El 11 de septiembre del 2001 es una de las fechas más triste de la historia de Estados Unidos. Un grupo de la red yihadista Al Qaeda atacó ese día cuatro importantes centros de poder en el país. Casi tres mil personas murieron y otras 6,000 resultaron heridas.
La caída de las Torres Gemelas, en Nueva York, marcaría un giro en la historia de Estados Unidos.
Diecisiete años después de esa catástrofe, recordamos las historias de los siete cubanos que murieron ese día.
Marco Motroni tenía 45 años en el momento del atentado. Estar en ese lugar fue una casualidad. El hombre, que llegó de Cuba con 12 años huyendo con su familia del régimen de Fidel Castro, tenía dos reuniones de su empresa cada año en las Torres Gemelas.
El 11 de septiembre de 2001, Motroni fue a misa antes de llegar a la cita en el piso 92 de uno de los edificios.
Cuentan que no sabía inglés cuando llegó a Estados Unidos pero que se sentía bendecido por la oportunidad de reinventarse. Formaba parte de la famosa orquesta Novel, en la que defendió por más de dos décadas la música cubana.
Nancy E. Pérez, de 36 años en ese momento, residía en Secaucus, Nueva Jersey y era empleada de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey. Llegó a Estados Unidos en 1970.
A finales de la década del 90 comenzó a practicar karate. "Adoraba a los niños", recoge un perfil de ella publicado en el New York Times, que cuenta cómo aprendió en seis meses el lenguaje de señas por una clase de niños sordos que conoció en la escuela de ese deporte.
Su hermana la recuerda como una persona a la que le gustaba mucho viajar y llevar a sus padres a los espectáculos de Broadway. Era soltera y no tenía hijos.
Niurka Dávila, de 47 años, vivía en New York y también era empleada de la de la División de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey.
Su verdadero nombre era Rosa pero cuando se hizo ciudadana de Estados Unidos prefirió cambiarlo por Niurka.
Sus amigas cuentan que era una mujer muy alegre. Desde 1985 trabajaba allí y cuando quiso que le comenzaran a llamar Niurka sus compañeras comenzaron a decirle cariñosamente New-yorka.
George Merino, natural de Matanzas, tenía 39 años cuando el atentado. Residía en Queens, Nueva York y era empelado de Fiduciary Trust International. Se fue de Cuba en 1968.
"Siempre se mantuvo al tanto del régimen de Castro y no deseaba nada más que una Cuba libre y regresar", contó su esposa en aquel momento. Tenía una hija de 11 años a la que le enseñaba todo sobre sus orígenes.
Juan Lafuente, de 61 años, residía en Poughkeepsie, Nueva York.
Llegó a ser vicepresidente en Citibank, cerca del World Trade Center. Según su esposa "amaba a su familia, a su trabajo, a su hogar. Constantemente se esforzó por mejorar profesionalmente y nunca pensó en jubilarse".
"Juan no necesitaba cosas, tenía las mismas chaquetas, camisas y pantalones durante años y años. Vivía una vida sencilla... Él disfrutaba mucho con los logros de sus hijas y las apoyaba siempre", dijo.
Michael A. Díaz-Piedra III, de 49 años, vivía en New York y era empleado del Bank of New York.
Según reseña el New York Times, Díaz-Piedra era hijo de un rico hacendado cubano que se exilió cuando Fidel Castro llegó al poder. Tenía apenas 8 años cuando emigró a Estados Unidos.
Su esposa cuenta que le gustaban los uniformes, los difraces y las cosas vintage. "Una vez por mi cumpleaños, Mike alquiló un Jaguar y me recogió en el trabajo... Contrató a algunos violinistas para que tocasen mientras cenábamos. Luego me pidió que me casara con él", rememoró.
Sus familiares cuentan que amaba la comida cubana y era un soñador.
Carlos Domínguez tenía 34 años cuando falleció. Nació en Estados Unidos, de padres cubanos. Tenía tres hijos de 10 y 6 años y una bebé de 20 meses
Trabajaba como técnico de Marsh & McLennan Cos Inc. y había conseguido el puesto fijo en la empresa un día antes del atentado.
Este texto se hizo con información de las reseñas publicadas por el diario The New York Times, recogidas en el sitio legacy.com. Las fotografías de las víctimas aparecen en el apartado Remeber September 11, 2001.
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