Burócrata tardocastrista apela al miedo remoto

El castrismo no solo consumió y destruyó el confort económico heredado de Batista, que fue repudiado por la mayoría de la burguesía racista, sino que luego dilapidó el Plan Marshall made in URSS y ha sido eficaz productor de exiliados, emigrados e inxiliados.

Ernesto Soberón, responsable de Asuntos de la Emigración en el Minrex. © Ernesto Soberón / Twitter
Ernesto Soberón, responsable de Asuntos de la Emigración en el Minrex. Foto © Ernesto Soberón / Twitter

Vídeos relacionados:

Este artículo es de hace 6 años

La izquierda sectaria padece una manía recurrente de apelar al pasado en sus discursos coyunturales. Ocurre ahora en España con la pretensión gubernamental de sacar los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos y acaba de ocurrir en La Habana, donde un burócrata ha dicho que solo una minoría de emigrados cubanos se opone violentamente al tardocastrismo y que sueña con volver al capitalismo anterior a 1959.

El autor de la infeliz frase es el encargado en la Cancillería cubana de los Asuntos de la Emigración, Ernesto Soberón. La dijo cuando comentó que un grupo de cubanos en Miami debatiría el borrador de la nueva Constitución.


Lo más leído hoy:


Hablar de minoría y mayorías, sin citar cifras, siempre es arriesgado porque el cálculo carece de rigor y cuando se mezclan temas por oportunismo político los resultados suelen ser contrarios a los que se persiguen, sobre todo, cuando se miente deliberadamente.

Que los cubanos que apuestan por una salida violenta a la violenta dictadura de 60 años que padece Cuba sean una minoría es casi seguro, pero habría que documentarlo con una encuesta real y profesional en ambas orillas porque el hartazgo es notable.

Pero Soberón se complica la vida innecesariamente al fantasear con que los pocos violentos también quieren retornar al capitalismo de 1958, acto fallido de la mente burócrata que mancilla a muchos cubanos que lucharon contra Batista, que trabajaron por una Cuba más justa y que se hartaron con la cárcel ruinosa que paga la nómina del burócrata hablantín.

Cuba no tiene por qué elegir entre aquel capitalismo vital e injusto y el actual capitalismo de Estado con el toque leninista de la vanguardia que se cree iluminado y eterno. Como tampoco tenía que elegir patria o muerte porque la mayoría de las patrias prósperas y justas excluyen la muerte.

Cuba no tiene por qué elegir entre aquel capitalismo vital e injusto y el actual capitalismo de Estado con el toque leninista de la vanguardia que se cree iluminado y eterno. Como tampoco tenía que elegir patria o muerte porque la mayoría de las patrias prósperas y justas excluyen la muerte.

Que Max Lesnik, Andrés Gómez y demás miembros de una asociación cubana en Miami que defiende al tardocastrismo debatan la Constitución futura de Cuba es una prueba de la solidez de la democracia norteamericana y de la tolerancia del exilio cubano, en su mayoría trabajador y respetuoso de las leyes que rigen la convivencia.

La tolerancia democrática de USA y del exilio cubano con quienes no comparten sus postulados contrasta con la habitual intolerancia de la dictadura frente a los intentos de oposición pacífica, como los promovidos por el desaparecido Oswaldo Payá y la labor que realizan Cubalex, la Corriente Agramontista y demás actores de la sociedad cubana contemporánea que no comparten los postulados del tardocastrismo.

Y aquí no se trata de emigrados extranjeros discutiendo una Constitución en suelo extraño, sino de cubanos que trabajan en Cuba por una Cuba que no tenga que elegir entre Batista y Castros; entre lo malo y lo peor. El batistato tuvo las ventajas de que fue corto, respetó y promovió la propiedad privada y amnistió a los que, a la postre, serían sus sepultureros; suerte que no corrieron Jorge Valls, Hubert Matos ni Mario Chanes de Armas.

En aquel capitalismo dictatorial que padeció Cuba hace más de 60 años; solo en La Habana circulaban 42 periódicos y revistas de todas las tendencias políticas e intereses empresariales y sectoriales, excepto en las etapas de censura de prensa.

Tanta pluralidad contrasta con el decreto 349 y otras acciones liberticidas que acomete el tardocastrismo en su miedo y desconfianza generalizada hacia los cubanos, como acaba de hacer con los ferrocarriles que se abre a la inversión extranjera, pero los nacionales solo podrán optar a tramos de tercera y cuarta categorías.

El capitalismo de 1958 no discriminaba al emprendedor o empresario cubano; al contrario, lo promovía. Algo falla en el tardocastrismo cuando sus burócratas animados se ponen a descalificar un pasado remoto que no conocieron, del que ignoran muchos aspectos, incluido el plural consenso que hizo posible el triunfo de la revolución, apoyada por el gobierno y buena parte de la sociedad norteamericana.

¿Cómo explicaría Soberón que de aquel cenagal inmundo surgiera una generación tan virtuosa como la del centenario del apóstol José Martí?

¿Cómo explicaría Soberón que la revolución triunfante tuviera motivaciones de independencia nacional y justicia social, pero que reconoció el magnífico desempeño económico del país, su burguesía y sus medianos y pequeños empresarios? (Que relea discurso de Fidel Castro, 30 de diciembre 1958, Palma Soriano).

El castrismo no solo consumió y destruyó el confort económico heredado de Batista, que fue repudiado por la mayoría de la burguesía racista, sino que luego dilapidó el Plan Marshall made in URSS y ha sido eficaz productor de exiliados, emigrados e inxiliados.

Las desafortunadas palabras de Ernesto Soberón obedecen a la perversa condición de su cargo actual, pues su departamento no existiría si el castrismo hubiera construido una Cuba con todos y para el bien de todos y no la suciedad (no confundir con sociedad) bipolar que ha desvertebrado a la Isla.

Las desafortunadas palabras de Ernesto Soberón obedecen a la perversa condición de su cargo actual, pues su departamento no existiría si el castrismo hubiera construido una Cuba con todos y para el bien de todos y no la suciedad (no confundir con sociedad) bipolar que ha desvertebrado a la Isla.

Soberón, experto en letanía oficial, aludió también a la “normalización” que promovió Cuba con sus emigrados a partir de 1978. Otro yerro interesado, pues no debe considerarse normal reducir a los emigrados a paganinis de parte de las fiesta totalitaria, con tarifas de billetes aéreos, llamadas telefónicas, de alojamiento, que no se atrevería a imponer ni el más avaricioso de los capitalistas.

Por su cargo actual, el burócrata puede acceder a informes sobre la estampida de Mariel (1980) y en ellos podrá comprobar las tarifas socialistas de atraques (no confundir con atracos), avituallamiento y combustibles que aplicaron contra los que ahora llaman emigrados que no desean el retorno a 1958.

La discusión debe centrase en la Cuba del siglo XXI, en una Cuba posible que promueva la más amplia pluralidad, la riqueza y la justicia social, dejando el pasado reciente y remoto a los historiadores.

Mal anda el tardocastrismo cuando, 60 años después, tiene que insistir en lo malo que fueron otros, ya derrotados y expulsados; cuando lo que necesitaríamos saber es lo bueno que son los jefes que pagan la nómina de Ernesto Soberón y demás burócratas, temerosos de que una Cuba normal los degrade de mayimbitos de la subguara a ciudadanos comunes, como la mayoría de los cubanos.

COMENTAR

Archivado en:

Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


¿Tienes algo que reportar?
Escribe a CiberCuba:

editores@cibercuba.com

+1 786 3965 689


Siguiente artículo:

No hay más noticias que mostrar, visitar Portada