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La jornada
Si Sudcorea pudo con Alemania y Rusia con España, ¿entonces por qué los mexicanos no podían pensar en “cosas chingonas”, como dijera el Chicharito en la previa del partido ante Brasil? ¿Por qué no tener fe en la posibilidad de que en Samara se produjera el Samarazo?
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El equipo de Juan Carlos Osorio, que también les pasó ‘la cuchilla’ a los germanos en la fase de grupos, salió en tromba con una presión alta que asfixió la salida de la canarinha, y si no consiguió romper el celofán fue porque a sus rematadores les sobraron los regates.
Soñaba el Tri con anotarle por primera vez al Scratch du Oro en un Mundial. Se ilusionaba con ganarle un compromiso después de tres reveses y el empate a cero en Fortaleza, cuatro años antes. No importaba que Suecia lo arrollara hace unos días: México llegaba mentalmente sólido, convencido por el coach bilbaíno Imanol Ibarrondo de que no solo podía ponerle fin al maleficio de los octavos de final, sino también salir campeón del mundo.
Lo que pasa es que enfrente tenía al único favorito que no había defraudado, con un Neymar a punto de explotar y Coutinho en estado de gracia. Brasil, tan imponente de plantilla como abultado de vitrina, era el hueso que tocaba morder al colmillo mexicano.
Y fue imposible. A medida que el choque caminó, los de Tite comenzaron a encontrar espacios con la yunta preclara de Neymar y William, que hoy sí estuvo a la altura del jugador que es en la Premier. Brasil fue autoritario ante un rival que lo tuteó mientras las fuerzas lo asistieron, manejó el encuentro con solvencia durante los sesenta minutos finales y se ratificó como aspirante número uno a la corona.
Otra vez, México fue ese pobre Sísifo que estira los dedos persiguiendo un inasible quinto juego en el Mundial.
El gol
El primero del Scratch, nacido de la asociación entre William y Neymar.
El equipo
Brasil dio su mejor demostración ante un México brioso.
La individualidad
Neymar, con gol y asistencia.
El fiasco
Chicharito tuvo un paso anecdótico por el desafío.
Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
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