El célebre periodista y escritor estadounidense Ernest M. Hemingway (1899 - 1961) vivió durante algún tiempo en la ciudad de La Habana. Llevó una vida social tranquila, pero no exenta de aventuras y de un gusto de preferencia por los bar-restaurantes.
Hemingway en La Habana
Hemingway fue uno de los novelistas más relevantes del siglo XX. Sus historias tenían un vestigio del periodismo que ejerció profesionalmente, por eso muchas veces con la ficción camuflaba historias reales de su biografía.
Durante su paso por La Habana, se convirtió en un personaje querido por el pueblo. Era serio, escuchaba e interactuaba con la gente humilde. Estaba abierto a aprender, descubrir la filosofía cubana y contar su experiencia al mundo.
Uno de sus lugares de preferencia en La Habana eran los bares. Existen tres de ellos que son mundialmente famosos, en buena medida gracias a la figura de Hemingway. Estos son La Bodeguita del Medio, El Floridita y La Terraza de Cojímar.
La Bodeguita del Medio
En 1942 Ángel Martínez compra la Bodega La Complaciente, en la Calle Empedrado. Pero este establecimiento tenía un lugar singular, no estaba como el resto de las bodegas de Cuba en una esquina, sino en el medio de la calle.
En 1948 vendía más comida criolla que víveres. Se convirtió en espacio de reunión para artistas y gente bohemia de La Habana republicana, hasta que lo reinauguraron como Bodeguita del Medio en 1950.
Este es un restaurante de comida tradicional. Actualmente es uno de los más turísticos de La Habana, pero en los tiempos de Hemingway era un lugar auténtico, repleto de cubanos con una rica vida cultural y una conversación memorable.
El local se hizo famoso, entre otras razones, porque muchas personas decían que el escritor era asiduo cliente. Sin embargo, otras fuentes aseguran que se trata de un mito que fue creciendo con el tiempo.
Hemingway visitó La Bodeguita del Medio, pero no era un cliente habitual. Quizás la razón por la que los cubanos lo ubicaron allí fue una frase escrita de puño y letra que se encuentra en la barra del restaurante: “My Mojito en La Bodeguita, My Daiquirí en el Floridita”.
El Floridita, "el mejor bar del mundo"
El Floridita es un restaurante mucho más antiguo que La Bodeguita. Es la ampliación hecha en 1910 por los dueños de La Piña de Plata, un restaurante de 1817. El nuevo local en la esquina contraria (calle Monserrate) estuvo comandado por un chef francés.
En 1918 el camarero catalán Constantino Ribalaigua compró el local. Este barman se convertiría en uno de los hombres más famosos de la cantinería cubana, por ser quien aportó la versión más refinada de un trago estrella de los cocteles clásicos, el Daiquirí.
Hemingway era fanático del daiquirí de Ribalaigua y para su cliente estrella el bartender creó una receta especial, el Papa Doble. Estaba inspirada en el modo en que llamaban al escritor en la Isla, “Papa”.
Algunos aseguran que se creó una relación de amistad entre ellos, otros que solo era una comunión de cliente y barman. Lo mejor es ceñirse a los hechos, según Hemingway aquel era “el mejor bar del mundo” y mira que vio mundo este hombre.
La Terraza de Cojímar
Si un lugar de La Habana debe visitar un admirador de Ernest Hemingway es La Terraza de Cojímar. En las tardes calurosas que pasó allí conversando con amigos, pescadores y empleados, se fraguó “El viejo y el mar”.
En esta novela, con la que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1954, Hemingway refleja su relación con los pobladores de Cojímar, en especial con Gregorio Fuentes y Anselmo Hernández.
Este bar-restaurant aparece en el libro como un punto de encuentro donde comían, bebían y compartían experiencias los pescadores de la época. Vale la pena visitarlo y descubrir la paz y la belleza del paisaje que contempló el escritor desde el gran salón comedor.
Este local data de 1925, pero comenzó a hacerse famoso en 1940 cuando el cocinero Salvador Blanco lo convirtió en bar-restaurant. Hoy encontrarás allí turistas, una comida medianamente buena y una barra casi siempre vacía.
La esencia que buscaba Hemingway entre los cubanos
La verdad que late tras la visita a estos bares-restaurantes suele subvalorarse, porque comúnmente comemos y olvidamos el hecho cultural que se oculta tras un plato, un trago y el acto de compartirlos. Los cubanos una vez supimos mucho al respecto.
En 1960 los Hemingway se fueron de Cuba. Un año después, la Finca Vigía, incluyendo la colección de obras de arte, muebles, artículos personales, libros y documentos de Hemingway, pasó a manos del gobierno cubano.
Estas propiedades del escritor forman parte del Patrimonio Nacional. Han sido objeto de estudios científicos y han servido de pretexto para el intercambio cultural y la creación de eventos y productos disímiles.
Sin embargo, no son más que cosas carentes de alma que cuentan un pedazo de la historia. La esencia que buscaba Hemingway entre los cubanos, conversando en cada bar y compartiendo la comida criolla, sigue diluida entre la gente de Cuba.
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