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Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
La jornada
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Uno jugaba su primer partido mundialista tras la humillación en 2014, cuando Alemania le endosó un siete por uno. El otro soñaba con repetir la gesta de plantarle cara al favorito en el estreno, algo que había conseguido en 2010 versus España. Al final, Suiza logró lo que quería. Brasil, no.
Mezcla de músculo y destreza, en el período inicial Brasil se vio suelto en el campo ante una Suiza tan torpe y rugosa como siempre. La superioridad de los pentacampeones fue tan abismal que si se hubiera dado el caso de que todos los hombres sobre el pasto se hubieran vestido de amarillo y azul, pocos se habrían percatado de la violación del reglamento.
No es que el equipo de Tite rutilara, pero sí controlaba el juego en cada línea. Este Brasil no sabe los secretos de la magia (a menos que se junten Neymar y Coutinho, no los sabe), pero es un grupo muy parejo donde hay un líder definido, dos o tres artistas y un pelotón de obreros eficaces.
Lo que ocurre es que el fútbol no es de 1+1, sino de 11. Así, sin signos de sumatoria por el medio. Al Scratch le costó funcionar como ese mecanismo de reloj que su fanaticada espera, y llegó el complemento con diferencia mínima en el marcador, los suizos igualaron con un cabezazo que dejó en ropa interior a la zaga brasileña, y después trabajaron su defensa con la exactitud –aquí sí apareció el cronómetro- de un Rolex cinco estrellas.
Conclusión: a Brasil quizás le hicieron un favor con bajarle los humos de cara a otras instancias, y el domingo cerró con dos sorpresas (antes, la de Alemania frente a México) que presagian un torneo universal preñado de sorpresas.
El gol
El trueno de Coutinho con el sello de la casa.
El equipo
El Brasil del primer tiempo lució dominante; el Suiza del complementario lo anuló. Me voy por tablas.
La individualidad
Fabian Schär le puso la guinda a su partidazo defensivo con un despeje clave de último minuto.
El fiasco
Neymar, corto de chispa y muy escorado.
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