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El más reciente estudio sobre las tendencias de la severidad de la Covid-19 en Cuba revela que la tasa de letalidad y los porcentajes de enfermos graves del total de casos confirmados son variables en todas las provincias del país.
De acuerdo con las declaraciones al diario oficialista Granma de la doctora Lizet Sánchez Valdés, miembro del Grupo nacional de expertos en Epidemiología y modulación matemática, encargado de realizar estos análisis, cuando se analizó la letalidad específica por edad, desde diciembre y hasta marzo, salió que los mayores de 80 años fueron lo de las tasas más altas de letalidad, tendencia que lamentablemente no ha presentado cambios en el tiempo.
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Aunque, aclaró, en abril, en el grupo de 60 a 79 años se duplica la tasa de letalidad, y se triplica en las personas entre 40 y 59 años de edad.
“Estos datos anunciaron la posibilidad de cambios en el patrón de las cepas, que están circulando en el país, lo que luego fue confirmado. Ese fenómeno se está viendo más en La Habana y Matanzas”, aseguró en sus declaraciones.
La especialista explicó además que la capital del país es la provincia con más alta incidencia de la enfermedad, ya que registró la mayor cantidad de enfermos graves y la más elevada mortalidad durante los cuatro primeros meses del año.
Aunque en la vecina Matanzas en abril se registró una incidencia más baja del virus, pero con una alta letalidad y en la oriental provincia de Holguín un alto porcentaje de pacientes graves y baja incidencia.
La coordinadora de este grupo reconoció que aún deben seguir perfeccionándose los protocolos cubanos para el enfrentamiento de la pandemia, además de que la población pueda tener una llegada más temprana al sistema de Salud para poder atender con prontitud los síntomas asociados a la enfermedad.
Según la doctora Sánchez Valdés, “hasta marzo, cuando relacionamos la mortalidad con la incidencia, se dio que existe una alta relación entre ambas, pero en la mayoría de las provincias hay una gran variabilidad, lo que probablemente esté explicado por factores demográficos, sociales, biológicos, clínico-patológicos y cuestiones operacionales del propio sistema de Salud”.
Explicó además que lo que se observa con la incidencia, es el paso de la población general a infectados activos y, con la mortalidad, se ve lo que ocurre dentro del sistema y la eficacia de los protocolos de actuación para evitar el fallecimiento.
El monitoreo del porcentaje de enfermos graves y críticos, abundó, reveló las vulnerabilidades de esas personas: envejecimiento, prevalencia de comorbilidades y de cómo se están implementando los protocolos para el tratamiento de los casos confirmados.
Según la experta, en Cuba hay que trabajar más en las fases preventivas y en el tratamiento temprano de la enfermedad, ya que la demora de los pacientes en llegar a los centros de Salud hace que no se aplique oportunamente el tratamiento que lleva.
Aseguró además que “el análisis demostró que muchos pacientes llegan tardíamente, pues inician los síntomas y no acuden al médico, o acuden, pero los minimizan y el médico indica alguna terapia, sin relacionar los síntomas con la COVID-19”.
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