Cuando falta un año y cuatro meses para que Raúl Castro Ruz se jubile, la casta verde olivo acaba de ganar el primer round a los burócratas comunistas en la lucha solapada entre ambos, pero no exenta de encontronazos, que apenas trascienden por el hermetismo cómodo que envuelve las intrigas palaciegas del tardocastrismo.
El General de Brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas ha dado un puñetazo en la mesa y ha colocado a su peón en una posición avanzada para la bronca que se avecina, venciendo incluso las lógicas reacciones de los burócratas comunistas para los que resulta complicado justificar el ascenso de Manuel Marrero Cruz, cuando peor está el turismo en la isla, debido a varios factores, pero siendo su máximo responsable y cuando el designado no es siquiera miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
La puja ha redibujado el tablero habanero, porque el poder económico ha dado un paso crucial en su camino a la toma del poder político y la operación ha dejado un reguero de daños colaterales. José Ramón Machado Ventura, siempre dúctil a los deseos de Raúl Castro, apostaba por Roberto Morales Ojeda.
Mientras que Inés Chapman Waugh era la candidata de Miguel Díaz-Canel, apoyado por Ramiro Valdés que -desde ahora y hasta que muera- intentará equilibrar el juego entre adversarios, apoyando, a priori, al presidente de la república y auxiliado por Ricardo Cabrisas, que no tiene buen feeling con Rodríguez López-Callejas. Pero a ambos, el ex yerno de Raúl Castro ya les ha ganado por la diferencia de edad.
Raúl, Ramiro, Machado y Cabrisas tienen más pasado que futuro, y Luis Alberto tiene más futuro que pasado; siempre que consiga llegar a la meta.
Chapman Waugh, a la que el poder real ha mimado hasta el extremo, contaba además con los mayores índices de aprobación ciudadana, según las encuestas del Equipo de Opinión del Pueblo. Pero la angustia de los tecnócratas por la temeridad comunista, acabó anulando el argumento emocional de vender la imagen de una joven negra competente y popular. Anulación que retrata la gravedad de la crisis económica provocada por el derrumbe del tardochavismo, el miedo ante el embullo Obama y la inutilidad del comunismo como creador de riqueza y bienestar.
Pero Díaz-Canel no debe leer erróneamente el apoyo de Valdés, creador de la primera estructura de empresas militares, incluidas la cadena TRD, y 277 sociedades alrededor del mundo, y que funcionaron bajo criterios liberales de rentabilidad, oferta y demanda. En situaciones críticas y, huérfanos del símbolo aglutinador que fue Fidel Castro, cada jugador de la nomenclatura cubana velará por sus intereses y luego por los de sus aliados y, si tuviera tiempo, por los intereses generales.
El aldabonazo verde olivo no obedece únicamente a su necesidad de controlar cada vez mayores cuotas de poder, sino a la constatación de que los burócratas del PCC siguen bordeando el precipicio, como avisó Raúl Castro en 2010. El discurso de clausura de la sesión de la Asamblea Nacional fue la primer respuesta de Díaz-Canel a la casta verde olivo, que una vez controlado el sector exterior de la economía cubana, incluido el turismo y el comercio en dólar; necesita posicionarse en un escaque de dominio para actualizar las reformas estructurales engavetadas desde la bronca del entonces ministro español Carlos Solchaga con Fidel Castro, y asumir mayores cuotas de poder político.
Cuando Díaz-Canel dice que algunos aconsejan cambios, no alude a la oposición política, ni al exilio, sino a los tecnócratas enamorados del color del dinero y deseosos de putinizarse lo antes posible y no correr el riesgo de una implosión popular que sería el fin del tardocastrismo, por el hartazgo de la gente ante la pobreza y la ineficacia y desidia estatales.
La casta verde olivo está convencida de que la solución no pasa por seguir asfixiando a los pequeños empresarios privados, sino en liberalizar las fuerzas productivas, procurarles financiamiento, capitalizar las remesas de los emigrados, y poner el capital humano creado por la revolución al servicio de una Cuba diferente que pueda insertarse en el mundo real y consiga arreglar sus diferencias con Estados Unidos, que son muchas y algunas de caro arreglo; en vez de toda esa matraquilla con Maduro, Evo, Ortega y la viuda de América, Cristina F. de Kirchner.
Los burócratas suelen argüir que son ellos los que -en definitiva- dan la cara ante la población y se enfrentan cada día a las carencias de todo tipo, incluso cuando -demagógicamente- se ponen a darles botella a las personas que aguardan en las paradas por que pase algo en qué montarse y llegar a su trabajo, al médico o adonde sea.
Y tienen razón, pero las carencias no se solucionan con baba sin quimbombó; sino transformando la economía, despolitizando la discrepancia y exiliando el miedo del Palacio de la Revolución.
El 21 de diciembre de 2019 puede ser un día trascendental en la historia cubana por el abanico de posibilidades que abre el predominio de la racionalidad tecnocrática sobre el disparatado discurso de "Yo soy Fidel".
Más de un tecnócrata verde olivo se habrá acariciado las charreteras cuando oyó la cantinflada, pues fue precisamente Fidel Castro quien anuló la voluntad reformista de empresarios civiles y de la tropa de Julio Casas Regueiro, mentor de Rodríguez López-Callejas; cuando Hugo Chávez se le apareció como un santo milagroso y -de un manotazo- aparcó toda reforma por el miedo a que se lo llevaran por delante.
Actitud parecida a la de Raúl Castro ante el new deal Obama, pero ya se acabó el tiempo biológico y político y sabe que la mejor manera de servir es siendo coherente con el más bellaco de los Castro Ruz: Raúl Modesto.
El juego no ha hecho más que empezar, pero la tecnocracia verde olivo ha sacado una cabeza de ventaja al caballo burocrático comunista, que deberá rediseñar su estrategia o sucumbir a las prisas de los compañeros de la Seguridad y el MINFAR, asociados en GAESA, por ser los más ricos del hipódromo; por lo que pueda pasar.
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