Cuando un ministro cubano se echa al monte

Gil Fernández se puso la camisa reformista sobre el traje de arriero y matizó que no iban contra las mulas, sino que el Estado competiría con ellas. Vano empeño, pero válido en la rectificación ministerial.

Alejandro Gil (i) junto a Miguel Díaz-Canel y otros ministros en la Mesa Redonda © Twitter / Angelica Paredes
Alejandro Gil (i) junto a Miguel Díaz-Canel y otros ministros en la Mesa Redonda Foto © Twitter / Angelica Paredes

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Joseíto Fernández


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El Ministro de Economía de Cuba, Alejandro Gil Fernández, se fue a la Mesa Redonda disfrazado de arriero y agitó la vara rectora del arria de mulas que trasiega por la pícara geografía cubana para asustar a los jodedores, tranquilizar a los dinosaurios y a los veteranos empobrecidos y confirmar que la nomenclatura cubana se mueve zigzagueante entre el realismo y la utopía.

Gil Fernández tuvo la delicadeza de aclarar que la persecución de las mulas obedece a peticiones populares, sin precisar cuántos cubanos piden la eliminación y/o reducción de las personas que se dedican a viajar a países cercanos, incluido el municipio cabecera, Miami, para traer y vender en la isla todo lo que la economía socialista es incapaz de proveer.

Randy Alonso, asentía con ese tic condicionado que le quedó de las largas sesiones con el Comandante en Jefe; pero sus ojos y sus labios, delataban la angustia que sufría según iba enterándose del retroceso anunciado.

Pero el ministro no debió medir las consecuencias de sus palabras y con la rebambaramba que se armó entre mulas, clientes y afectados, que son mayoría. El gobernante Miguel Díaz-Canel decidió echar el freno y dijo a su compañero de gabinete y subordinado: Soo, caballo, soo; tienta paso, que viene precipicio. Bien por Díaz-Canel, ha tenido reflejos en medio de la tormenta.

Entonces, Gil Fernández se puso la camisa reformista sobre el traje de arriero y matizó que no iban contra las mulas, sino que el Estado competiría con ellas. Vano empeño, pero válido en la rectificación ministerial, que había dejado camino por vereda y las bestias se revolvieron porque ya están hartas de jáquimas y latigazos.

A ver, señor ministro. Las mulas no deben ser perseguidas y mucho menos eliminadas porque unos cuantos bobos milicianos se hayan puesto solemnes en una asamblea y pidan que sacudan la mata; si es que ya no queda mata que sacudir, chico.

Las mulas deben ser condecoradas con la orden Fernando Chenard Piña del sindicato de Comercio y Gastronomía, reguladas con una normativa flexible, incluidos el pago de impuestos progresivos y de tasas administrativas y de una contribución a la Seguridad Social para su futura jubilación.

Panamá, un estado extranjero y capitalista, ha facilitado la entrada y permanencia de las mulas cubanas en su territorio, habilitándolos con una tarjeta que los exime de visado; y ahora aparece un ministro de Cuba ¿socialista, progresista y sostenible? y arremete contra un colectivo que genera riqueza, flujo de capital y que carece de salario estatal. Las mulas son una bendición para la economía y así deben ser tratadas.

La historia, y especialmente la cubana, confirma que cuanto mayor es la represión, mayor es el ingenio para crear mecanismos que burlen el absurdo que algunos cubanos se empeñan en seguir perpetrando contra la mayoría de sus hermanos.

En la actual coyuntura de duelo venezolano y apretazón Trump, lo sensato, lo económico es abrir la economía, apostar de una vez por el sector privado, apoyar todos los esfuerzos ciudadanos de creación de riqueza, empleo y bienestar; y autorizar la importación de cuanto sea posible, incluidos los medicamentos. Un estado tiene herramientas de sobra para regular la actividad económica de sus súbditos; pero el camino nunca debe ser la supresión del Mercado Libre Campesino o la Ofensiva Revolucionaria, sendos enfados fidelistas que hicieron más pobres y dependientes a los cubanos.

Cualquier observador se percata de lo complicado que resulta gobernar Cuba en estos momentos, pero ese estilo tacticista de combinar válvulas de admisión y escape pueden acabar fundiendo los metales y Don Alejandro Gil Fernández sabe que el tiempo de aplazar un grupo de reformas necesarias para evitar que el tardocastrismo asuma más desgaste político, se ha agotado por el miedo de los dinosaurios.

Y tampoco hay que ponerse solemne con eso del populismo. No importa que sea ñato, el caso es que respire y eso, precisamente, es lo que se ha conseguido con el anuncio de subida de salarios y pensiones, un respiro.

La criptomoneda es otro tiro en las piernas del arriero Gil; una insensatez, tras llevar años escuchando que la eliminación de la doble moneda es una prioridad, ahora los cubanos van a tener una, dos y tres, que paso más chévere, que paso más chévere el de mi Cripto es, ¡ay, mamá como viene Alejandro, este año si que viene distinto!

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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