Al menos cinco cubanoamericanos residentes en Miami que se han opuesto al embargo de Estados Unidos a Cuba y han promovido mejores relaciones entre ambos países, recibieron visitas sorpresivas de parte de agentes federales.
Los contactados pertenecen al grupo de exiliados que emigraron en la década de 1960, cuando eran niños, pero que de adultos apoyaron al Gobierno cubano.
Uno de ellos fue Julio V. Ruiz, psiquiatra jubilado de 71 años, con una extensa trayectoria de participación en conversaciones con el Gobierno de la Isla. El FBI tocó en su puerta durante 15 minutos.
Según contó a The New York Times, los agentes no dijeron abiertamente sus intenciones, solo querían saber si tenía contactos con diplomáticos cubanos. Se identificaron como representantes del FBI y mostraron brevemente sus placas, alegando que no tenían tarjetas de presentación. Uno de ellos escribió en un papel su nombre y un número de teléfono. Después, cuando Ruiz intentó llamar, sonó sin respuesta.
Para las personas visitadas, las preguntas evocaron las preocupaciones sufridas décadas atrás, cuando las divisiones ideológicas en la comunidad cubana en el exilio eran muy fuertes y no era raro que las fuerzas de orden público investigaran a aquellos cuya actitud conciliadora era muy impopular en Florida.
Un hombre recibió un folleto de parte de los agentes que sugería que el FBI lo estaba alertando acerca de la posibilidad de ser manipulado por espías.
El material describe el proceso de “provocación” como “una técnica utilizada para recopilar información que no está disponible y lo hace sin levantar sospechas de que se buscan hechos específicos”.
De los cinco activistas contactados solo dos hablaron con los agentes, los otros rehusaron o no pudieron hacerlo. No se conoce si se visitaron a más personas.
Para Elena Freyre, de 70 años y presidenta de ForNorm, una fundación que promueve la normalización de las relaciones entre Washington y La Habana, es un poco extraño que el FBI haga preguntas sobre estos temas.
“Creo que está cerca del hostigamiento, porque no es ilegal hablar de cosas con la embajada del país donde naciste”, añadió.
Un hombre que sí permitió la entrada de los agentes le contó que su impresión fue que estaban tratando de reclutarlo. “‘No soy un soplón’”, fue su respuesta.
Los activistas contactados acudieron preocupados a la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU), que los animó a presentar solicitudes de la Ley de Libertad de Información para sus archivos del FBI.
Su director ejecutivo en Florida, Howard Simon, expresó que el FBI tiene que deslindar entre la investigación de actividades delictivas y la de actividades políticas.
“No es delito en Estados Unidos ser pro-normalización, pro diálogo con Cuba”, recalcó.
Pero para William LeoGrande, profesor de la American University y autor de un libro sobre las relaciones entre ambos países, este tema le hace rememorar años atrás, cuando era rutinario ser visitado por el FBI después de regresar de un viaje a Cuba y se le preguntaba con quién se había reunido y de qué había hablado.
“Obviamente, cuando las relaciones cubano-estadounidenses son malas, una de las formas en que se manifiesta es en una mayor atención del FBI a los problemas de contrainteligencia”, concluyó.
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