Nadie nos reconoce
Nadie nos reclama
Nos encajan en una Carta de estar ahí Entre signos que alertan el acoso de la Ley Porque somos los sospechosos deambuladores de la Nada
Galopadores anónimos del pleno itinerario Del vacío al acecho de nuestro enigma
Porque somos los jugadores fúnebres
Las mariposas fúnebres
Las sombra de verdugos
Las sombras de víctimas
Rueda del exiliado
Nivaria Tejera
El periódico Granma acaba de decretar que Bebo Valdés es de Cuba, haciendo gala de su vieja condición de expedidor de certificados de buenas o impropias conductas, en ese maniqueo juego de hacer arqueología cultural con quienes han muerto en el exilio o en el inxilio.
Las exhumaciones culturales comenzaron en 1989, cuando el gobierno supo que Moscú, en un alarde vanvanero, les cantó chirrín chirrán, que ya se acabó; y el castrismo se aferró al patrioterismo utilitario para intentar mejorar su imagen internacional y recaudar dólares a golpe de rescatar Orígenes, el Esperanto, la Salsa que nunca escuchó y Buena Vista Social Club.
La torpeza de Granma sonroja a cualquier persona conocedora del prolongado destierro padecido por Lecuona, Portabales, Julián Orbón, Celia, Olga, “Cachao”, Laserie, Miguelito Valdés, Ernesto Duarte, Jorge Luis Prats, Paquito, Arturo , Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy, Pepe Triana, Nivaria Tejera; y el ostracismo al que sometió a Meme Solís, Marta Estrada, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Antón Arrufat, César López y Rafael Alcides, entre otros muchos cubanos estigmatizados por la rabia comunista en diferentes épocas.
El totalitarismo juega siempre a confundir patria y nación con la postura de sumisión o rebeldía que asumen los actores de la sociedad y, cuando los mandamases decretan el deshielo de un represaliado, ni siquiera disimulan con un par de línea de disculpas o reconocimiento de la infinita torpeza para intentar aplastar a los disidentes.
Bebo Valdés hizo más por la Cultura cubana en aquel piano-bar de Estocolmo en el que tocaba cada noche para ganarse los Strömmingslådor que el Buró Político del PCC y sus capataces amplificadores de la voz del amo y que ahora se debaten entre la mansedumbre habitual y la buena onda con proscritos y exiliados para garantizarse los frijoles a la hora de los mameyes y, mientras, ir comiendo de tumba en tumba y dando tumbos de palo pa' rumba.
Sonroja el intento de apropiación torticera del legado musical de Bebo Valdés, que se fue de Cuba en 1960 porque no quiso vivir bajo la dictadura que ahora agita sus despojos, aprovechando la celebración de su centenario, pero sin dejar de marcarle la tarjeta al afirmar que su obra no puede reducirse al gran éxito de Lágrimas negras, su hit mundial con Diego, el Cigala.
Los únicos que intentaron borrar de la historia cubana a Bebo Valdés fueron el Buró Político del Partido Comunista, el Ministerio de Cultura y su antecesor Consejo Nacional, los mismos que negaron la entrada a la Isla de Celia Cruz para enterrar a su madre e intentaron destruir a Meme Solís y a otros muchos.
Los mandamases del PCC y del Gobierno cubano han perdido el pudor, y se conducen con indecencia en el manoseo de muertos buenos y malos, como también hacen con los vivos, en su afán de borrón y cuenta nueva que sigue siendo tan discriminatorio como el monólogo totalitario que dura casi 60 años.
Y nadie debe creer que estamos ante un desliz o una iniciativa personal del redactor de la fallida nota, pues unos días antes, los mandamases tardocastristas –refugiados en el aguaje inútil de Baraguá- otorgaron a Yosuam Palacios la Distinción por la Cultura Nacional y –meses antes- soltaron el Decreto 349 para seguir amordazando a los incómodos y que ya ha provocado la cancelación de sendos contratos a grupos musicales que actuaban para turistas en La Habana Vieja.
Ya sabíamos que La Habana baila al ritmo de sones para turistas, ahora además, desafina, incluso en twitter, esos 140 caracteres junto a la Campana de la Demajagua, esta vez sin tañer, no vaya a ser que a los esclavos les dé por tocar a rebato.
Actos grotescos y sin –que sepamos- haya merecido una guerrita de emails o una protesta cívica de algún intelectual cubano presto siempre a hincar el diente en la carne flácida de Serguera, Pavón y Quesada.
Estas brutalidades confirman la bajeza moral de la dictadura, empeñada en agresiones que solo confirman su debilidad y su vocación por el insulto permanente a la sensibilidad.
Bebo, al que ahora reclama la nomenklatura residual, siempre fue de Cuba, solo se alejó asqueado por esa partitura miliciana que tanto aflige a la patria.
Tampoco faltarán los oportunistas exégetas que intentarán decirnos que rectificar es de sabios y que Granma solo habría pretendido contribuir a la normalización de la patria con sus emigrados, pero en la nota no hay una coma de enmienda al silencio de 58 años que padeció Bebo Valdés en la Isla, donde sigue brillando por su ausencia.
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