Luis Alberto Rodríguez López-Calleja: El General más peligroso para Cuba

El General de Brigada Rodríguez mantiene un perfil bajo en su actividad pública, escudado en el carácter militar del grupo económico cuya gestión heredó del General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro.

Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, Presidente Ejecutivo de GAESA © Cubanet
Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, Presidente Ejecutivo de GAESA Foto © Cubanet

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Este artículo es de hace 5 años

La Presidencia de la República de Cuba omite la presencia del General de Brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja en la gira actual de Miguel Díaz-Canel Bermúdez por Euroasia y en la reciente visita relámpago a México, donde fue captado por los fotógrafos que cubrieron los actos de la delegación oficial.

Podría tratarse de un descuido de la Oficina de Prensa, pero que vendría a reforzar la opacidad interesada que practica el Presidente Ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial, S. A.; el monopolio empresarial más importante de Cuba no solo por la cantidad de recursos que maneja, sino por actuar al margen de la Controlaría General de la República, del Ministerio de Economía y Hacienda y de la Asamblea Nacional del Poder Popular.


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El General de Brigada Rodríguez López-Calleja mantiene un perfil bajo en su actividad pública, escudado en el carácter militar del grupo económico cuya gestión heredó del General de Cuerpo de Ejército Julio Casas Regueiro. Resulta complicado encontrar datos sobre la actividad de GAESA, que carece de página web, pese a los buenos propósitos informatizadores de Díaz-Canel.

El embargo económico norteamericano –recrudecido por Donald Trump– es la excusa perfecta para el poderoso más desconocido de Cuba, pese a su condición de miembro del Comité Central del partido comunista y General de Brigada.

Pero el embargo del poderoso vecino, es apenas una excusa para el gestor de GAESA, que ha hecho de sus vínculos con el grupo francés Buoygues y otras 59 empresas francesas su principal apuesta por el modelo que llevan ensayando los militares cubanos desde 1990: cero libertad política, ordeno y mando y determinadas concesiones económicas a la ciudadanía, que reviertan en caja.

Empresarios españoles que han tenido reuniones con “el deseado Luis Alberto” lo recuerdan como un hombre serio, conocedor de los temas que maneja y de las prioridades del tardocastrismo, pero que establece una distancia prudencial con sus interlocutores a los que suele hablar “como si masticara las palabras para dejar claro que manda y mucho”.

Todo esto no tendría mayor importancia, salvo como retrato de un ejecutivo circunstancialmente poderoso, enfrascado en hacer capitalismo en los márgenes de una derrotada dictadura comunista, si no fuera por el volumen de recursos públicos (estatales) que maneja con total opacidad y fuera de los controles habituales que soportan otros ministerios y entidades cubanas.

“GAESA es como el Espíritu Santo, todos hablamos de él en alguna ocasión, pero no lo hemos visto, y –hasta hace poco- había que aceptar todo lo que viniera de Luis Alberto [Rodríguez López-Calleja], sin rechistar”, dijo a CiberCuba una fuente próxima al Gobierno cubano que pidió no ser identificada.

La fuente reconoció que “se ha dado el caso de que hemos necesitado dinero para determinados pagos comprometidos con proveedores estables durante muchos años o realizar algunas importaciones y no lo tuvimos porque Luis Alberto [Rodríguez López-Calleja] había acaparado el dinero para su programa hotelero”, añadió el informante.

Hace unos meses, en unos de los despachos regulares, el vicepresidente Ricardo Cabrisas Ruiz se sintió “incómodo” con las formas del general con más poder económico dentro de Cuba, que se negó a informar sobre la marcha de GAESA y a fijar una cuota proporcional de contribución al presupuesto nacional. Cabrisas decidió suspender los contactos regulares e informar a Díaz-Canel, quien tomó nota, pero se abstuvo de comentar o tomar alguna decisión, hasta la “coyuntura” reciente.

El mandatario ordenó a su Ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, que “quitara dinero a GAESA para comprar comida para el pueblo y avisó: No hay que consultar con nadie. Por supuesto, nadie es Raúl Castro Ruz, y “no se consultó”, siempre según la fuente.

La omisión –aún cuando sea interesada- de la presencia del General de Brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja en la delegación encabezada por el presidente Díaz-Canel carece de mayor importancia, salvo para los interesados en entrar en los juegos operativos que el tardocastrismo promueve para desviar la atención de los problemas reales; en este caso, la existencia de un conglomerado económico-militar que funciona en paralelo al Estado cubano.

La historia reciente de Cuba –si nos atenemos a la versión oficial de los hechos acontecidos– confirma el trauma que implica para la nación, incluso, para el discurso del castrismo, la existencia de hombres fuertes que acumularon poder y se tomaron atribuciones indebidas en el ejercicio de sus cargos, a ¿espaldas? de Fidel y Raúl Castro Ruz.

En 1986, el fallecido Comandante en jefe emprendió un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas que descabezó política y administrativamente a Humberto Pérez González (protegido de Raúl Castro) y su grupo al descubrirse que “aquí había gente que estaba construyendo el socialismo con métodos capitalistas”. Aquella vez justificaron la tardanza del “invicto” en descubrir a los “merolicos” en que estaba ocupado casi al 100% en la guerra de Angola y sin apenas tiempo para atender el gobierno. Aquella ofensiva revolucionaria acabó con los Mercados Libre Campesino y Paralelo, empobreciendo aun más a los cubanos.

Pero la lección no debió ser tan traumática porque tres años después, en 1989, Fidel y Raúl Castro se mostraron consternados porque un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y del Ministerio del Interior (MININT) estaban involucrados en actividades de narcotráfico y en orgías, a la que también asistían civiles.

En aquella ocasión, los cubanos se enteraron que Arnaldo Ochoa Sánchez era el general “más charlatán” del ejército cubano y que el entonces Ministro del Interior, José Abrantes Fernández, distraía al comandante en jefe con informes sin importancia, pero no fue capaz de descubrir que parte de sus subordinados traficaban con droga, pese a que la mayoría de las áreas de su organismos eran cooperadoras necesarias; siempre según la versión oficial.

Por Cuba y por su propio futuro político es que Díaz-Canel debe poner coto –cuanto antes– a la opacidad interesada del General Rodríguez y someter a GAESA al imperio de la ley, que contempla, incluso, la opción de comisiones gubernamentales y parlamentarias de Secretos Oficiales para aquellos casos en que la naturaleza de la actividad o la persecución de la Casa Blanca, aconsejen discreción.

¿Es GAESA rentable? ¿Cuáles son sus Ebtidas de los últimos cinco años? ¿Cuánto dinero aporta GAESA a los programas sanitarios, educativos y sociales?

Nadie debe sentirse por encima o al margen de la ley porque el poder desmesurado conduce a errores como ese incesante programa de construcción hotelera en la isla y los proyectos de campos de golf de los que no sabemos su impacto medioambiental, cuando el turismo ha dado un bajón notable en Cuba y en la zona y porque prefigura un país de camareros y caddies –parecido al capitalismo circundante y al anterior a 1959– en la nación de la región que más invirtió en capital humano.

No obstante, para todos aquellos observadores enfrascados en el misterio de que el general Rodríguez López-Calleja viaje casi de incógnito con Díaz-Canel, también podrían ocuparse en entender y explicar qué pinta el entenado del Presidente de la República en las giras oficiales, haciendo un papel muy parecido al de Raúl Rodríguez Espín con su abuelo materno.

Ya sabemos que la familia que viaja unida, permanece unida y que el verdadero padre de ese mozalbete con aptitudes musicales ha sido Miguel Díaz-Canel Bermúdez, pero sería deseable que el socialismo próspero y sostenible –coyunturalmente remendón– evite fruslerías y que la casta verde oliva y la emergente entiendan que su futuro pasa por el cumplimiento de la ley y el respeto a todos los cubanos, sin excepción.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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