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El “acto de reafirmación revolucionaria” celebrado este sábado en el Malecón habanero contó con una novedad en este tipo de movilizaciones orquestadas por el régimen cubano: unos arcos de seguridad con detectores de metales.
Imágenes difundidas a través de redes sociales muestran el punto de control montado por la Seguridad del Estado en la calle Línea, en los bajos del emblemático edificio Someillan de la capital. Un fuerte dispositivo de seguridad controló el acceso de los movilizados que llegaron desde horas de la madrugada.
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Al menos cuatro arcos detectores de metales y un escáner de rayos X han sido vistos a través de fotografías divulgadas en redes sociales por los propios manifestantes. Con la presencia de Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel y otros dirigentes, el régimen cubano ha querido extremar las medidas de seguridad y control de los asistentes.
El hecho resulta inédito en este tipo de manifestaciones progubernamentales, en las que tradicionalmente el régimen pretende trasladar la imagen de la fusión del líder con la masa para construir una pretendida legitimidad popular.
Lo inédito de la medida se corresponde con lo insólito de las protestas que sacuden Cuba desde el pasado domingo 11J, cuando miles de cubanos en más de sesenta manifestaciones espontáneas tomaron las calles de pueblos y ciudades al grito de “Libertad” y “Patria y Vida”.
Diferentes analistas coinciden en señalar que se trata de la mayor y más radical muestra de rechazo popular a la dirigencia del país y al proyecto político de la llamada revolución. Las políticas económicas y sociales no han traído al pueblo prosperidad o bienestar que justifique la perpetuidad de las élites de la dictadura en el poder, la captura del Estado por una mafia que impone su ley y fomenta el odio entre cubanos, además de profundizar la desigualdad y la miseria.
"No pudieron scanear las ideas por eso se les coló el señor que gritó Libertad", ironizó una usuaria en Twitter. El estallido que el régimen se empeña en presentar como una “guerra no convencional” guiada por su archienemigo histórico, no es más que el resultado de un cambio que viene ocurriendo en Cuba desde hace años. El relevo generacional en el poder no ha cuajado y la doctrina de la “continuidad” ha significado un fracaso en el plano político, económico y social.
El empobrecimiento de la población que trajo la llamada Tarea Ordenamiento, la escasez, los altos precios, la pandemia de coronavirus que ha revelado la precariedad de la salud pública de la autoproclamada “potencia médica”, las colas, el desabastecimiento, la economía dolarizada en manos de los militares y la vacuidad del discurso que pretende construir una realidad paralela a esta, han terminado por provocar el hartazgo de los cubanos.
“No tenemos miedo”, dicen los manifestantes en las protestas ocurridas desde el 11J. El cambio que quieren los cubanos no pasa por temas de Aduana, un poco más de pollo y aceite o menos apagones. El cambio pasa por lo que reclama una nación en la que ha despertado una sociedad civil independiente que exige derechos y libertades, y la oportunidad de construir un país a partir de un nuevo proyecto republicano y un marco de convivencia inclusivo, abierto y democrático.
La histórica represión que ha cerrado la mente y las bocas de muchos cubanos se empieza a resquebrajar. Armados únicamente con su verdad y su cuerpo, los cubanos enfrentan a una de las maquinarias represivas más perversas que se hayan ideado en los regímenes totalitarios. Sin embargo, algo ha pasado con el miedo en Cuba. Algo que lleva a la Seguridad del Estado a escanear uno a uno a sus propios partidarios.
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