Mulas dentro de Cuba… un negocio que gana terreno

“No contaba con el dinero suficiente para sacar el pasaporte, pasajes y alojamiento en Guyana, por ejemplo, o Rusia. Por eso decidí abrirme paso viajando a La Habana y trayendo mercancías a Santiago de Cuba, y venderlas aquí”

Las 'mulas nacionales' compran en la capital cubana y venden en otras provincias © CiberCuba / José Roberto Loo Vázquez
Las 'mulas nacionales' compran en la capital cubana y venden en otras provincias Foto © CiberCuba / José Roberto Loo Vázquez

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Este artículo es de hace 5 años

Los desvelos de Lilian, una cubana luchadora y sobreviviente, se resumen en un solo sueño: tener una entrada de dinero mensual que le permita vivir decorosamente. Sin embargo, sus más de 30 años le han enseñado que tal aspiración generalmente no se satisface, de forma legal, en ningún puesto laboral en empresa estatal. La aventura del cuentapropismo, o del invento que a veces es casi lo mismo, era entonces la brújula que marcaría sus pasos.

Sin experiencia en la gastronomía y nulas aptitudes para la cocina, buscar opciones viables se le hacía difícil. Optó entonces por el camino de muchos: ser una mula.


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“No contaba con el dinero suficiente para sacar el pasaporte, pasajes y alojamiento en Guyana, por ejemplo, o Rusia. Por eso decidí abrirme paso viajando a La Habana y trayendo mercancías a Santiago de Cuba, y venderlas aquí”, comenta.

Productos revendidos en Santiago de Cuba comprados en La Habana / CiberCuba

Empezó con poco presupuesto, poco más de 250 dólares. Ahorrando por aquí y por allá, buscando quien le llevara a la capital sin cobrarle nada, alojándose primero con amigos, familiares y cuanto pariente o conocido le tendiera la mano… así logró aumentar su capital.

“También buscando en Santiago de Cuba quién comprara mis mercancías. La ganancia siempre supe que no iba a estar en vender caro, sino en vender por cantidades. Así empecé con un viaje al mes, luego, cuando pude, hice dos. Hoy hago dos, pero me llevo a dos personas conmigo que también están empezando y me sirven de mulas. Me voy en un mes con 150 dólares de ganancia mínimo, a veces más,”, explica.

Productos revendidos en Santiago de Cuba comprados en La Habana / CiberCuba

La ganancia siempre supe que no iba a estar en vender caro, sino en vender por cantidades. Así empecé con un viaje al mes. Hoy hago dos, pero me llevo a dos personas conmigo que también están empezando y me sirven de mulas. Me voy en un mes con 150 dólares de ganancia mínimo, a veces más

Poco a poco, esta muchacha joven, que no llega a los 35 años de edad, se hizo de varios ayudantes que le facilitaran su trabajo.

“En La Habana le pago a una persona para que me avise de buenos productos en La Cuevita, ahí compro una buena parte de lo que vendo en Santiago de Cuba. Tanto aquí como en la capital, tengo personas que con solo levantar el teléfono me consiguen los pasajes que necesito, en tren o ómnibus, y también tengo varias personas que me ayudan a trasladar la mercancía en ambas ciudades. Y claro, tengo personas que me ayudan a moverla entre terminales, que se hacen lo de la vista gorda con el peso o que me cuelan mercancías, en el caso de los ómnibus”, agrega.

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Las nuevas medidas que hoy se aplican en la transportación por ómnibus, con el cobro del sobrepeso, no amedrenta a esta cubana porque, según ella, “siempre que hay necesidad hay soborno, eso no cambiará. A lo mejor, quién sabe, va y hasta pagaré menos”.

Pero la suerte es loca, y reúne a las personas con intereses comunes. Lilian les dio a dos de sus amigos la oportunidad que ella no tuvo: alguien que le llevara por la mano y le enseñara los vericuetos por donde uno logra ganar dinero, sin incurrir en explícitas ilegalidades.

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Corre con los gastos de ambos, incluye alojamiento, donde comer, y transportación. Además, en cada viaje comparte un porcentaje de sus ganancias. En cambio, ambos amigos le ayudan a cargar, a mover y también le dan protección.

“En este negocio uno aprende de todo. Es duro aventurarse en las carreteras, más cuando eres mujer, no porque no puedas hacerlo, pues físicamente no me creo poca cosa, pero sí las personas suelen faltarme el respeto. Cuba es una sociedad machista y no ven bien que una mujer, primero sea capaz de tratar de negocios duro, de dinero, de moverse, y segundo suelen meterse conmigo porque sí. Entonces un par de ayuda no es malo, me respetan más, no quisiera que fuera así ni tampoco quisiera necesitarlos, pero no me queda otra. Ellos me acompañan, pero la que habla soy yo, la que conoce el negocio y tiene los contactos, soy yo. Ellos están ahorrando, aprendiendo. Sé que dentro de poco ellos harán lo que hago yo y buscarán personas que le sirvan de mulas”, acota.

Lilian en un futuro quiere saltar a las grandes ligas, como dice ella, y dedicarse a viajar a otros países. A diferencia de otras personas, no tuvo la oportunidad de hacerlo directamente, y ha tenido que trabajar duro para llegar ahí. No obstante, el tráfico de mercancías dentro de Cuba, es una variante que no pretende dejar.

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“Muy sencillo: empecé por ahí y también hay ganancia, a lo mejor no tanto como los que viajan fuera de Cuba, quizás más. Eso no lo sé hasta que no lo pruebe.

Empecé por ahí y también hay ganancia, a lo mejor no tanto como los que viajan fuera de Cuba, quizás más. Eso no lo sé hasta que no lo pruebe

“Yo conecto los que compran en Santiago de Cuba y quienes venden en La Habana, también voy a algunas provincias como Holguín, hay cosas baratas ahí sobre todo las mercancías hechas de metales.

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“En La Habana mayormente compro en La cuevita: ajustadores, blúmer, lycras…, también todo lo que sea plástico, siempre estoy tanteando el terreno para saber qué se necesita, y luego allá tengo mi gente que me dicen si hay o no.

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“Ahora, por ejemplo, me estoy dedicando a buscar y traer la mercancía que necesitan pequeños negocios, como las manicuras, y les abastezco. Este último negocio, por ejemplo, ahora mismo adolece de buenas tiendas con productos variados y de calidad. Tan simple como eso. No hay una tienda ahora mismo en Santiago de Cuba que tenga buenas pinturas de uña, yo las localizo con las mulas que llegan a La Habana procedente de otros países, o en las tiendas de por allá, y las traigo. Hago cosas así, pero al por mayor”, comenta.

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Lilian protege su privacidad, tiene miedo a «marcarse», pues en este negocio de ir y venir, de moverse con mercancía, es mejor andar con sigilo, “entre las sombras”, como diría ella. Pero explica, al menos a grandes rasgos, un tipo de emprendimiento que se mueve entre el limbo de la legalidad y la ilegalidad, y que, no tan conocido, también es emergente en la realidad cubana de hoy.

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“Lo que tengo es que estar bien organizada. Por una parte siempre tengo que saber qué se necesita por aquí, qué se vende por allá y una larga lista de contactos donde quiera. Ese es mi gran patrimonio, los contactos, y esos no se los doy a nadie porque pierdo el negocio. Una vez empiezas, las mismas personas te contactan. Dios nos crea, y nosotros nos juntamos”, sentencia.

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Pero ella, intranquila, siempre busca otros horizontes. La misma actividad ahora está pensando en hacerla a la inversa: llevar desde Santiago de Cuba y hacia La Habana aquellas mercancías que tienen salida por allá, “es la manera de hacer esto más rentable, ya hay más competencia. Y quien sabe, a lo mejor el día de mañana hasta un carro me puedo «echar», y ahí sí que creo mi propia FedEx cubana”, asegura entre risas y picardía.

Ahora está pensando en hacerla a la inversa: llevar desde Santiago de Cuba y hacia La Habana aquellas mercancías que tienen salida por allá

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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