Orlando Zapata Tamayo tenía 42 años cuando el 23 de febrero de 2010, hace ya 11 años, falleció tras 86 días de huelga de hambre, declarada en protesta por sus condiciones de encarcelamiento.
“Un hombre sencillo, lleno de dignidad y coraje”, lo definió el opositor Eduardo Cardet en declaraciones a Radio Martí, al mismo tiempo que aseguró que su sacrificio por la libertad de la patria no será olvidado. “Un hombre tranquilo… un mártir”, recordó Cardet.
Ese hombre digno, con el valor de un héroe, no dudó en enfrentarse con sus ideas y su cuerpo a la maquinaria represiva del régimen totalitario cubano. Desde su primera condena de tres años el 18 de mayo de 2004, hasta la última el 15 de mayo de 2009, que añadió 10 años más a las penas acumuladas en sucesivos juicios, Zapata Tamayo acumuló 36 años de prisión en total.
Las varias condenas que alargaron su castigo, la forma en que reaccionaron las autoridades ante su huelga de hambre y las descalificaciones que vertieron tras su muerte dejaron ver el encarnizamiento y la impotencia de todo un sistema represor frente al coraje y la dignidad de un hombre.
Encarcelado durante la ola represiva conocida como la Primavera Negra, Zapata Tamayo fue sentenciado por falta de respeto, desorden público y resistencia a la autoridad. Había sido arrestado en marzo de 2003 y desde entonces su vida se redujo al infierno de un sistema penitenciario que intentó quebrar su voluntad mediante todo tipo de vilezas con total impunidad.
Frente a los desmanes de sus carceleros y el odio de sus acusadores, Zapata Tamayo no bajó la cabeza, sino que mantuvo sus exigencias de recibir un trato justo y digno en prisión, así como su reivindicación de ser tratado en tanto prisionero de conciencia, y no como un reo de delitos comunes. Su férrea voluntad y su valor ante el sacrificio le llevaron a declararse como un “plantado” en 2005, negándose a vestir como un preso común y exigiendo que se le tratase como preso político.
Esta muestra de firmeza y decoro le valió el rencor de los represores, que fabricaron cualquier motivo para someterlo a un trato vejatorio, para golpearlo y torturarlo física y mentalmente. Viendo que no desistía de su valiente actitud, el régimen se decidió a sepultarlo en vida, con una condena injusta tras otra.
Golpeado por funcionarios de prisiones, oficiales del MININT y presos comunes que actuaban como sicarios para obtener prebendas en la prisión, Zapata Tamayo, lejos de amilanarse, reforzó sus convicciones y asumió su destino de denunciar el horror de las cárceles cubanas. El cerco de violencia y arbitrariedad del régimen lo llevaron a tomar la decisión extrema de exigir sus derechos como prisionero de conciencia a través de una huelga de hambre.
Acusado en 2009 de "desacato y desórdenes en establecimientos penitenciarios", a sus 26 años de condena acumulada por su actitud de “plantado”, le agregaron 10 años más por no plegarse ante las golpizas ni las torturas.
Una salvaje patada en la cabeza, propinada por los guardias de la prisión provincial de Holguín, terminó provocándole un hematoma interno que requirió cirugía. Tras este violento incidente que puso en riesgo su vida, Zapata Tamayo tomó la decisión extrema de iniciar y mantener hasta sus últimas consecuencias una huelga de hambre en la prisión Kilo 8 de Camagüey.
Tras más de dos meses en huelga de hambre, denunciada por opositores y activistas de la sociedad civil cubana, y con los ojos de la comunidad internacional pendientes de la evolución del caso, el régimen cubano decidió trasladarlo al hospital de la Prisión Combinado del Este en La Habana. Ante la falta de condiciones para atender la gravedad de su estado en este hospital, Zapata Tamayo fue trasladado al Hermanos Amejeiras al final de su agonía.
Tras su muerte, la comunidad internacional lanzó una campaña bajo la etiqueta OZT: yo acuso al gobierno cubano, en la que se reclamó la liberación de todos los presos políticos cubanos. Sin embargo, nada disuadió al régimen cubano de seguir vulnerando los derechos de todos los prisioneros y, en especial, de aquellos condenados por motivos políticos. Estos últimos, utilizados como moneda de cambio en varias negociaciones del régimen con actores internacionales.
“La trágica muerte de Orlando Zapata Tamayo es una terrible muestra de la desesperación que enfrentan los presos de conciencia que no ven ninguna esperanza de ser liberados de su encarcelamiento injusto y prolongado”, expresó el investigador de Amnistía Internacional, Gerardo Ducos. Once años después de aquel crimen, el Observatorio Cubano de Derechos Humanos tiene identificados a más de 120 personas que permanecen en las cárceles del régimen por motivos políticos.
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