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El régimen cubano se dio prisa este martes en negar desapariciones forzosas o torturas en la Isla, pero no se atrevió a poner la mano en el fuego y abrió la puerta a investigar "alguna irregularidad" que pudiera colarse en su limbo burocrático sin separación de poderes.
¿Qué esperaban? ¿Qué la dictadura reconociera las detenciones arbitrarias sin notificar a los cientos de familias cubanas afectadas por la caza de brujas desatada desde el 11J?
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Pinochet negó 40 mil desapariciones en Chile y Videla, en Argentina, tampoco asumió 30 mil desaparecidos. Es más, para Videla estar desaparecido no merecía un tratamiento especial porque era algo así como una incógnita. Era no estar ni muerto ni vivo. Por tanto, el problema carecía de entidad. No había nada que reconocer.
Situado contra las cuerdas, el régimen cubano, signatario de la Convención Internacional para la Protección de las Personas contra las Desapariciones Forzosas, quiere evitar a toda costa la fiscalización continua de la Organización de Naciones Unidas que no les pierde ni pie ni pisada gracias a las denuncias de las ONGs que se dedican a la defensa de los derechos humanos.
Significa, por tanto, que tenemos a los comunistas contra la pared. Creyeron que iban a secuestrar a cientos de jóvenes en Cuba sin levantar una sola ampolla en el país, pero la foto de las madres cubanas apostadas a las afueras de las mazmorras castristas de 100 y Aldabó, les dejó con las vergüenzas al aire.
No soy capaz de imaginar la magnitud de la angustia de esas mujeres buscando el nombre de sus hijos en las listas interminables de la Policía Política para saber que por lo menos estaban vivos.
Ya nadie duda que nuestras mujeres son mucha mujer para el régimen. Esta gente no ha entendido que cuando a una madre cubana le encarcelan injustamente a un hijo, le da lo mismo un entierro que un homenaje.
Sin quererlo, las detenciones arbitrarias han conseguido en nuestros padres y madres una desafección a la dictadura que no tiene marcha atrás.
Los propios comunistas están resquebrajando el apoyo de la generación que les sostiene con su sumisión. Y que no quepan dudas, necesitamos a nuestros padres y abuelos para ser libres. Esto no vamos a conseguirlo solos.
La dictadura cubana ya ha escenificado sus tres negaciones. Díaz-Canel negó la represión de las manifestaciones pacíficas y las redes sociales se llenaron de vídeos que lo dejaron en mentira.
Ahora la Fiscalía y la Dirección General de Investigación Criminal del Ministerio del Interior han tenido que negar las desapariciones forzosas y las torturas. Sólo les faltó confesar que no es que los jóvenes estén desaparecidos, es que a ellos se les olvida informar a sus familias sobre su paradero.
El mundo ha cambiado, pero los comunistas cubanos siguen anclados a la regla de oro del manual del dictador que hizo poderoso a Stalin: la clave para mantenerse en el poder está en quién controla la verdad.
Los comunistas no contaban con un gran inconveniente: los cubanos libres les hemos arrebatado la verdad. Ahora la verdad está en Internet y por eso cortan el servicio en Cuba. Apuesto a que ellos mismos difunden bulos para enmascarar la realidad en medio de una avalancha de fake news.
Por cada policía en las calles dando palos y disparando a mujeres y adolescentes indefensos, hay decenas de cubanos con un teléfono en la mano. Ya no tienen el monopolio de la verdad. Ahora tienen que pelearla con quienes estamos dispuestos a morir por defenderla. La verdad les queda grande. La verdad nos hará libres.
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