suavizar una agresión contra diplomáticos en varios países, incluidos Serbia y Rusia.
La alta funcionaria se apoyó en un informe de Inteligencia que culpó a "condiciones preexistentes, enfermedades convencionales y factores ambientales" de los ataques sónicos.
La tesis contiene dos pifias notables: descarta la mano de adversarios, pese a que reconoce su ignorancia sobre la identidad del malhechor. Es decir, no podemos determinar quién causó los daños, pero descartamos que se trate de adversarios. Absurdo.
El otro yerro es que los atacados en diferentes países del mundo fueron todos agentes de la CIA, con diferentes fachadas, excepto diplomáticos canadienses que enfermaron en La Habana y, siguiendo la tesis de la Inteligencia estadounidense, resultaría que los atacados vivían en idénticas condiciones preexistentes, padecían las mismas enfermedades convencionales y desarrollaban su labor en un medio con iguales factores ambientales. ¡Raro!
Marc Polymeropoulos, exalto cargo de la CIA y uno de los cientos de agredidos -en su caso en Rusia-, no se lo cree, como declaró recientemente a Americatevé, asumiendo que "comprende" la ignorancia de sus antiguos compañeros sobre el origen del Síndrome de La Habana. Pero calificó de "insulto" el hecho descartar la autoría de probables adversarios, cuando no se ha podido identificar a los autores.
Otro factor a tener en cuenta es la destitución fulminante del coronel Alejandro Castro Espín, a raíz del congelamiento de las relaciones bilaterales decretadas por el entonces presidente Donald Trump; aunque su cese también estuvo motivado por otros disparates.
Los ataques a los diplomáticos de Canadá, una larga entrevista entre Raúl Castro, que apuntó a la autoría china, y el entonces embajador USA en Cuba, Jeffrey DeLaurentis, y los numerosos antecedentes de acciones hostiles entre ambos países, obligan a mantener la cautela en un asunto que no solo vulneró la seguridad nacional, sino también la salud de funcionarios públicos.
Los adversarios de Estados Unidos tienen motivaciones para atacarlo y, en el caso de Cuba, las acciones de la red Avispa y Ana Belén Montes, confirman que el exilio no es el único objetivo del castrismo en territorio norteamericano, donde la espía persuadió a sus jefes que La Habana no era una amenaza.
En 2020, la Academia de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos concluyó que una energía de radiofrecuencia fue la causa más plausible de los ataques sónicos, especialmente en los primeros casos estudiados.
CNN emitió el reportaje "Conmoción cerebral inmaculada: la verdad sobre el síndrome de La Habana”, que reveló el tratamiento dado al misterioso asunto por la comunidad de inteligencia estadounidense, y las discrepancias entre distintas administraciones a la hora de investigar los incidentes y compensar a los damnificados.
Aun cuando los ataques sónicos hayan sido obra de una unidad rusa emplazada en La Habana, resulta difícil creer que la Contrainteligencia (CI) cubana y la dizque quinta mejor policía del mundo no estuvieran al tanto de los disparos de microondas de la dotación de la FSB.
Por lógica operativa y tradición, un diplomático estadounidense en La Habana tiene muchos ojos encima y resulta complicado admitir que la unidad específica de la CI para vigilar la SINA/embajada no detectó los ataques, viendo el repentino y extraño comportamiento físico de los agredidos y, cuando más de uno, debió requerir asistencia médica.
El castrismo alardea de sus victorias sobre Langley y el FBI, bajo la asesoría de camaradas como Nikolái Leonov o Angelito -los oficiales soviéticos con mayor influencia y presencia en Cuba-, que sigue siendo una amenaza para Estados Unidos; pese a las maniobras de despiste de componedores de batea y la indolencia de algunos funcionarios estadounidenses ideologizados hasta tal extremo, que satean con la dictadura más vieja de Occidente.
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