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Un informe secreto del Pantágono certificó que el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, urgió a jefes militares el desalojo de asaltantes del Capitolio, en enero, según una filtración recogida por AP.
Ese día, mientras ocurrían los graves disturbios provocados por seguidores del presidente Donald Trump, el vicepresidente trató de imponer el control. “Despejen el Capitolio”, demandó con urgencia Pence en una llamada telefónica al secretario de Defensa en funciones.
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Los detalles contenidos en el informe arrojan luz sobre la gravedad de unos hechos en los que fallecieron 4 civiles y un oficial de la policía del Capitolio, mientras decenas de asaltantes y policías resultaron heridos en los enfrentamientos.
La cronología de los hechos desvela también la inacción del entonces presidente y cómo ese vacío contribuyó a una respuesta más lenta por parte del ejército y las fuerzas del orden. Más allá de los errores tácticos y de inteligencia, o de las demoras burocráticas, fue la incapacidad del gobierno la que contribuyó a la confusión y al violento despliegue de los asaltantes.
Mientras el entonces presidente Trump estaba fuera de peligro, le tocó a los funcionarios del Pentágono, junto a un puñado de importantes asesores de la Casa Blanca, líderes del Congreso y al vicepresidente refugiarse en un búnker seguro para manejar la caótica situación. Fue desde una habitación de ese búnker que Mike Pence urgió a despejar el Capitolio.
Por su parte, en otra zona protegida del edificio, el líder de la mayoría del Senado, Chuck Schumer, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, hacían un llamamiento igualmente urgente a los líderes militares, pidiendo al Ejército que desplegara la Guardia Nacional.
"Necesitamos ayuda", dijo el demócrata Schumer con desesperación más de una hora después de que se abriera una brecha en la cámara del Senado. Sin embargo, en el Pentágono se debatía sobre informaciones que alertaban del alcance nacional de la insurrección y las violentas protestas. "Debemos establecer el orden", dijo el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, en una llamada con los líderes del Pentágono.
El documento, junto con horas de testimonio jurado, ayuda a comprender el carácter frenético de la crisis, según The Associated Press. A pesar de arrojar luz sobre los acontecimientos que rodearon a la certificación del Congreso de Joe Biden como presidente, el informe proporciona una explicación incompleta sobre cómo la insurrección pudo haber avanzado con una fuerza tan rápida y letal.
La inédita interferencia en la transferencia pacífica del poder, sello distintivo de la democracia estadounidense, dejó en evidencia la ruptura entre Trump y Pence, con el primero manifestando públicamente su enfado con el segundo por no detener la certificación del Colegio Electoral, una interferencia que Pence consideró un acto inconstitucional.
La presidenta del Comité de Reglas y Administración del Senado que investiga el asedio, la senadora Amy Klobuchar, demócrata por Minnesota, urgió a conocer todos los informes y asuntos que se investigan. Por lo pronto, la semana próxima los legisladores -protegidos hasta el día de hoy por tropas de la Guardia Nacional- escucharán al inspector general de la Policía del Capitolio.
El documento del Pentágono establece que desde las 14:10 horas, momento en el que los primeros asaltantes penetraban al interior del Capitolio por puertas y ventanas, hasta que Trump rompe su silencio y pide a sus seguidores que "se vayan a casa y se vayan en paz", transcurrieron más de dos horas, en las cuales la turba penetró en los despachos de los legisladores y llegaron a pedir en coro el ahorcamiento del vicepresidente Pence.
Ashli Babbitt, mujer de 35 años de San Diego, California, es una de las cinco personas fallecidas durante el asalto al recibir un disparo por parte de la Policía cuando intentaba acceder a una de las zonas del edificio a través de una ventana rota.
Entre los fallecidos se cuenta al oficial Brian D. Sicknick, uno de los 50 efectivos de la Policía del Capitolio de Estados Unidos que resultaron lesionados ese día. Los otros tres, fallecidos por emergencias médicas, fueron identificados como Benjamin Phillips, de 50 años; Kevin Greeson, de 55 años; y Rosanne Boyland, de 34 años.
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