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Enix Berrio Sardá (La Habana, 1965) es un intelectual cubano formado en Economía y Comunicación Social, con formación complementaria en Relaciones Internacionales y otras ramas del ámbito social expulsado de la Universidad de la Habana (2008), donde se desempeñaba como profesor y además realizaba labores de Consultor, que es una de sus pasiones.
Su expulsión de la Universidad de La Habana se produjo durante el mandato del actual presidente, Díaz-Canel Bermúdez, como Ministro de Educación Superior, “un período oscuro que pretendió la universidad solo para los revolucionarios”, recuerda Berrio Sardá, que se negó a realizar trabajo político-ideológico por no saber en qué consiste y un excompañero encontró en su mesa de trabajo el original de una novela inconclusa en la que uno de los personajes aludía a la discriminación religiosa en Cuba.
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Posteriormente, Enix Berrio Sardá se vinculó a la oposición, donde ocupa actualmente el cargo de Coordinador de la Mesa de Unidad de Acción Democrática (MUAD) y hace unos días estuvo en Madrid como ponente del evento “La Cuba que esperamos”, organizada por el Observatorio de Derechos Humanos de la isla, y sacó un hueco para conversar con CiberCuba sobre la actual coyuntura de la que es un observador constante y acucioso, que viaja desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí, tomando la temperatura del ambiente sociopolítico.
¿Cómo caracterizarías la actual situación política de Cuba?
Es una situación muy compleja porque el régimen se ha quedado sin respuestas ante la crisis económica del país -que es estructural no coyuntural- y carece de legitimidad ante los ciudadanos para articular una solución porque encarna un proyecto agotado. Por otro lado, la mayoría de los cubanos queremos cambios, como reflejan las últimas encuestas, pero la oposición y la sociedad civil carecen de un liderazgo que aproveche esa movilización a favor del cambio y obligue al gobierno a escucharnos.
En el ámbito regional, la situación no es menos complicada por las tensiones con Estados Unidos
¿Qué elementos te llevan a asegurar que el régimen está agotado y carente de legitimidad?
Varios aspectos. En primer lugar la fuga o deserción de muchos militantes del Partido y de la Juventud Comunista, que se dan de baja de ambas organizaciones descontentos con el rumbo del país y la incapacidad de dichas organizaciones para afrontar los retos. Ten en cuenta que el Partido Comunista ha sido proclamado constitucionalmente como elemento hegemónico de la sociedad y partido único. Si la hegemonía sufre deserciones, pues estamos ante un proyecto agotado. Igual ocurre con los diecisiete sindicatos nacionales y las organizaciones de masas que el régimen insiste en vender como ONGs, que son los CDR, la FMC, la ANAP y otras similares.
Un análisis retrospectivo muestra que esas organizaciones desempeñaron un papel en el entramado político y social de Cuba en los años 60-70 (siglo XX), pero que luego se fueron debilitando y si han permanecido es porque forman parte del legado político de Fidel Castro, que las usó en su proyecto de poder. Pero hace años que no sirven.
No sabemos qué proyecto tiene el Partido Comunista para el país, no sabemos cómo pretende resolver la crisis económica que afecta diariamente a millones de cubanos. El PCC funciona como un ente divorciado de la realidad cubana, que es dolorosa y está urgida de cambios.
El PCC funciona como un ente divorciado de la realidad cubana, que es dolorosa y está urgida de cambios
¿Qué pretende el presidente Díaz-Canel cuando habla de la necesidad de pensar en país?
No debemos olvidar que esa frase va siempre acompañada del término continuidad; es un detalle importante que no debemos soslayar. Y el proyecto político de Fidel Castro es insostenible, por tanto, la crisis de legitimidad y representatividad ha terminado contaminando al toda la estructura de poder, especialmente al Partido Comunista, del que forma parte Díaz-Canel.
A día de hoy, no hay nadie en Cuba capaz de aglutinar a los ciudadanos para pensar como país. Y cuando el presidente habla de pensar en país lo que pretende es que la gente asuma los postulados y el proyecto agotado de Partido Comunista. Por tanto, estamos ante un eslogan que obedece a la voluntad política del poder dominante de presentar al presidente como el cambio que encarna diferencia y continuidad al mismo tiempo y que tiene soluciones para los problemas de Cuba y que es capaz de generar un consenso, pero no es más que una falacia.
Cuando el presidente habla de pensar en país lo que pretende es que la gente asuma los postulados y el proyecto agotado de Partido Comunista
De tus palabras deduzco que en Cuba existe una crisis de liderazgo.
Completamente, absolutamente. Todavía no aparece, en el escenario cubano, un líder o una lideresa con capacidad de liderazgo y convocatoria. La ciudadanía está expectante, esperando una alternativa porque el discurso oficial se ha desgastado, pero reclama un liderazgo. Ahora mismo vivimos como un compás de espera en que ambas partes no se mueven mucho ni movilizan y en el ámbito de la oposición hay varios proyectos, pero orientados hacia fuera, principalmente.
O sea que los males están repartidos, digamos, porque esa parálisis incluye a la oposición.
Naturalmente, la oposición política aún no constituye una alternativa. No aparece todavía porque no sabemos generar un consenso, porque el gobierno nos invisibiliza constantemente, porque no sabemos construir un sentimiento de ciudadanía, porque nos incomunicamos entre nosotros y con la gente.
La oposición política aún no constituye una alternativa. No aparece todavía porque no sabemos generar un consenso, porque el gobierno nos invisibiliza constantemente, porque no sabemos construir un sentimiento de ciudadanía
Y todo ello implica que la oposición cubana tiene que reinventarse, tiene que desarrollar un trabajo político con los ciudadanos de manera directa y a través de las redes sociales porque la sociedad en Cuba se está moviendo desde el individuo, pero le falta el apoyo de la oposición con un liderazgo claro y ofreciendo un canal para que fluya esa voluntad.
Cuando dices que la sociedad cubana se está moviendo, ¿cuáles serían los síntomas que permiten apreciar esa dinámica?
Los síntomas se aprecian en los ámbitos más antisistema.
Por ejemplo, en el ámbito de los emprendedores, tengo registrado –en lo que va de año– más de 80 conatos de protestas y no me refiero solo a oponerse a tarifas e impuestos abusivos, sino a una inconformidad permanente y transparente con la situación que padecen y pidiendo más. Ya no se conforman con la situación inicial que dio origen a sus pequeños negocios.
La Universidad, incluidos centros de investigación, son otro frente antisistema porque hay actores en la Ciudad letrada que abogan por romper el viejo status quo de la universidad socialista, excluyente, muy politizada y pretenden ser centros de pensamiento, de luz, que para eso son las universidades, en definitiva. Aclaro que es un proceso intramuros, hacia fuera de sus recintos, estudiantes y profesores siguen reproduciendo el viejo esquema, pero hay cuestionamientos al régimen en su seno.
Los barrios más pobres son otro frente antisistema porque cuando empeoran sus condiciones, los vecinos salen a protestar; les falta un cauce de liderazgo pero encaran a las autoridades, aunque muchas veces se diluye ese ánimo por falta de apoyo en la oposición y por la nula respuesta de las autoridades. Pero el estado de ánimo en esas barriadas y poblados pobres es diferente al de los últimos años.
El “Periodismo ciudadano”, pese a que aún peca de ingenuo, pero lee una realidad que afecta a la mayoría de los cubanos y la compara con otros países y situaciones.
La protesta de SNET responde al temor del régimen al saber que hay medio millón de computadoras en toda la isla con capacidad de conexión a redes que ellos no controlan, que en principio puede ser una forma de entretenimiento, de escape. Pero también puede ser una manera de distribuir otros contenidos y esa posibilidad es peligrosísima para el establishment acostumbrado a que todo funciona de arriba hacia abajo.
Vayamos de la ciudadanía a las instituciones. La Iglesia Católica y el ejército son dos actores que comparten una implantación territorial casi idéntica en la isla; ¿cómo concibes a ambas instituciones en un escenario de cambio?
Lo de los militares es un misterio. Porque estamos hablando de parcelas cerradas que funcionan con presupuestos propios, sin rendir cuenta al Consejo de Ministros, a la Controlaría General de la República ni a la Asamblea Nacional. A esta anomalía antidemocrática, súmale que ellos (los militares) han mutado de una estructura militar defensiva a una estructura empresarial propia que es la más importante del país, incluido el turismo. Y si observas la tendencia en los últimos años es que cuando el gobierno considera que debe centralizar la distribución de productos y bienes importantes, le encarga ese cometido a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Por tanto, yo no sé cómo van a reaccionar en un escenario de cambio.
Si nos atenemos a experiencias de la antigua URSS y algunos de sus satélites, veremos que una parte de los grandes jefes civiles y militares pasaron en un día de ser baluartes del comunismo a propietarios de los principales recursos del país. Habría que ver cuál sería el escenario real de cambio que se genere, pero aún cuando sea un proceso que vaya de la ley a la ley, en el acto del traspaso de propiedad, ahí habrá un militar o ex militar con estructura y recursos públicos en sus manos.
Veo que dejas fuera al empresariado estatal cubano, que es importante porque podría promover una dinámica de cambios, porque maneja recursos, es corrupto y no tiene el compromiso político que, al menos públicamente, esbozan los cuarteles. Y lo señalo porque creo que es un sector muy representativo, pero poco atendido por los cubanólogos y, por ustedes, los periodistas.
El empresariado civil, digamos, es un sector invisible, pero que elige cuánto y cuando aproximarse o no al establishment en función de sus propios intereses, y te estoy hablando de personas muy inteligentes, muy preparadas, con capacidad de gestión, pero que resulta invisible a los ojos de Cuba y de muchos en el extranjero.
La Iglesia Católica cuenta con la ventaja de ser una institución con más de dos mil años de existencia, que sabe adaptarse a la mayoría de las situaciones cambiantes en cualquier región del mundo. En el caso de la iglesia cubana, creo que ha sabido superar una etapa de cerco y aislamiento con la conquista de espacios que la posicionan favorablemente en una coyuntura de cambio. Pero habrá que ver cómo se mueve la cúpula a partir de ahora y, cuanto influye en sus movimientos, la política del Estado Vaticano.
Por ejemplo, es innegable el peso de la Iglesia Católica en la educación no curricular, digamos. Las escuelas de idiomas y de oficios, en este último caso vinculadas a la atención de jóvenes descarriados, más prestigiosas de Cuba son administradas y mantenidas por el clero.
En la actual crisis de medicamentos, la Iglesia –como parte de su labor social– encauza el envío y donación de medicamentos hacia la isla.
¿Consideras que hay matices diferenciales entre la generación histórica y los cincuentones de la nomenklatura cubana?
No creo que haya muchas diferencias entre unos y otros. La generación histórica ha sabido adaptarse a los cambios, entre otras razones por la imposición biológica, pero esos cincuentones han sido educados y controlados por ellos para el proceso de renovación con los límites que interesa a sus mayores. No aprecio grandes diferencias entre los jefes del partido comunista, Raúl (Castro) y Machado Ventura y el gobierno de aparentes burócratas que, en algunos casos, también son militares vestidos de civil.
Debemos tener en cuenta que los estudios y encuestan de los últimos años fijan la base social de apoyo al régimen en torno a un 25% de la población, que no es una cifra despreciable tras 60 años y tanto desgaste. Pero también es un apoyo muy radicalizado que comprometería un escenario de cambio, sobre todo si es rupturista.
El otro 75% quiere cambios, con diferentes matices e intensidades, y ese grupo es muy homogéneo porque hay cincuentones, cuarentones, sesentones, ancianos y jóvenes.
¿Implica un mayor coste represivo ser negro opositor al tardocastrismo?
No creo que eso sea un problema añadido. Y es curioso que me lo preguntes porque el sector de la oposición cubana menos confrontacional, más partidario de una solución dialogada a los problemas de Cuba está formado por negros, que se mueven en el arco socialdemócrata y demócrata cristiano, y a los que algunos identifican con la vieja burguesía “de color”, como se decía entonces, que actuó en los primeros cincuenta años de la República en la política y el periodismo, por ejemplo. Tampoco falta el represor que dice “ah, mira ustedes los negros que son los grandes beneficiados por la revolución…”
Pero el mayor caso de discriminación racial que ocurre hoy en Cuba es el que sufren los estudiantes africanos que se forman en diferentes especialidades en la isla. Especialmente acusada es la discriminación de los cubanos hacía médicos y estudiantes de Medicina africanos que –cuando están en consulta o en salas hospitalarias– muchos cubanos rechazan ser atendidos por ellos. Hay taxistas que no los admiten en su carro porque supuestamente apestan. Si recuerdas las protestas de los estudiantes congoleses en La Habana, una de las chicas gritaba: es porque somos africanos.
Ahora se anuncia la llegada de unos 250 estudiantes colombianos y veremos cómo se hará mayor la xenofobia cubana hacia los africanos. Ten en cuenta que esos africanos no proceden del África más vinculada a Cuba históricamente, digamos, sino de diferentes países, algunos desconocidos para las cubanos.
Es un dato muy revelador porque destroza uno de los paradigmas del castrismo, el internacionalismo proletario. Y en una época en que Cuba tiene dos vicepresidentes negros, Salvador Valdés Mesa e Inés Chapman Wau, que acaba de acudir a los funerales de Robert Mugabe, viejo amigo de La Habana.
El caso de Chapman es muy singular porque la han cuidado con mimo desde su época de Presidenta del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, donde evitaba aparecer ante situaciones de crisis y dejaba ese papel a sus vicepresidentes. Y ahora ya como Vicepresidenta (del Consejo de Ministros) cuidan mucho más su perfil y su proyección pública. Y, además de su preparación técnica, ella debe dominar técnicas de comunicación porque en todas sus apariciones lo hace arreglada y con una pose pausada. Y su proyección contrasta con la de Mercedes López Acea, llamada a relevar a Machado Ventura al frente del aparato partidista, pero que ha sufrido mucho desgaste en Cienfuegos y La Habana y –pese a ello– no la cuidan. Inés siempre habla de resultados o de créditos saudíes para resolver los problemas del agua en La Habana, por ejemplo. López Acea solo habla de dificultades y espíritu de lucha y su imagen personal y política están menos cuidada, digamos.
Algo parecido intentan hacer con Díaz-Canel, que proyecta una imagen de que afronta los problemas y viaja a los territorios, pero antes Salvador Valdés Mesa y los ministros ya le ha desbrozado parte del terreno, digamos. Aún les falta mucho en estrategia política y de comunicación al gobierno cubano, pero van haciendo cosas. Salvador (Valdés Mesa) es el ejecutivo y Díaz-Canel, pese a ser gris políticamente y comunicando, intenta aparecer como el solucionador de los problemas y eso desgasta, sobre todo, cuando improvisa, no lee, y entonces afloran sus carencias.
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