Una mirada a Bebo Valdés

"Bebo" se estrena este martes en Miami.

De izquierda a derecha: Sarah Vaughan, Bebo Valdés y Nat King Cole en Tropicana © Cortesía
De izquierda a derecha: Sarah Vaughan, Bebo Valdés y Nat King Cole en Tropicana Foto © Cortesía

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Este artículo es de hace 1 año

El pianista y compositor cubano Bebo Valdés tiene un nuevo retrato cinematográfico, obra de Ricardo Bacallao, y que este martes se estrena en el 40º Festival de Cine de Miami.

Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro, (Quivicán, Cuba; 9 de octubre de 1918 - Estocolmo, Suecia; 22 de marzo de 2013) es el protagonista de Bebo, el más reciente documental de Bacallao, con más de veinte documentales en su haber y residente en Berlín.


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A Bebo lo expulsaron de todos los lugares donde tocaba en La Habana, tras negarse a militar en el partido comunista, y -como a Celia Cruz- le negaron la entrada cuando intentó visitar a su madre enferma de muerte; actos clásicos de la dictadura cubana.

Bebo Valdés, después de trabajar en Cuba en la radio Mil Diez, propiedad del entonces Partido Socialista Popular (comunista) y ser arreglista y compositor de la emisora, desde 1943; trabajó en Tropicana, donde enseñó a cantar en español, nada menos que a Nat King Cole, y ser -con su grupo Sabor de Cuba, el primero en acompañar musicalmente a Benny Moré, currículum que completa con las mejores intérpretes cubanas de los años cincuenta; empezando por Celia Cruz.

Bebo está magistralmente editado y dirigido, con varios discursos narrativos paralelos. Primero, el músico habla en directo con la periodista sueca Stina Dabrowski, que lo entrevistó en 2005, en la que abordó su trayectoria y su tragedia personal en el exilio, donde desempeñó otros trabajos para pagar recibos; aunque siempre tocó el piano, con el estoicismo propio de los genios.

Hasta ahora, hemos conocido al músico grandioso que fue, tras este
documental conoceremos al hombre exiliado, al Bebo sueco, casado por primera vez, antes no lo había hecho aunque tenía varios hijos, al padre que se
compromete con el cuidado de sus vástagos, al punto de abandonar las giras al extranjero para estar con su familia.

Conoceremos al cocinero Rickard, el hijo menor de los suecos, al que no le gustan los frijoles porque su padre no dejó de cocinarlos casi cada día y a una nieta de 28 años contar cómo le compraba helados y la malcriaba.

En el documental vemos a un anciano que logró apartar, con sabiduría, tres palabras importantes para seguir adelante: odio, rencor y venganza; claves que constituyen una clase magistral para cubanos, que muchos debemos adoptar para avanzar sobre nosotros mismos.

La conducta de Bebo Valdés, en su largo exilio, a través de las artes y su musica, es una de los aportes más importantes del documental, del que uno termina aprendiendo que, para avanzar, debemos dejar atrás el dolor.

Luego están insertados los ensayos para la grabación del álbum El arte del Sabor (que yo consideré en mi libro del mismo nombre uno de los cinco mejores discos en la historia de la música cubana) con Paquito D’ Rivera, Cachao, Cándido y el propio Bebo, que son realmente los fragmentos más gustosos para quien quiera ver al protagonista poseído por su música y sus arreglos, en un ensayo real con cámara.

Su música queda reflejada en un homenaje que le hace su nieto Emilio con una
Big Band de New York y donde participan los nietos e hijos de Bebo, salvo Chucho Valdés. Las declaraciones de su amigo, el diácono Pancho Chin Loi que cuenta: “cómo la dictadura le robó una maleta llena de música escrita por él, en el aeropuerto de Cuba antes de irse en 1961 a México”.

Por último están los testimonios de su nieto Emilio de Cuba y de nieta e hijos en Suecia, sin olvidar amigos como Paquito. Cada línea temática del documental está muy bien trazada en el discurso narrativo donde destaca la entrevista a Paquito D’ Rivera, que nos desvela cómo hizo renacer a Bebo en 1994 y como lo lleva a grabar en Alemania, tras 34 años sin hacerlo.

Lo más cerca que se ha estado de construir una imagen parecida del genio musical cubano fue en 2008, con Old Man Bebo; pero al menos para mí, la pluralidad de voces en intentar explicar al gran músico, y no decir las cosas por su nombre, o sea, “que no compartía la política de la revolución,” y con una familia que lo culpa de su exilio, cuando a él lo echaron de Cuba, hizo perder la esencia de quien era, pese a que, en esa cinta, el exiliado tenía voz, pero sin posibilidad de explayarse para contar su calvario.

Ricardo Bacallao, nos regala por primera vez a un Bebo exiliado, tranquilo y sabio; en su mejor etapa creativa, cuando no olvidemos que ganó nueve Grammys, con más de 80 años y que puso al flamenco y la música cubana en la órbita occidental con el disco Lágrimas Negras. Sin duda, el sueco nacido en Cuba con nacionalidad sueca con más premios musicales.

Paquito dice con razón en este documental: “Los suecos debían darle a Bebo, un premio de sueco ejemplar, y no por hacerse el sueco.”

Sería una alegría saber que muchos cubanos en Miami acudan este martes al estreno de Bebo, que permanecerá tres días en cartelera y reflexionar sobre la virtud de un genio que el exilio no lo derribó, no por grande, que lo era, sino por ser constante en sus propósitos; incluso en sus momentos duros de exiliado.

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