El hospital Arnaldo Milián Castro de la ciudad de Santa Clara es considerado desde hace mucho tiempo la principal institución médica del centro del país, toda vez que brinda asistencia no solo a los residentes en la cuarta provincia más poblada de la isla, sino también a otros territorios vecinos como Cienfuegos y Sancti Spíritus.
Exhibe, no obstante, un estado realmente preocupante en muchas de sus áreas, algo que es clara expresión del estado de deterioro en que se ha sumido ese centro.
La suciedad y el abandono en los pasillos, balcones, consultas y, sobre todo, en los baños hacen dudar a muchos pacientes de que se encuentren precisamente en un centro asistencial.
“Yo no toco nada, y tengo que estarle limpiando las manos al niño a cada rato con una toallita húmeda. El año pasado me cogió un estafilococo aquí. Vengo porque no me queda más remedio, pero sinceramente es preocupante”, explica Yoana, una madre residente en el municipio de Ranchuelo.
Yo no toco nada, y tengo que estarle limpiando las manos al niño a cada rato con una toallita húmeda. El año pasado me cogió un estafilococo aquí
Si bien su hijo Robeisi debía atenderse en el Hospital Pediátrico José Luis Miranda, la madre nos cuenta que esa última institución no dispone ahora mismo de los especialistas que requiere el pequeño.
“Todos están de misión. Entonces tienes que sacrificarte y no ponerte a pensar demasiado en lo que te encuentras, porque lo más importantes es que se ponga bien. Pero la verdad es que esto está como para salir corriendo. Yo he visto hasta ratas corriendo por los aleros”, explica ella.
Casi todos los baños del segundo piso —donde radican la mayoría de las consultas—, se encuentran clausurados por falta de agua, obstrucciones y roturas en las redes hidrosanitarias. Una larga cola “unisex” indica cual es el único de esos baños que se encuentra abierto, pero incluso este se ha inundado, y mientras gotean las tuberías superiores, el lavamanos y la tasa carecen de agua.
Los propios pacientes han colocado pedazos de cartón en el suelo para no mojarse los zapatos cuando pasan, y la taza sanitaria se descarga cuando lo decide la conserje encargada, una mujer de aproximadamente 60 años con cuerpo cansado e indiferencia marcada.
“Me dan cloro y desinfectante, pero por mucho que una se esfuerce el baño siempre va estar sucio, porque es demasiada gente y no tengo ni agua. Bastante hago, si por las noches no puedo dormir del dolor de espalda”, le explica a una mujer que desde la fila se queja por la fetidez que despide el lugar.
“¿Y es aquí a donde venimos a curarnos?”, riposta la otra, que se lamenta y enseguida matiza con historias personales, y de algunos conocidos suyos lo que sucede en los cubículos, salones y laboratorios del también conocido como “hospital nuevo”.
En efecto, hace rato el Milián perdió su lozanía. Las sucias paredes del hospital son solo un síntoma de afecciones mayores. Hace un par de años esa institución debió cerrar de manera imprevista y hasta fue preciso trasladar pacientes graves a otras unidades asistenciales de la ciudad debido a serias averías eléctricas.
Luego quedaron suspendidas las intervenciones quirúrgicas y se cerraron indefinidamente los salones de oftalmología por dificultades con el abasto de agua. Más recientemente se trasladaron los pacientes que requieren hemodiálisis a municipios distantes como Sagua La Grande para reparar la sala de la especialidad.
Mientras los directivos aseguran que son problemas coyunturales que ya han quedado resueltos algunos, trabajadores sostienen que es tiempo de una intervención capital antes que el gran hospital se venga abajo.
“Hay paredes que si las tocas te coge la corriente” asegura una enfermera de amarillenta bata.
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