Iliana Hernández, la bailarina de Yateritas que nunca deja de pedalear

Cubana, mujer y activista anticastrista

Iliana Hernández Cardosa © CiberCuba
Iliana Hernández Cardosa Foto © CiberCuba

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Este artículo es de hace 4 años

Podría llamarse Margot, Tamara, Maya, Alicia, incluso Ileana. Y apellidarse Alonso, Fonteyn, Rojo o Cojocaru; pero no. Ella es Iliana Hernández Cardosa (Guantánamo, 1973) una cubana que se ganó su bicicleta profesional pedaleando en el pelotón masculino hasta que una guagua atravesada la apartó del ciclismo y la zambulló en el ajedrez y el baile.

Su capacidad natural para aprender como hizo en su niñez guantanamera, en La Habana, donde ahora vive asediada por un grupito de perseguidores, y en España. Tres puntos cardinales de su geografía personal, parecida a la de muchos cubanos de finales del siglo XX y principios del XXI.


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Entre los pedales y España (1996) hubo de todo, como en botica: Baile, gimnasia, gimnástica, ajedrez y modelaje, venta de cocos en las playas del este habanero, algún trapicheo en dólares facilitados por una pareja de amigas, dos intentos de salidas frustrados por el oleaje que la arrojó contra el diente de perro en su intento por llegar nadando a la Base Naval de Guantánamo y la avería de la improvisada balsa a motor en la que se enroló para un viaje largo que resultó muy corto, de Cojímar a Tarará.

En Madrid bailó, modeló, figuró e hizo de doble de primeras actrices en series y películas. En Vallaldolid, donde dicen que mejor se habla el Español, encontró el amor y estudió dos especialidades aparentemente contrapuestas: Protésica dental y Community Manger, quizá porque desde niña supo que para comunicar hay que cuidar la boca.

Su voz ahora llega desde La Habana alternando el susurro melancólico del changüí con la pureza castellana de Pucela, tierra de corderos, vinos y jotas castellanas; pero donde Iliana no bailó porque la pista se le quedaba pequeña.

Ruptura amorosa, inquietud perenne por Cuba y el descubrimiento de Claudia Cadelo, Yoani Sánchez, Eliércer Ávila y Antonio Rodiles, unidos a las primeras advertencias de la Seguridad del Estado, contribuyeron a que tomara la decisión de repatriarse y crear Lente Cubano, una experiencia de comunicación saboteada, desde su nacimiento, por policías severos, a los que pagan para amargar la vida de los otros.

Boca contundente, pero no totalitaria. Expresa desencanto con el líder emigrado de Somos+ y frustración por la pérdida del ambiente fundacional de Estado de Sats. No me explico que ha pasado para que se desbaratara, confiesa.

La penúltima arremetida del aparato represivo contra Iliana Hernández podría llamarse “Pincel Rojo”, en una maniobra para vincularla al grupo Clandestinos, que supuestamente vandaliza bustos y estatuas de José Martí. Pintura roja fueron buscando a la casa de la activista anticastrista menos clandestina, que ahora iniciará juicio para reclamar la devolución de sus medios de trabajo ocupados durante el registro.

Como regalo de Reyes, la Contrainteligencia castrista obsequió a Iliana con un allanamiento y una acusación. Ahora vive bajo fianza y tres amenazas: Dejar de hacer ‘contrarrevolución’, irse del país o ir presa. Esas son las alternativas para quien siempre ha hecho revolución.

Vano empeño. Iliana no es receptadora; es demócrata. Iliana no es contrarrevolucionaria; es revolucionaria. Iliana no es clandestina; siempre da la cara y pone su voz al servicio de los más desfavorecidos.

Tampoco puede estar vinculada a Clandestinos, porque las supuestas acciones de ese grupo y la manera en que las autoridades manejan el tema indican que podríamos estar ante la típica maniobra diversionista Made in KGB, que en su manual instruye: En tiempos de dasafección y crisis económica y de legitimidad, la conducta operativa más adecuada consiste en provocar acciones que conmuevan y unan a la masa empobrecida a la casta verde oliva, esgrimiendo un supuesto agravio a José Martí, Apóstol de Cuba.

Iliana Hernández sabe que la vida es un baile eterno entre la virtud y la necesidad. Lo supo aquella mañana remota en que su entrenador, que la mantuvo en el equipo, pero sin bicicleta para que se aburriera y abandonara, no tuvo otra opción que entregarle una bici, donada por una campeona, y se quedó de piedra cuando la niña se puso a la altura de los hombres y dio pedales con ellos durante todo el entrenamiento.

No soy buena en velocidad -aclara- pero en resistencia soy la mejor. Mira el móvil, hace una pausa y se atreve: Si necesitas algo más, me dices... Aunque ahora estoy indignada, pero sé que mi sacrificio valdrá la pena para que Cuba sea libre, para que ningún otro cubano pase por lo que yo estoy pasando.

Da las gracias; como si no se percatara aún de la grandeza de su actitud y gestos; como si no supiera todavía que los agradecidos a ella son mayoría. Bendita, tú.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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