Ileana, nombre ficticio, acaba de huir de Venezuela, donde pasó poco más de un mes de misión. Desde Colombia conversó con CiberCuba, con la condición de que no publiquemos su verdadera identidad. Para ella ha sido una mala experiencia.
"Yo sólo me eché un mes en Venezuela, pero fue una experiencia desagradable por culpa de mis mismos compañeros. Nadie más".
Según explica, sus compañeros en la misión eran "egoístas". "Cada cual se cocina aparte y a nadie le importa si el otro que llegó no tiene cómo alimentarse. No sé cómo explicarte. Los cubanos tenemos muchos defectos, pero somos muy humanos".
La joven profesional de la Salud no quiere ser identificada porque tiene miedo de que el Gobierno cubano tome represalias con su hija, que ha quedado en Cuba al cuidado de la abuela materna. "Tú sabes que los castristas no tienen piedad con eso. Imagínate si no puedo volver a ver a mi hija, ni a mi madre, ni a mi hermano, ni a mi abuela, mis primos, mi familia".
"Aquello está malo", dice refiriéndose a la crisis venezolana, tras enviarnos dos fotos: una del bebedero del que toman agua los médicos cubanos en el comedor de un hospital de Venezuela y otra con el agua (de color parduzco) que sale por la pila y que utilizan en las casas para cocinar.
"Cuando llegué a Venezuela a primeros de diciembre había unas pésimas condiciones. "El agua tiene un color churroso. Aquella agua era con la que se concinaba, si no, tenías que comprarla. El agua de la llave era para todo. Lo que nos dieron en el hotel de Guarenas (estado de Miranda) fue arroz y caraota (frijoles negros) y más nada. Ni un desayuno ni más nada. Nos quitaron el pasaporte hasta que nos ubicaron".
A los tres días de estar ahi, Ileana fue enviada para Higuerote, una ciudad turística cercana a Caracas. Cuando llegó a la casa que los cubanos llaman "módulo" donde se iba a quedar, se encontró con personas que llevaban un año y hasta más de dos años allí y la informática con la que tenía que compartir habitación lo primero que le dijo fue que el televisor y el refrigerador eran suyos.
Aunque Ileana le comentó a su compañera que tenía una operación reciente, la informática no hizo por cambiarle la parte de abajo de la litera y tenía que dormir arriba, haciendo esfuerzo para subirse.
Pero si mala era la situación en su casa, peor aún estaba el CDI (urgencias) donde tenía que prestar servicio. "A un paciente hipertenso se le daba Naproxeno (antiinflamatorio) o Polivit", pese a que el primero de estos medicamento no es recomendable para tratar a personas con la presión alta. Pero la doctora que trabajaba con ella le explicó que ahí no había más nada.
"Allí, en el hospital en el que estábamos, no se sabía quién tenía VIH, quién tenía tuberculosis. Allí no se sabía nada. Aquellos pacientes tenían el mal olor más grande del mundo. Había unas condiciones pésimas. La jefa territorial me decía: 'Eso no es nada', deja que vaya pasando el tiempo".
"En esas condiciones en que están los cubanos en Venezuela, Cuba los tiene obligados a ir a las tribunas a Caracas. Hay que salir con los chavistas a defender la revolución de Maduro. Es una obligación, dicho en una reunión", comenta a CiberCuba.
En Venezuela, cuenta Ileana, los coordinadores de las misiones tienen que saber todos los movimientos de los médicos cubanos. "Todo lo que hacías y hasta darle el número de teléfono y contestarle cada vez que él quisiera sin comprarte la línea", se queja.
Toda esta situación de estrés la llevó a sufrir una crisis epigastrial. "Cogí gases intestinales y me llevaron para un hospital en Guarenas. El jefe del cuadro médico decidió que tenía que ir para Cuba porque pensaba que era una oclusión intestinal".
Otro médico le comentó que lo que tenía estaba causado por el agua que estaba consumiendo, que había cogido algún parásito. Aún sí, los coordinadores de la misión le dijeron que la mandaban de vuelta a Cuba. Ella suplicó que no la enviaran de regreso a la Isla argumentando que tenía necesidad de ayudar a su familia.
"Yo soy el que mando"
Pero el jefe de cuadro médico de Ileana, llamado Alain, le contestó: "Yo soy el que manda".
Al día siguiente la llamó para avisarle de que tenía fecha de vuelo para el 23 de enero y que no había vuelta atrás. "Yo soy el que manda y ya la decisión está tomada".
Fue por eso que Ileana tomó su decisión: huir a Colombia. "Llamé a una amistad mía venezolana que me rescató y me llevó para su casa. En el hospital, todos los que me atendieron y me cuidaron fueron venezolanos. Mis compañeros me trataron muy mal. Se vuelven perros en esa misión. Sólo les interesa ellos y vivir cómodos y más cuando son jefes".
Ella sabe que ha tomado una decisión muy, muy difícil. "Yo no hubiera querido hacer esto, pero la impotencia y el maltrato y la manera de ellos creerse que son dueños tuyos fue lo que me llevó a esto".
Para escapar, Ileana no le dijo nada a nadie. Hace apenas 24 horas, en Cuba avisaron a su madre de que ella había "desertado". "La trataron mal en el hospital. La jefa de misión le dijo que yo era una desertora, que iba a cobrar ese salario, pero que no iba a cobrar más nada"
Su madre le reprochó a la jefa de misión que le hablara mal porque ella no sabía que su hija había desertado y le afeó también que no la hubieran contactado cuando Ileana estuvo ingresada en un hospital tras sufrir la crisis epigastrial.
Los sacrificios antes del viaje
Ileana es de Artemisa, tiene 32 años; se licenció en 2003 y llegó a Venezuela el 12 de diciembre pasado. No fue fácil. Para coger la plaza en el extranjero, tuvo que pasar antes tres años trabajando en otra misión en la capital del país. "Me fui para La Habana en 2016 para luchar por la misión para poder ayudar a mi familia. Cuando terminé me dijeron que tenía que volver al lugar de procedencia, para mi municipio".
Tras llegar a su pueblo, Ileana protestó cuando la dejaron 48 horas seguidas atendiendo partos. Ella considera que es una labor muy delicada que no puede hacer una persona que está completamente agotada. "Si se te cae un niño o te quedas dormida, tú eres la que puedes ir presa", comenta a este portal de noticias.
Sin embargo, los médicos que trabajaban con ella le echaron en cara que denunciara un pacto que permite a los profesionales de la Salud trabajar 48 horas seguidas y descansar 72. Le criticaron que quisiera hacer cambios poco antes de viajar al extranjero.
Finalmente, al cabo de seis meses, Ileana recibió la llamada avisando de que le había llegado la misión a Venezuela. "Me dijeron que me alistara para todo y que me presentara en la Cujae".
Soñando con el Parole
La única esperanza que Ileana tiene de reunirse con su hija es que Estados Unidos decida abrir el Cuban Medical Professional Parole, que le permitiría pedir asilo en cualquier embajada norteamericana.
Ileana tiene una hermana en Estados Unidos, que estando en Venezuela, la llamó por teléfono cinco veces. Ella cree que eso y el hecho de que ella sea protestona pudo influir en que decidieran enviarla de vuelta a Cuba.
"Tú no puedes ponerle a un paciente que viene con un dolor lumbar, un diazepam; un dolor bajo vientre, diazepam o Naproxeno... No estamos tratando animales. Siempre estaba protestando porque me gusta hacer las cosas bien hechas".
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