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De la noche a la mañana las motonetas —motores reconvertidos para el transporte de personal— que cubren la ruta entre Santa Clara y la Universidad Central de Las Villas duplicaron el precio de la transportación, lo cual enseguida generó disgusto entre los pasajeros, en su mayoría estudiantes universitarios.
Cinco pesos era el monto habitual del pasaje para todos aquellos que se movieran hasta la universidad o cualquier otro punto intermedio ubicado a lo largo de los 9 kilómetros que separan esa institución educativa y el centro de la ciudad.
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Pero durante el mes de septiembre, coincidiendo con el inicio del nuevo curso y por lo tanto con un aumento de la demanda, los choferes comenzaron a duplicar sus precios.
La puja comenzó desde el momento mismo en que se aplicó la Resolución 549 del Ministerio del Transporte en la cual se decidió limitar a 6 el máximo de pasajeros que podía transportar cada motoneta. A partir de ese momento los choferes, que vieron afectados sus ingresos decidieron elevar a discreción los precios para entonces amortiguar el impacto de la medida en sus bolsillos.
Mientras los pasajeros hacían su cola en el lugar establecido y aguardaban el arribo de un motor, los choferes aparcaban unos metros antes de llegar a la piquera y solo se movían del lugar cuando algunos clientes iban hasta ellos dispuestos a pagar los 10 pesos.
“Mis padres no me pueden dar cinco pesos diarios para que yo coja un motor y vaya a la Universidad, los bolsillos no aguantan. Pero en ocasiones me veo obligada a irme en una motoneta cuando veo que se me hace tarde para entrar al primer turno y no hay guaguas o estas vienen repletas. Entonces no me queda otra alternativa”, asegura Helen, estudiante de arquitectura.
Ella es una de los tantos jóvenes que se han plantado y dicho “no” ante lo que consideran un abuso porque, según ilustra, ese dinero es más de la mitad del salario diario de su propia madre, recepcionista en una entidad del Estado. “Además, no hay nada que justifique ese aumento. Sencillamente suben el precio porque quieren y listo, porque saben que si yo no le doy los 10 pesos igual vendrá alguien que sí pueda pagarlos”, explica ella.
Sencillamente suben el precio porque quieren y listo, porque saben que si yo no le doy los 10 pesos igual vendrá alguien que sí pueda pagarlos
Hasta la prensa oficial (Cubadebate y Telecubanacán) debió hacerse eco de la situación y lo hizo en torno a un sugerente grafiti aparecido en la piquera de la calle Buen Viaje.
En Cuba, donde los carteles no suelen dejarse a la espontaneidad del pueblo, alguien escribió con pintura blanca sobre el fondo plomizo del asfalto la palabra HONE$TIDAD, intercalando un signo monetario en la grafía, un hecho que exacerbó los ánimos de ambas partes y provocó la tímida intervención de algunas autoridades del transporte.
Tímida porque lo menos deseable es alimentar un clima de enfrentamiento con los transportistas particulares, sobre todo, teniendo en cuenta los precedentes registrados en la capital cubana en el último año, o los sucesos de hace algún tiempo atrás en Bayamo y en la propia ciudad de Santa Clara, donde se produjeron sendas protestas de carretoneros. Pero en este caso puntual ¿hasta qué punto están siendo deshonestos los cuentapropistas?
Salvo aquellas excepciones donde el gobierno de una demarcación establece reglas especiales, por lo general, los transportistas particulares en Cuba operan bajo la ley de oferta y demanda. Ello quiere decir, en esencia, que los precios deben ajustarse a partir de la correlación existente entre ambas variables. El pueblo decide si acepta o no la oferta que tiene delante, mientras que el transportista, por su parte, debe reajustar sus precios para garantizar la conformidad de los clientes, el trasiego de estos y obtener entonces la correspondiente ganancia.
Conclusiones: Los transportistas particulares están amparados por la ley para negociar un precio en cada viaje que realicen.
“Eso sería ideal en un contexto donde existan varias alternativas. Pero en las condiciones anómalas en que se desenvuelve nuestro país esa ley deja desprotegido al pueblo en áreas tan sensibles como la transportación y la alimentación”, explica José Carlos Fuentes, quien es profesor de historia en la ciudad Escolar Ernesto Che Guevara, otro campus estudiantil ubicado en la misma ruta de la Universidad Central.
Un día no hay guaguas y se aprovechan. Si es de noche o fin de semana o está lloviendo, también se aprovechan y te cobran más
“Un día no hay guaguas y se aprovechan. Si es de noche o fin de semana o está lloviendo, también se aprovechan y te cobran más. ¡A dónde vamos a parar, esto no hay quien lo aguante!” comenta él con evidente disgusto, y entonces le pregunto: ¿De quién es la culpa? A lo que responde: “Del bloqueo, claro está”.
Sin embargo, son muchos los que opinan que, más allá de los motivos que generan la escasez, mientras el Estado no pueda garantizar una transportación urbana estable y razonable, cuando menos debiera organizar el servicio de forma tal que el pueblo no sufra las consecuencias, y tampoco se desestimule el trabajo no estatal. Topar precios o establecer tasas especiales es la sugerencia de muchos.
En las últimas semanas los motoneteros han decidido aplicar las mismas tarifas de las motonetas amarillas, vehículos que el Estado arrienda, y donde se cobra 1 peso por cada kilómetro recorrido. O sea, por el momento han fijado en 8 pesos el pasaje hasta la Universidad, pero, la situación sigue tensa.
“Nos dicen que no podemos aplicar esa tarifa porque las motonetas del Estado pagan más impuestos que nosotros, pero no tienen en cuenta que a aquellas motos se les garantizan piezas, reparaciones y niveles de combustible que a nosotros no”, argumenta Jorge, uno de los motoneteros.
Mientras el gobierno y ellos no se pongan de acuerdo, es el pueblo quien seguirá sufriendo. La cola se alarga en la calle del Buen Viaje, y aumenta la agonía de quienes esperan tener eso, un buen viaje, pero sobre todo a buen precio.
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