En Santa Clara, donde se pierde casi el 70 por ciento del agua que se bombea por averías en las redes, los ciclos de abasto en ocasiones superan la semana, y el líquido que llega a los hogares muestra una coloración y sabor terroso. A pesar de las ya históricas angustias de la población, poco se ha hecho para dar solución al problema, pues solamente una inversión de aproximadamente 130 millones de pesos podría devolverle vitalidad al maltrecho acueducto de aproximadamente cien años de explotación.
Por eso las dos plantas purificadoras donadas por China, y que fueron instaladas en la ciudad de Santa Clara hace algunas semanas atrás, se recibieron con tanto beneplácito por los pobladores más humildes de algunos barrios citadinos. Porque aquellos vecinos sin la suficiente solvencia económica como para darse el lujo de comprar un filtro doméstico de esos que se comercializan esporádicamente en las tiendas recaudadoras de divisa, por fin tuvieron la posibilidad de beber agua limpia.
Pero, como bien recuerda el refrán, poco duró la alegría en la casa del pobre.
La primera de las plantas fue inaugurada en uno de los barrios más relegados y sedientos de la ciudad. Dobarganes, oficialmente rebautizado como Reparto Raúl Sancho, tuvo la novedad como parte de las obras inauguradas con fanfarria para celebrar el 60 aniversario del triunfo de la revolución.
“De primera, clarísima”, indicaban los dirigentes, “100 % pura” aseguraban los trabajadores, y el pueblo repetía idénticas calificaciones mientras agradecía al partido y al gobierno —nunca a los chinos— por cada litro de agua destilada que a partir de ahora se vendería a 0.50 CUP el litro.
Luego se multiplicó el milagro y una nueva planta purificadora abrió sus puertas en la zona hospitalaria. Entonces, una de las beneficiadas exclamaría agradecida a la prensa local: “Más que pura, esta agua es casi bendita”.
Así comenzó el peregrinar. Decenas de carretas, bicicletas y motores se amontonaban cargados de recipientes en los predios de ambos “manantiales” con capacidad para producir 500 litros de agua por hora, y óptimos indicadores físico-químicos y bacteriológicos.
Sin embargo, a mediados de enero se originaron algunas quejas luego que algunos vecinos examinaran la calidad del líquido adquirido y comprobaran que no reunía los parámetros esperados. Nada se informó en ese sentido, pero desde hace unos días ambas plantas se encuentran cerradas.
Los directivos de la empresa provincial de acueducto y alcantarillado reconocen que fue necesario suspender su trabajo por desperfectos técnicos pues al tratarse de un equipamiento nuevo, no estaban del todo familiarizados con su funcionamiento.
“Pero ya estamos estudiando el asunto y aprendiendo más sobre la técnica de esos equipos, para reabrirlos e instalar otras cuatro plantas donadas por China aquí en la ciudad”, explicó a la radio santaclareña CMHW, Midiala Arencibia, directora de operaciones del acueducto en Santa Clara.
Cabría preguntarse ¿cómo es posible que siendo el objeto esencial de esa entidad la purificación del agua, los operarios aleguen desconocimiento técnico? ¿Qué tan impoluto fue el líquido despachado en ambas plantas?
Lo cierto es que, a pesar de las inconformidades derivadas del irregular servicio y los sinsentidos que lo acompañan, los santaclareños tienen sobrados motivos para aguardar, resignados y galón en mano, la reapertura de las dos plantas.
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