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Católico detenido en protestas en Cuba: La celda fue el mejor ejercicio de libertad

"En esa porción de Cuba convergíamos (arrestados) artistas, intelectuales, activistas LGTB, santeros, católicos y durakos, éramos como una Cuba con dolores de parto", relató Leonardo Fernández Otaño.

Mitin de repudio al joven frente al ICRT © Leo Fdez Otaño/ Facebook
Mitin de repudio al joven frente al ICRT Foto © Leo Fdez Otaño/ Facebook

Este artículo es de hace 2 años

Un joven católico cubano que el domingo pasado fue detenido junto a miembros del Movimiento 27N frente a la sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), relató los abusos que sufrió durante su arresto y su posterior estancia en prisión.

Leonardo Fernández Otaño, historiador y según sus redes sociales trabajador de la Academia de Ciencias, dijo que al ver las protestas en San Antonio de los Baños, salió a reunirse con amigos artistas, intelectuales y activistas, para plantarse pacíficamente frente al organismo a exigir sus derechos.

"En esa porción de Cuba convergíamos artistas, intelectuales, activistas LGTB, santeros, católicos y durakos, éramos como una Cuba con dolores de parto", expresó.

Según contó Fernández Otaño, antes de la llegada de los agentes de la Seguridad del Estado, comenzaron a hacerles un acto de repudio. Varios de sus amigos se sentaron en la acera, pero él sintió el impulso de arrodillarse ante quienes les gritaban.

"De rodillas solo pude decirles algo, no sé si alguno me escuchó: 'Pueden ser nuestros padres y madres, saben, la Virgen de la Caridad los mira'", detalló.

El joven católico fue golpeado en las piernas mientras se mantenía en su posición y le suplicaba a la Virgen.

"De pronto, cinco oficiales de la seguridad de Estado en un ejercicio sumamente violento me cargaron y lanzaron, como si fuera un animal, hacía un camión. Éramos seis personas las que nos encontrábamos ahí, en ese momento uno de los policías agredió a Daniel Triana, yo como católico ante tanta impotencia lo único que atiné a decirle fue que eso lo iba a saber la Santa Sede y ese recurso hizo que se detuviera", recordó.

Al llegar a la estación del VIVAC, en el municipio Cotorro, lo que más le impresionó al detenido fue el odio que destilaban los policías hacia ellos, como si fueran criminales y no ciudadanos que ejercían sus derechos constitucionales pacíficamente.

Uno de los oficiales se ensañó con una cruz y una medallita de San Francisco Javier que Fernández Otaño suele llevar en un cordón en su cuello, y se los arrebató con rudeza. Al reclamar su devolución, lo lanzaron violentamente contra la pared.

"En ese instante mi amigo el activista LGTB y actor Daniel Triana los acusó de violar mis derechos de conciencia y religioso, la respuesta del oficial 07869 fue una bofetada en su rostro y decirle: 'cállate mierda'. Solo sentí que Daniel y yo éramos libre de odiar, en cambio, el maltratador solo vivía preso de su odio, esa noche recé por esos policías maltratadores. Gracias, Daniel. Ha sido un momento único en mi vida, un activista LGTB defendiendo al católico de misa dominical", recalcó.

Tras un interrogatorio de seis horas, un agente lo amenazó con expulsarlo de su trabajo y del doctorado que cursa. Más tarde un teniente coronel le informó que lo acusarían de alteración del orden público, "cuando solo ejercí mi derecho constitucional al disenso y la manifestación".

"Luego fuimos a la celda, contrario a lo que muchos pueden pensar, ese reducido espacio fue el mejor ejercicio de libertad. Tras esas rejas estaba la Cuba del futuro formada por artistas, intelectuales, un joven guía turístico y tres durakos. Ellos crearon un ensayo de la nación posible. La noche fue larga, pero tan divertida, todo un caudal de carcajadas", describió.

Al día siguiente, al protestar por el maltrato de los policías con el único menor de edad que había en la celda, Fernández Otaño fue esposado por ser "cabecilla" y trasladado a una celda de castigo, donde permaneció esposado y bajo tres candados durante unas tres horas.

"Estos son los detalles que me llevo de esos dos días. Fueron dos jornadas difíciles, pero a la vez fue una experiencia de libertad, que me hizo reflexionar sobre la amistad social, sobre la justicia y sobre la crueldad del autoritarismo. Creo que el mejor antídoto para las mentes intolerantes es la libertad, la decencia, la nobleza y la coherencia. Muchas gracias (...) a mis compañeros de travesía hacía la liberación", concluyó.

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