En el partido número mil de su carrera profesional, Lionel Messi volvió a frotar la lámpara y desatascó un hasta entonces trabado desafío contra Australia (2x1 a la postre), para de esa manera poner a Argentina en unos prometedores cuartos de final versus Holanda.
Pese al disparatado estreno frente a Arabia Saudita, la Albiceleste se las ingenió para alcanzar el primer puesto de su llave en la fase de grupos, y como premio recibió la posibilidad de cruzarse con uno de los convidados de piedra de octavos de final, Australia.
Los Aussies son un grupo limitado en lo técnico y lo táctico, pero probadamente competitivo y con un nivel creciente desde que se cambiaron a la Confederación Asiática. De sus cruces previos contra Argentina -ninguno de ellos en Mundiales- lo más recordado era el repechaje rumbo a Estados Unidos’94, con Diego Maradona sobre el pasto.
Este sábado, Argentina salió sin el lesionado Ángel di María, le dio otra oportunidad al “Papu” Gómez y mantuvo en el mediocampo titular a uno de los fetiches de Lionel Scaloni (Rodrigo de Paul) y dos muchachos que se lo ganaron en la balacera, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister. Julián Álvarez, de nuevo, se hizo con el puesto de Lautaro Martínez.
A contrapelo de lo que muchos esperaban, el equipo de Graham Arnold empezó presionando desde mitad de campo, parado (eso sí estaba en los cálculos) con dos líneas de cuatro elementos trazadas meticulosamente.
Argentina jugaba con paciencia, visto que el orden imponía su ley en la zaga adversaria. La idea era esperar la aparición de alguna grieta, pero pasada media hora seguía dando coces contra el aguijón. Australia había estudiado bien para el examen y respondía con acierto a cada interrogante.
No obstante, la sequía terminó en el minuto 35. Hasta ese momento los pasillos interiores estuvieron clausurados, y sin su mejor socio en el terreno del Estadio Ahmad bin Ali, Messi había deambulado –gnomo errante- sin recibir con el más mínimo espacio. Pero los Socceroos se fueron retrasando más y más, se embotellaron ante su arco, y en una de esas apareció Aladino.
En su primera llegada al área rival, con un océano de piernas por delante, Messi soltó un tiro cruzado que burló todo obstáculo y destrabó un duelo complicado por la lúcida puesta en escena de Arnold. Era el noveno gol de su carrera mundialista, el primero en desafíos de eliminación directa, y el tercero que firmaba en Qatar.
El choque, además, constituía su número 23 en Copas del Mundo, por lo que igualó con el italiano Paolo Maldini y se puso a solo dos del líder general, el alemán Lottar Matthaeus. Y valga un dato adicional: del millar de partidos de su trayectoria, 778 los hizo con el FC Barcelona, 53 con el PSG y 169 con la camiseta nacional, esa a la que ha llevado a cuartos de final en cuatro de sus cinco presencias en Mundiales.
Después del gol no pasó mucho, y los equipos se marcharon con rostros dispares al vestuario. Al regresar, gracias a Dios, el choque se volvió más entretenido en virtud de que Australia tenía que estirarse. Los sudamericanos presionaron, y por ahí cobraron recompensa cuando Julián Álvarez (m.57) castigó una pérdida de balón del guardameta Mathew Ryan.
Entonces se produjo una sucesión de cambios, el reloj continuó su camino, la hinchada gaucha no paraba de cantar, y fue al ’77 que la fortuna le soltó una trompetilla a Argentina cuando el disparo de Craig Goodwin pegó en la anatomía de Enzo Fernández y metió a Australia en el partido.
Era tiempo de sufrir y Messi tomó las riendas. En dos ocasiones le regaló pases de gol al reemplazante Lautaro Martínez, pero la falta de confianza le congeló las piernas al "Toro" las dos veces. Australia tuvo lo suyo, el "Dibu" Martínez aguantó a trancas y barrancas, y otra vez la Albiceleste superó el abismo.
Se viene la "Oranje".
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