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En 1956, la población de Cuba era de 6 millones 676 mil personas. El cebú era la raza predominante en los potreros cubanos, con 6 millones de cabezas de ganado, lo que equivalía aproximadamente a 0.90 reses por habitante.
Esto sin contar el ganado menor, que sumaba un total de 4 millones 280 mil ejemplares, incluyendo 500 mil equinos, 3 millones 400 mil porcinos y 200 mil ovinos, entre otros.
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Según la FAO en 1953, Cuba ocupaba un buen puesto en reses por habitante entre los 36 países más importantes. Además, se ubicaba solo por debajo de Argentina, Uruguay y Brasil, que eran en ese entonces los principales exportadores de carne en América Latina. Por lo tanto, ocupar el cuarto lugar era un puesto de honor para un país cuyo sector económico fundamental era la industria azucarera, no la ganadería.
Según la publicación de la Asociación Nacional de Ganaderos de Cuba de 1956, 30 sectores de la economía nacional se beneficiaban directa o indirectamente del ganado vacuno y sus productos.
Con una inversión de 1,451 millones de dólares, este sector generaba casi 342 mil puestos de trabajo y más de 105 millones de dólares en sueldos y jornales.
En la isla había, por mencionar algunos de estos sectores, 718 lecherías (con 350 mil vacas lecheras), 27 fábricas de tasajo, 502 comercios de helado, 153 talabarterías, 4 fábricas de leche en polvo, 23 fábricas de queso, 18 de mantequilla, 10 de helado y 2,962 peleterías, entre otros.
Ni siquiera las guerras lograron acabar con la ganadería cubana.
En 1868, durante la Guerra de los Diez Años, los potreros quedaron devastados y fue necesario reconstruirlos. Los cafetales, los ingenios de azúcar y las grandes existencias de ganado se utilizaron para recaudar dinero o alimentar a las tropas.
Para 1894, en vísperas del Grito de Baire, los potreros contaban con 2 millones 485 mil reses. Sin embargo, en 1899, al finalizar la guerra y con la ocupación estadounidense de la isla, un censo registró solo 376 mil reses. Con la riqueza pecuaria totalmente devastada y ante la necesidad de alimentar a los trabajadores y sostener las actividades agrarias, se implementaron facilidades arancelarias para reconstruir la ganadería en la isla. Se introdujo ganado vacuno de La Florida, Texas, Tampico, Puerto Rico y Venezuela. Los ganaderos se dedicaron a restablecer esta riqueza, y para 1910 ya había un stock de más de 3 millones de reses.
La Primera Guerra Mundial en 1914 fue otra dura prueba para la ganadería cubana. La importación de alimentos se redujo drásticamente, y la enorme demanda de azúcar y tabaco obligó a utilizar bueyes para el cultivo y transporte de caña, esenciales para las grandes zafras y la creación de los ingenios azucareros. Con la Reforma Arancelaria de 1927, se crearon industrias de derivados que permitieron el desarrollo y crecimiento de productos nacionales, eliminando la necesidad de importaciones.
En 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, se reportó la mayor demanda de ganado para abastecimiento en toda la historia. Para 1952, en un censo que duró 100 días y en el que no se pudo visitar todas las fincas, se registraron 5 millones 300 mil reses.
De la Abundancia a la Escasez: 65 Años de Decadencia Ganadera en Cuba
Desde 1959, la masa ganadera no ha dejado de reducirse. El gobierno en un principio responsabilizó a los actos de sabotaje y a la oposición interna.
En 1990, a pesar de que la población de la isla era de 11 millones de habitantes, el rebaño vacuno se redujo a solo 4.8 millones de cabezas, y solo alrededor del 20% de estas pertenecían a productores privados (cooperativas).
El mal manejo de la ganadería cubana que contribuyó a la crisis se puede atribuir a varios factores estructurales y decisiones políticas que generaron una alta dependencia externa y un sistema poco adaptable. Los principales problemas fueron:
Dependencia de insumos importados: La ganadería cubana dependía en gran medida de insumos externos, como fertilizantes, pesticidas, alambres, maquinaria agrícola, combustibles y materias primas para la preparación de concentrados. Cuando ocurrió la crisis económica y se redujeron las importaciones, el sistema no pudo sostenerse.
Sistema de producción intensivo y costoso: El modelo cubano se basaba en un sistema intensivo que requería una gran infraestructura, incluyendo tractores, camiones y maquinaria para distribuir alimentos y manejar las actividades ganaderas. Esto generó altos costos y una vulnerabilidad crítica ante cualquier interrupción en el suministro de recursos.
Incapacidad para adaptarse a condiciones climáticas adversas: La falta de capacidad de respuesta ante sequías y cambios climáticos fue un factor clave. Los pastos y forrajes, esenciales en la alimentación del ganado, se deterioraron rápidamente por la falta de fertilizantes y agua. Además, no se contaba con una estrategia efectiva para manejar estas contingencias de manera sostenible.
Fallo en la gestión genética y reproducción: La implementación de la inseminación artificial, aunque inicialmente exitosa, se volvió insostenible con la falta de insumos necesarios como nitrógeno líquido y equipos. Esto forzó un regreso a métodos menos eficientes, como la monta directa, afectando negativamente la productividad y la calidad genética de los rebaños.
Mala planificación del uso de la tierra y manejo de pastos: La falta de fertilizantes y pesticidas provocó la degradación y la infestación de pastos con malezas, como el aroma y el marabú, afectando más de un millón de hectáreas de tierra agrícola. La salinidad también jugó un papel en la pérdida de la calidad de las tierras, lo cual no fue manejado adecuadamente.
Dependencia de la industria azucarera: El sistema ganadero cubano estaba estrechamente vinculado a la industria azucarera, ya que muchos de los subproductos de esta eran esenciales para la alimentación del ganado. La crisis también afectó a esta industria, reduciendo la producción de azúcar y miel, lo que repercutió negativamente en la ganadería.
En resumen, la crisis en la ganadería cubana resultó de una combinación de dependencia externa, falta de adaptabilidad en el sistema productivo y mala gestión de recursos y tierras, lo que llevó al colapso del sector al enfrentarse a la crisis económica.
Los censos oficiales actuales no registran con precisión las muertes, hurtos y sacrificios ilegales de reses, por lo que no son confiables. En 2023, en La Habana murieron más vacas de las que nacieron, y las autoridades aseguran que una de las principales causas de los fallecimientos fue la desnutrición, principalmente en terneros.
Se estima que el país apenas alcanza la cifra de 3 millones 645 mil cabezas de ganado para una población de casi 10 millones de habitantes.
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